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IMPROVISACION E INCIENSO

Shakti, uno de los grupos pioneros de la música de fusión en los años 70, regresa a los <BR>escenarios y publica un nuevo disco.

9 de agosto de 1999

Los amantes del jazz que por curiosidad exploran en Internet la información de los
festivales de verano se han encontrado con un sorpresivo retorno. Programado en la mayoría de eventos
relevantes en Norteamérica y Europa, reaparece un grupo cuyo nombre había dejado de escucharse hace
unos 20 años y que hasta hace poco era definido por expertos musicales como "uno de esos sucesos que
sólo acontece una vez en la vida". Shakti está sucediendo por segunda vez y será sin duda el acto principal de
cualquier festival en que se presente.
Coinciden, para hacer más llamativo ese retorno, ciertos intereses por parte de la audiencia. La actual
curiosidad por los ritmos de otras latitudes, que ha generado en la llamada world music, puede compararse al
asombro que desde finales de los 60 causó el encuentro de oídos occidentales con la cultura oriental. Fue
en aquel entonces y en ese ámbito que el guitarrista inglés John Mc-Laughlin decidió experimentar, buscando
un punto de unión entre el lenguaje del jazz y los ragas, que son las bases melódicas de la música de la
India. Se alió entonces con tres intérpretes indios y entre todos dieron vida al proyecto Shakti, cuyo primer
álbum, Shakti with John McLaughlin, fue publicado en 1976.
La recepción, sin ser apoteósica, le ganó a Mc-Laughlin y sus secuaces un respeto profundo por parte de
los melómanos. Su idea de hallar puntos en común entre el jazz y la música de Oriente funcionó a la
perfección por características que en su momento alabó John Ephland, de la revista especializada
DownBeat: la manera más común de tocar música tradicional en India implica improvisaciones, cambios de
ritmo y frases extensas por parte de cada uno de los instrumentos, lo cual es muy cercano a lo que sucede
en un concierto de jazz. Shakti alcanzó a durar tres años y lanzar igual número de discos antes de que
nuevos intereses llevaran a McLaughlin a otros terrenos y los músicos determinaran,
amistosamente, dar cierre a sus ejercicios de mezcla sonora.
Por eso ahora, cuando 20 años después aparece un álbum llamado Remember Shakti y al grupo se le
anuncia de nuevo sobre los escenarios, la noticia es tan sorpresiva. Ahí están todos otra vez (sólo un
integrante original es reemplazado por otro músico indio), asombrando por destrezas instrumentales y
dando muestras de improvisación a extremos que no podían alcanzarse en tiempos del long-play. Hoy el
formato de disco compacto permite disfrutar de un tema como Mukti, de 63 minutos de duración, que
sencillamente no habría cabido en ningún lado durante la época del vinilo.
Tales innovaciones implican que es realmente ventajoso el hecho de que Shakti se haya vuelto a unir. En
una época en que varias agrupaciones de antaño se reencuentran por la simple explotación comercial de la
nostalgia (y al momento de escribir esto se anuncia un nuevo disco de Supertramp), el regreso de Shakti no
se da para repetir una vieja fórmula sino para continuar un camino que ya había comenzado a trazarse. Su
público, antes asombrado por la novedad del experimento, ahora conoce mejor esta música y puede
enfrentarse a un sonido más maduro. Producto de esa evolución, el violín es reemplazado por una flauta, la
guitarra acústica de McLaughlin es cambiada por una eléctrica y, en general, se escucha una mayor libertad
en los momentos de improvisación.
Incluso el sonido tiene ahora más de la sobriedad de la música india que de la locura del jazz-fusion de los
70. Pero todos estos cambios son muestra de que la reunificación ha proporcionado nuevos retos al intelecto
de los músicos y no el simple desfile de recuerdos que podría temerse. Shakti es una palabra en sánscrito
que quiere decir 'inteligencia creativa'. Si los integrantes de un grupo con tal nombre deciden reencontrarse
luego de dos décadas de silencio es porque en verdad tienen algo nuevo que decir, porque sienten que
pueden volver a poner en práctica, y de manera actual, el milenario principio del shakti.


Ravi Shankar Chants of India Angel
Las constantes referencias a la música de la India que aparecen en el álbum doble Remember Shakti han
llamado la atención de los interesados en sonidos de hondo contenido espiritual. Haciendo de lado algunas
ediciones discográficas que proclaman que su audición es útil para la meditación, hay en la actualidad otros
dos trabajos que exploran con mayor seriedad los sonidos de Oriente.
Shiv Kumar Sharma es reconocido en India como el gran maestro del santur, un instrumento de cerca de
3.000 años, parecido al salterio. Desde que en 1960 publicara su primer disco su interés fue que este
instrumento dejara de ser puramente folclórico y lo ha llevado, finalmente, a los escenarios más eruditos.
El disco Sampradaya presenta una obra completa, dividida en tres partes, cuya audición puede ser además
didáctica. Sharma se ha preocupado por mostrar las tres fases de la interpretación de música india: una
primera en la que se expone la melodía, luego otra en la cual aparecen elementos rítmicos, y por último la
improvisación.
Para oídos neófitos esta audición puede resultar ardua, sobre todo durante la primera parte. Pero así como
hay placeres básicos, también hay otros que son aprendidos.
De otro lado Ravi Shankar, el primero en llevar la música de Oriente a los oídos occidentales, sorprende
con un disco en el cual por primera vez incluye cantos tomados directamente de los Vedas o libros
sagrados. La intención es claramente espiritual: muchos de los momentos de Chants of India son oraciones
de la tradición hindú para las que Ravi Shankar ha acoplado, con pleno respeto, música nueva.
Llama la atención que, en ambos casos, haya detrás de los discos eminentes roqueros ingleses: Peter
Gabriel es el fundador del sello disquero que publica Sampradaya y George Harrison el productor de Chants
of India. Pero, lejos de alterar la música, han sabido traer intacto el sonido de Oriente.