Home

Cultura

Artículo

INTUICION Y RECONOCIMIENTO

La mujer artista: una conquista del siglo XX.

22 de noviembre de 1999

Entre las grandes conquistas del siglo XX se cuentan: la revisión que ha tenido el papel de la
mujer en la historia del arte, la revaluación de numerosas artistas que habían desaparecido en el olvido y
el reconocimiento que ha obtenido la mujer como una protagonista, a la par que el hombre, de las actividades
y logros de la plástica. En Colombia, por ejemplo, a lo largo del siglo XIX existieron numerosas mujeres que
practicaron la pintura y que nunca trascendieron por la sencilla razón de que sus obras nunca fueron
consideradas seriamente, pero es un hecho que entre ellas hubo pintoras de talento e inclusive pioneras,
artistas, que introdujeron técnicas poco ortodoxas y modalidades como el bodegón y el desnudo en la
historia del arte nacional. Hoy la situación ha variado en forma ostensible y el arte de las mujeres no sólo es
apreciado con justeza y examinado con argumentos tan valederos y exigentes como el de los hombres,
sino que las artistas mujeres se han multiplicado tan vertiginosamente que constituyen una mayoría en las
escuelas de arte. Es más, hay ocasiones en que el arte femenino atrae todas las miradas, como en el
momento actual, cuando tres artistas mujeres subrayan con el logro de sus muestras las razones de este
cambio de situación y de actitud. En el Centro Colombo Americano tiene lugar una exposición de
instalaciones de Teresa Sánchez, cuyas obras están constituidas por varias piezas que se despliegan,
construyendo una forma predeterminada sobre el piso o sobre el muro. La artista trabaja con madera de
diferentes árboles y por lo tanto de variado color y reciedumbre, así como con bronce y aluminio, y sus obras
ponen de relieve una meticulosa manualidad y un sensible ordenamiento. La estética, entendida como orden,
armonía, cadencia, equilibrio y sugerencias, es el principal propósito de su trabajo, pero a través de
evocaciones de la naturaleza, por ejemplo, de las formaciones de coral, de los bancos de peces e inclusive
de las frutas de su nativa Costa Atlántica. Lina Espinosa, quien expone en la Galería Diners, se expresa en
cambio con pintura con acrílicos de fondo grisáceo sobre los cuales aparecen manchas y señales de colores
más vivos así como representaciones que unas veces son precisas y realistas y otras veces sólo llegan a
insinuaciones o siluetas. Su obra tiene un carácter dubitativo, cierto aire de incertidumbre, de desarrollo
inesperado, que se incrementa con algunos trazos espontáneos. Los extremos estilísticos de su ejecución
podrían tomarse como una metáfora acerca del caos de la vida contemporánea, tanto en los aspectos
externos y compartidos por todos como en lo relativo a la toma de decisiones, a la adopción de
actitudes y a la confrontación de la cotidianidad. También en la Galería Diners Margarita Monsalve, una artista
que ha salido airosa de los numerosos retos técnicos y conceptuales que se ha impuesto, presenta unos
ensamblajes realizados con fotografías manipuladas digitalmente, impresas sobre superficies transparentes
como el acetato y dispuestas en pequeñas cajas de manera que la luz penetre por detrás y el espacio
planteado bidimensionalmente adquiera la tridimensionalidad que en la realidad le corresponde. Se trata
de imágenes urbanas, de lugares tanto públicos como privados plasmados con la conciencia y la emoción
de quien reconoce en ellos los espacios de sus experiencias, el entorno de su vida. n Lo manifiesto y lo
recóndito e presenta actualmente en Medellín una exposición de Ronny Vayda, escultor de sobresaliente
trayectoria dentro de la tradición geométrica y quien combina el acero con el vidrio, comunicando por medio
del contraste una serie de sensaciones que oscilan entre la curiosidad y la sorpresa. La exposición tiene
lugar en las salas de Suramericana de Seguros, las cuales se han convertido, bajo la imaginativa gestión de
Constanza Díez, en uno de los más activos epicentros de la plástica nacional. La muestra recoge 85
esculturas realizadas durante los últimos 25 años, cuyas formas externas describen argumentos rigurosos
en los que el medio es más agitado que la periferia, la cual, en ocasiones, se limita a la pureza de un
cuadrado. La curva compite ahora con la línea recta en la concreción de sus propósitos, pero así como el
acero oculta las entrañas de las piezas, el vidrio permite penetrar las esculturas visualmente y descubrir
algunos secretos acerca de su consistencia y de su concepción y ejecución. Si las esculturas públicas de
Vayda se cuentan entre las más imponentes que se han construido recientemente en el país, sus obras de
escala doméstica revelan un gran refinamiento en el tratamiento de las superficies en cuyos acabados utiliza
productos químicos propios de procesos industriales. Su trabajo es eminentemente racional,
concatenado y lógico, producto de argumentos constructivos y consideraciones mecánicas y físicas,
pero son trabajos con un aura que extiende las implicaciones de sus formas más allá de sus propios límites y
que activan los espacios con su presencia contundente y la fugacidad de sus reflejos.