Home

Cultura

Artículo

La estrella pop Marianne Faithfull interpreta, sin vanidades a la vista, a una viuda sesentona dispuesta a todo para salvar a su nieto enfermo

cine

Irina Palm

Llega a la desanimada cartelera de estos días, a la de Bogotá por lo pronto, esta comedia triste pero esperanzadora. *** (Buena)

Ricardo Silva Romero
30 de agosto de 2008

Título original: Irina Palm.

Año de estreno: 2007.

Género: Drama.

Dirección: Sam Garbarski.

Guión: Martin Herron y Philippe Blasband basado en la historia de Blasband.

Actores: Marianne Faithfull, Miki Manojlovic, Kevin Bishop, Siobhan Hewlett, Dorka Gryllus, Jenny Agutter, Corey Burke, Meg Wynn-Owen, Susan Hitch.

Lo mejor de Irina Palm es, de lejos, la actuación de la icónica Marianne Faithfull. Se trata de una buena película que divierte, entristece e inquieta a pesar de un sorprendente desprecio por el suspenso. Se trata de un trabajo decoroso que nos deja en paz, sonrientes y conmovidos, no obstante lo trágica que es su trama macabra y lo sórdidos que resultan los escenarios por los que se mueven sus personajes principales. Y sin embargo, la interpretación de la señora Faithfull, esa extraordinaria cantante pop que de vez en cuando ha hecho cine, parece pertenecerle a una producción mucho más lograda que esta: sin sus gestos contenidos, sin su mirada de mujer que ha vivido siempre para adentro, la abnegada protagonista, Maggie, una viuda sesentona que no ha dejado de serle fiel a su marido, sería una simple abuela desesperada.

"Desesperada", digo, porque está dispuesta a hacer lo que sea con tal de conseguir el dinero que hace falta para el tratamiento que su nieto Olly necesita con urgencia; porque soporta las ironías de sus hipócritas compañeras de bridge, las torpezas de su propio hijo y las miradas humillantes de una nuera insoportable, con tal de estar con el niño que tanto quiere; porque cuando nota que los padres del pequeño enfermo se han quedado paralizados ante la fatalidad, cuando cae en la cuenta de que nadie le dará trabajo a su edad y acepta que los bancos no volverán a prestarle una sola libra, se convierte en la más famosa de las atracciones de un oscuro club nocturno del Soho londinense: una prostituta invisible, que responde al nombre artístico de 'Irina Palm', a la que se le van jornadas enteras masturbando a sus clientes fieles a través de un pequeño hoyo en la pared.

Irina Palm sería una de esas películas chantajistas que se ven por ahí si no fuera tan humana, si no tuviera tanto humor, si no girara, en el momento preciso, hacia la esperanza. Pisaría los terrenos minados de las historias basadas en sucesos reales, se quedaría en la frase "haría lo que fuera por las personas que quiero", si no tuviera tan claro que la idea es que Maggie recobre las ganas de vivir en el proceso de salvarle la vida al hijo de su hijo. Es para destacar. Es de agradecer. Una película menos digna se habría quedado atrapada en clichés como "el redescubrimiento de la sensualidad en la vejez" o "los increíbles mundos subterráneos de una ciudad de las de ahora".

Irina Palm se queda corta a veces, deja un par de cabos sueltos, por ejemplo, que torturan más tarde a los espectadores, pero plantea con gracia todas las historias de amor que puede vivir una persona. Enfrenta a su protagonista a una serie de obstáculos que desaparecen porque sí, sin haber dado antes la batalla, pero logra que la mirada de Marianne Faithfull

transmita la angustia que nadie merece. Y no hay otro largometraje que consiga eso, ahora mismo, en nuestra desa-nimada cartelera.