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JACKIE BROWN

Una extraña aventura policíaca construida en el estilo personal del director de 'Tiempos violentos'., 37558

2 de noviembre de 1998

Tres características definen a Quentin Tarantino como director y guionista: sus recursos dramáticos, que intentan romper el molde de la narración lineal; la intensidad de sus personajes, a los cuales les brinda entera libertad para definirse, y la madurez de sus diálogos, muchos de los cuales parecen superfluos pero a fin de cuentas contienen en sí mismos el germen de la construcción argumental. Estas particularidades, expuestas con lujo de detalles en Tiempos violentos, vuelven a aparecer en Jackie Brown, su más reciente película, protagonizada por dos actores que habían pasado prácticamente inadvertidos en los últimos años: Pam Grier y Robert Foster. La primera hace el papel de Jackie Brown, una veterana azafata que complementa sus finanzas introduciendo dinero de contrabando para un inescrupuloso vendedor de armas llamado Ordell (Samuel Jackson). El segundo es un operador de fianzas que termina involucrado con Jackie en una complicada maniobra mediante la cual buscan apoderarse de los 500.000 dólares que Ordell espera recibir de la azafata en una futura transacción. Con un agravante: Jackie ha sido descubierta con anterioridad por la policía y a partir de entonces simula colaborar en la operación que dará con la captura de Ordell. Aunque en apariencia la trama resulta complicada, Tarantino no descuida un solo detalle en la tarea de llevar al espectador de la mano por los intrincados caminos de su historia, una historia por demás alimentada con personajes disímiles pero interesantes, como el del socio de Ordell (Robert de Niro), un ex convicto tímido, impaciente y torpe que velará sin mucho tino por los intereses de su jefe; o como el de Melanie (Bridget Fonda), la hermosa y desubicada novia de Ordell, siempre dispuesta _aunque sin muchas ganas_ a traicionarlo. En medio de todas estas complejidades Tarantino hace gala de su obsesión más primitiva: la violencia como recurso cotidiano del mundo del hampa, un círculo en el que es igual de natural matar que comprar un helado, o mejor, en el que los asesinatos no reclaman ninguna reflexión moral. El humor negro de Tarantino, que lo lleva a ejecutar escenas tan famosas como la del homicidio accidental dentro del carro en Tiempos violentos y un instintivo asesinato provocado por impaciencia en Jackie Brown, no hace sino reforzar la idea del estremecedor delirio escondido tras las capas más oscuras de una sociedad sin remedio. Al margen de este estilo, gracias al cual muchos cinéfilos han terminado odiándolo, Tarantino tiene la gracia de proponer una narración colmada de sorpresas que acaba atrapando al público, incluso a pesar de la lentitud y la extensión de la película, un argumento más que efectivo a la hora de cobrar dividendos en taquilla.