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Raúl Platz no quería salir en la portada de su disco. Por eso escogió una foto de la estación Alexanderplatz de Berlín que, con ese encuadre, parece anunciar un concierto imaginario.

DISCOS

Jazz sin complicaciones

Comienza a sonar el nombre de Raúl Platz como uno de los bajistas más diáfanos del 'jazz' colombiano. Su primer disco es un modelo de claridad.

Juan Carlos Garay
28 de enero de 2012

El nombre de Raúl Platz es una entrada nueva en el panorama del jazz colombiano pero, en el ejercicio de ganarse la vida tocando, suma un tiempo largo. Si nos remontamos a los pecados adolescentes, tuvo dos actuaciones en Rock al Parque como parte del grupo Los Elefantes; si nos centramos en su dominio del jazz, lo vemos desde hace dos años como contrabajista de Tico Arnedo. Es raro que, desde el contrabajo, un artista decida dirigir su propio proyecto. Pero es obvio que Platz tenía mucho para decir.

Su primer disco, Si no hay 1 no hay 2, está lleno de composiciones bien estructuradas, imaginativas y, sobre todo, sin complicaciones. En lugar de largas improvisaciones que no saben a dónde van, las creaciones de Platz son breves y cíclicas, por momentos cercanas a las rondas infantiles. "A veces uno dice jazz y salen corriendo", reflexiona Platz. "Yo hago la analogía con la cocina: un plato puede ser sofisticado pero gustarle a todo el mundo".

Apostándole a esa fórmula, el contrabajista llamó a un equipo de grandes músicos entre los que se cuentan el pianista cubano Carlos Taboada y la cantante Gina Savino. Él es un músico juicioso que ha estudiado los puntos en común entre las músicas afro de Cuba y Colombia. Ella es posiblemente la vocalista más versátil del jazz colombiano, con una combinación de dulzura y fuerza que le va muy bien a las canciones. Escuchar a Gina es entender esa repetida idea de que la voz es un instrumento.

Lo cual nos lleva a otro punto: más de la mitad de las piezas de este disco tiene letra. Platz dice que todo fue parte del esquema: "Yo he trabajado con diferentes disciplinas artísticas, bailarines, cine, teatro, y he llegado a la conclusión de que la música no solamente es una experiencia auditiva. Debe evocar imágenes para que la gente se acerque. Las letras son un recurso, pero yo no soy escritor: en mi caso son pregones, frases sueltas, nunca una historia".

Lo cierto es que ese aparente punto débil termina siendo un atributo. Luego de las grabaciones comerciales del sello Verve en los años cincuenta y sesenta, el jazz comenzó a perder esa capacidad de ser silbado, tarareado, para adentrarse en búsquedas armónicas más complejas. Es bueno que aparezcan discos como Si no hay 1 no hay 2, que nos recuerdan que lo elemental también puede ser un ingrediente del jazz. En algunos casos ese lenguaje elemental puede detectarse en las bases rítmicas del currulao o de la cumbia. Raúl Platz se apresta a aclarar que él no es folclorista, pero reconoce que la plataforma del folclor le permitió introducir "pureza" en su disco.

Un disco que es solo eso: el registro de un encuentro de músicos, una sola vez en la vida, para recrear nueve composiciones. Si el lector busca en la magra agenda de conciertos de la capital, no encontrará fechas en las que este cuarteto (quinteto, cuando se suma la voz de René Segura) se presente. "La banda está disponible, pero no es una banda estable", aclara Platz. Y luego, para subrayar la ironía: "Existe pero no existe".

El nombre de Raúl Platz es una entrada nueva en el panorama del jazz colombiano, y a veces es arriesgado juzgar un talento solo por un primer álbum. Pero lo que sí podemos es extenderle la alfombra roja. Su contribución es un modelo de claridad, y eso se cuenta entre lo más refrescante que hemos oído en mucho tiempo.