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Kalibre 35

Raúl García Jr. le da esperanzas, con su primer largometraje, al nuevo cine colombiano.

Ricardo Silva Romero
25 de junio de 2001

Direccion: Raul Garcia Jr.
Actores: Juanita Acosta, Robinson Diaz, Juan Carlos Vargas, Mario Duarte, Gustavo Angarita.

Parece que, dentro de un par de producciones, ya no será necesario enfrentarse a las películas colombianas con compasión y palmadas en la espalda, como si fueran exámenes presentados por alumnos con problemas de aprendizaje y hubiera que calificarlas por el esfuerzo y no por los resultados. Estamos a punto.

Eso se siente al final de Kalibre 35. Que, gracias al esfuerzo de la dirección de cinematografía y a una nueva generación de cineastas y cinéfilos que no se va a quedar esperando a que le lluevan miles de millones de presupuestos, se está gestando una nueva actitud, un cambio profundo en la producción, la distribución y la recepción del cine colombiano. Cada vez hay menos gente que se queja. Cada vez hay más gente que trabaja.

Los alquileres de video ofrecen pequeñas historias colombianas que han sido filmadas con precisión, espíritu y sentido común —Confesión a Laura, La estrategia del caracol, Cóndores no entierran todos los días, La gente de la Universal— y los libros de cine, en las dos o tres páginas que suelen dedicarle a Colombia, citan las obras de directores —Luis Ospina, Gustavo Nieto Roa, Ciro Durán, Lisandro Duque, Francisco Norden, Carlos Mayolo, Sergio Cabrera, Jorge Alí Triana— que, con una pasión que los convierte en personajes inolvidables, han entregado sus vidas a las cámaras. Es todo un legado.

Lo recogen, hasta el momento, guionistas y cineastas como Felipe Aljure, Dago García, Ricardo Coral, Harold Trompetero, Jorge Echeverry y Raúl García Jr. Seguro que hay muchos más y que pronto, cuando se supere esta curiosa etapa de fallidos experimentos formales —que ha entrado al cine colombiano por culpa del bajo presupuesto y de esas pretensiones artísticas que nublan la precisión, el espíritu y el sentido común—, asistiremos, de nuevo, a una película que no le tenga miedo a contar, sin alardes ni efectismos, una historia conmovedora.

La cinta es tan clara y tan divertida —cuatro amigos más o menos jóvenes descubren que si uno quiere hacer una película en Colombia tiene que robarse un banco— que sorprende que su autor haya elegido caminos tan complicados para narrarla. Los planos arriesgados, las voces en off, el blanco y negro de videoclip y el simbólico búho a lo Oliver Stone, enredan, a más no poder, una anécdota apasionante que tenía al público —que también querría robar ese banco de La Soledad— totalmente de su lado.

Ahora: Kalibre 35 está blindada contra las críticas. Se trata de cómo es de difícil producir algo en este país y de cómo tratamos de hundirnos y tiene un personaje que nos recuerda que siempre entramos a las películas colombianas con la idea de que “esto no es Hollywood”. Así que habrá que valorar el esfuerzo, el talento y las buenas ideas. Y será justo olvidarse de las calificaciones.