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La caída del Halcón Negro

Ridley Scott demuestra todos sus talentos en esta estupenda reconstrucción de la batalla de Mogadiscio.

Ricardo Silva Romero
11 de marzo de 2002

Director: Ridley Scott
Protagonistas: Josh Hartnett, Eric Bana, Ewan McGregor, Tom Sizemore, William Fichtner, Sam Shepard, Jason Isaacs

Es 3 de octubre de 1993 y 123 soldados norteamericanos entran en Mogadiscio, Somalia, para capturar a dos líderes del clan de Mohamed Farrah Aidid, un grupo que, como en los tiempos del feudalismo, tiene sometida a toda la población. El objetivo, al parecer, es salvar a los somalíes de una hambruna y una guerra civil que ya van a cumplir mil años y están a punto de acabar con el país, pero la operación, que según los planes tendría que haber durado una hora, desemboca en el desastre cuando dos helicópteros Black Hawk son derribados y comienza una batalla infernal que devolverá a Estados Unidos, en sólo 15 horas, a los brutales tiempos de Vietnam.

La caída del Halcón Negro es, básicamente, un documental preciso y escalofriante, una excelente reconstrucción de esa batalla. La idea, al parecer, es recordarles a los espectadores, primero, que las tropas norteamericanas siempre llegan con buenas intenciones al resto del mundo, y, segundo, que la guerra es una pesadilla sin salida, pero el sangriento sin sentido de esas escenas termina por convencer a cualquiera de la peor de las sospechas (que cada quien debe resolver sus problemas como pueda: si una persona abusa de otra, la mejor solución no es, jamás, que un mayor abusador entre en el juego) y el cerebro lavado de esos héroes anónimos, que entregan la vida por el hombre que tienen al lado, conmueve profundamente, sí, pero no porque los conozcamos bien sino porque cualquier ser humano en combate es, a la larga, una tragedia.

Como reconstrucción del infierno de aquel 3 de octubre, La caída del Halcón Negro es, pues, una obra maestra: Ridley Scott, que en su larga y aparatosa carrera como director de cine ha filmado películas tan complejas e interesantes como Blade Runner y Los duelistas y tan discutibles y sospechosas como Gladiador y Hannibal, nos hace vivir el horrible horizonte y el sangriento temblor de la confrontación. Pero si como documental es un triunfo, como drama de un grupo élite de soldados, en cambio, el largometraje fracasa por completo: gracias a la invaluable colaboración de Jerry Bruckheimer, el astuto productor de Hollywood que ha sido capaz de volver chéveres la batalla de Pearl Harbor, los robos de carros y el Apocalipsis, carece de emoción, termina por reducir a una triste cifra la tragedia y no consigue darles vida a ninguno de sus mártires.

El único héroe de la película, de acuerdo con la definición del diccionario, parece ser el especialista Danny Grimes: se trata de un hablador soldado de oficina que, porque nadie lo imagina en combate, ha aprendido a hacer el mejor café del mundo, pero que por accidente termina en el centro de la acción. No, no es un gran personaje, pero sorprende. Y recuerda, de paso, que incluso cuando filma películas discutibles y sospechosas, Ridley Scott sabe perfectamente lo que hace.