Home

Cultura

Artículo

LA CALLE P'AL QUE LA CAMINA

El trazado vial de las ciudades colombianas olvida al peatón.

25 de junio de 1984

La intervención vial en las ciudades colombianas y muy especialmente en Bogotá permite apreciar con claridad lo que podríamos llamar la "visión del ingeniero" del espacio público. Debe aclararse que no se trata de un concepto peyorativo hacia una práctica y un conocimiento profesionales,sino que se refiere a la preferencia por la visión plana de la ciudad, cuantificable mediante cálculos de anchos de carriles y ejes de vías y con déficit en la comprensión de la cualidad tridimensional y de la experiencia vital que se sucede cuando esas rayas en los planos se convierten en tejido urbano.
El crecimiento urbano en Colombia en los últimos años ha demandado transformaciones en los tejidos existentes, transformaciones por cierto drásticas, guiadas por el modelo norteamericano de destrucción de los centros históricos o tradicionales para implantar mediante normas nuevos tipos de edificios acordes con el aumento en el costo del espacio urbano. El modelo europeo de conservación y rehabilitación de esos centros y de desarrollos nuevos alrededor de ellos no se adoptó aquí como pauta, quizá no sólo por estar ya bajo el influjo de nuestros vecinos del norte, sino también por considerar que esos centros eran poco menos que tugurios avejentados y sin valor histórico alguno. Lo que se ha salvado de la destrucción ha sido más por milagro que por convicción efectiva, la que sólo recientemente ha cobrado fuerza a nivel institucional, profesional ciudadano.
El espacio público es, antes que nada, tridimensional como lo sabe cual quiera que haya estudiado geometría y sepa distinguir superfie de espacio y de volumen. En segundo lugar, posee identidad y en tercer lugar es público porque en él acontece la vida ciudadana. La visión cuantitativa determina anchos, largos, paramentos, alturas, etc., pero es incapaz de determinar carácter o espíritu, porque éste no surge de las cantidades ni de los cálculos sino de la conciencia colectiva de pertenencia a una ciudad y de pertenencia de esa ciudad a la colectividad.
El trazado vial de la ciudad hace una buena parte de su estructura de espacio público. De él depende no sólo el flujo conveniente y adecuado de vehículos y personas, sino que también depende la claridad en la orientación del habitante, la facilidad o entorpecimiento de las actividades de la ciudad, la posibilidad de estar, de participar y de disfrutar de un espacio que es de todos y para todos. Amén de la identidad que la historia y la cultura contribuyeron y contribuyen a crear.
La obsesión por la ampliación de vías en los centros de las ciudades y la obsesión por simular autopistas en los cinturones periféricos significa pensar en el vehículo y no en el ciudadano.
El vehículo es un objeto, el ciudadano es una persona. Es obvio que es más fácil calcular vías para carros que vías para seres humanos. Como el asunto del transporte público es tema vedado en Colombia, los profesionales de muchas oficinas públicas de planeación solucionan la ciudad con vías y hacen a un lado aquello que corresponde a la calidad urbana, que dicho sea de paso, poco interés reviste para ellos.
La excepción colombiana es y ojalá siga siendo la ciudad de Cali. Allí, por un extraño fenómeno cultural, se han logrado aportes que si bien no son espectaculares o vistosos, son enormemente significativos. La acción pública, la acción privada y el espíritu ciudadano aunados han contribuído a crear una actitud respetuosa y de gran valor colectivo. Pero aun en Cali, los efectos de la visión cuantitativa se hacen sentir todavía, mientras por otro lado se hacen esfuerzos notables por recuperar y dar mayor valor al centro cívico de la ciudad y por dotar a la ciudadanía de una mejor calidad de espacio público.
Cabe preguntarse: ¿por qué la estructura de las oficinas de planeación y de diseño urbano en Colombia no se reformulan en función de la búsqueda de un mejor trabajo en pro de la ciudad? Si se trata de copiar ejemplos extranjeros, ¿por qué no se mira dónde se está trabajando en intervenciones sectoriales, con las comunidades de habitantes, con equipos de obreros especializados en la adecuación de calles y andenes, con nuevos diseños de espacios, etc.? El urbanismo de regla de cálculo o de computador no permite dar medida a los aspectos que hacen de la vida urbana algo no sólo llevadero sino también digno. El deterioro del espacio urbano es concomitante con el deterioro de la identidad de la población y con la pérdida de estima hacia la propia existencia.
Hacer la ciudad mediante rayas en los papeles y mediante los datos que ingresan a un computador puede parecer a muchos un indicador de avance profesional en el manejo de problemas. Para muchos otros, es tan sólo el olvido de que una ciudad, de que uno cualquiera de sus sectores, es una entidad que contiene vida y que permite que esa vida se desarrolle congruentemente. Por los síntomas visibles en las ciudades colombianas, se llega a concluír que en muchas oficinas de planeación y de obras públicas, la palabra vida ha sido descalificada por carecer de medida.