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La cantante invisible

Sinead O'Connor ha decidido despedirse del mundo de la música con el álbum más lírico de toda su carrera.

Juan Carlos Garay
20 de octubre de 2003

La página oficial de Sinead O'Connor en Internet se ha cerrado definitivamente. La propia artista se encuentra escondida, no se sabe si en el monte escocés Ben Nevis o en algún paraje de Jamaica. Ha cumplido a cabalidad el sueño que les confesó a sus seguidores el pasado abril: "Ya no busco ser una persona famosa sino un ser viviente normal".

Así las cosas, comenzamos a dejar de oír su nombre en las ondas. Cada vez veremos menos su foto en las revistas, cada día irá desapareciendo un poco más, hasta que sólo nos quede la música como remembranza. Pero uno siente que en el fondo no desea que la olvidemos: no de otra manera se entiende ese gesto ambiguo de dejarnos como despedida el álbum más lírico de toda su carrera.

¿Cuál es la razón para que una persona famosa quiera de pronto hacerse invisible? En un último comunicado de prensa Sinead O'Connor aducía timidez, pero además había un terror enorme que la perseguía: en cierta entrevista dijo que cada vez que le pedían posar para una foto o firmar un autógrafo sentía que se llevaban un pedazo de ella. Es una suerte de pesadilla que uno ha percibido antes en el mundo de la música. David Bowie la encarnó en la figura de Ziggy Stardust, la estrella que moría sacrificada por sus fans. De algún modo a Lennon no lo mató Chapman sino el peso de su fama.

Entonces es mejor desvanecerse, habrá concluido la cantante, y se ha despedido con 13 canciones sempiternas en un álbum llamado Sean-Nos Nua. El título es una expresión celta aparentemente contradictoria que significa "nueva música antigua".

Las melodías verdaderamente sublimes son las que sobreviven a la amnesia, por encima del nombre de su autor. En los créditos de un disco, para dejar claro que no fue necesario pagar regalías, esas canciones aparecen acompañadas del adjetivo 'tradicional'. Ya no le pertenecen a nadie pero a la vez son parte viva de un pueblo. Están por encima del negocio discográfico pero, sobre todo, están por fuera del tiempo. Ya no son del pasado sino de siempre.

Cuando Sinead O'Connor canta este repertorio celta, simplemente les presta su voz por un momento a melodías que sabe inmortales. Sean-Nos Nua es uno de esos álbumes -raros en estos tiempos- en que los cantos son mucho más antiguos que su intérprete. Y habría que agregar, sin intención alguna de rudeza, que seguirán vibrando luego de que la cantante se haya ido. Un pianista místico solía decir: "Yo no soy un músico sino un instrumento del Creador".

Entre tanto quedan quejas por la voz que se nos va. La más hermosa, quizás, es de la periodista Karen Schoemer, quien escribió al final de una reseña de este último disco: "Si es verdad que Sinead O'Connor se retira, esto es lo que vamos a extrañar". En efecto, el álbum suena a nostalgia. Pero a lo mejor se trata de la nostalgia nuestra, en tanto que ella nos envía desde estas canciones el mensaje de consuelo, la confirmación de que todo está bien.

Y la música seguirá sonando mientras damos nuestro paso por el mundo, descubriendo que la fama es simplemente una ilusión. La contraportada del disco ya no trae una foto de Sinead O'Connor, sino un paisaje verde de praderas infinitas y árboles centenarios. Esa imagen de paz pareciera decir que no es sólo una cantante quien se desvaneció, es que en verdad nada ha existido nunca.