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LA COSA PINTA MAL

Las secuelas del narcotráfico y la actual recesión económica tienen al mercado de arte sumido en una honda crisis. Varias galerías han cerrado y otras están a punto de hacerlo.

1 de septiembre de 1997

Por estos días las galerías de arte pintan mal. Y no porque hayan dejado de ofrecer las obras de los grandes maestros de la plástica nacional o los frescos y renovados trabajos de las nuevas generaciones. Pintan mal porque, sencillamente, los compradores han desaparecido. En el último año las ventas de las galerías han disminuido entre 50 y 70 por ciento, mientras la afluencia de público ha descendido casi en un 90 por ciento. El fenómeno es tan dramático que varias de las galerías del país han tenido que clausurar, al mismo tiempo que otras dejaron hace rato de organizar exhibiciones y trabajan de puertas para adentro con sus inventarios. El cierre de dos de las más importantes galerías de Bogotá sirve para ilustrar el drama: Alfred Wild y Garcés Velásquez. La primera cerró en febrero después de 12 años de trabajo. La segunda, que marcó buena parte del desarrollo del arte nacional en los últimos años de la mano de sus socios, Alonso Garcés y Aseneth Velásquez, anunció su clausura para el próximo 22 de diciembre. "Cerré porque no hay mercado", dice Alfred Wild. "Además de la crisis económica y de los robos que hemos sufrido estamos un poco cansados, asegura Alonso Garcés. La idea ahora es replantear nuestras estrategias para atacar de otra forma el mercado ". Al lado de Alfred Wild y Garcés Velásquez, galerías como Gartner Uribe y Luis Pérez han corrido igual suerte, aunque esta última todavía atiende el mercado secundario. En la misma situación se encuentran Fernando Quintana, quien tiene detenidas las actividades en Colombia y está dedicado a promover su galería de Miami, y León Tovar, propietario de la galería Tovar y Tovar, quien ha sobrevivido gracias al mercado extranjero. Ambos aseguran que habrían cerrado si dependieran de Colombia. La galería Valenzuela y Kleener, especializada en arte contemporáneo, cerró sus puertas al público a finales de 1995 con el ánimo de adecuar su nueva sede en una amplia casa del centro de la capital, pero la crisis económica la golpeó a mitad de camino y hoy tiene detenidas sus actividades. En Barranquilla, la galería de Elida Lara ya no atiende al público ni organiza exposiciones, mientras en Cali la galería de Jenny Vilá intenta sobreaguar cada día con mayor esfuerzo.Las secuelas de la narcoestetica Aunque la causa inmediata de la crisis tiene que ver con la recesión económica por la que atraviesa el país, los galeristas coinciden en que la situación también está relacionada con tres factores fundamentales: las secuelas del narcotráfico, que alimentó la ola especulativa de los años 80; la escasez de coleccionistas y, en menor medida, el agotamiento del sistema tradicional del trabajo galerístico en cuanto a la exhibición y la curaduría. De los tres, el más influyente es la incidencia del narcotráfico, fenómeno que en el mundo del arte fue bautizado con el nombre de 'narcoestética'.Durante la década pasada el mundo del arte en todo el planeta, pero en especial en Estados Unidos, vivió una de las olas especulativas más altas de su historia. Las obras de los grandes maestros, encabezados por los impresionistas, alcanzaron cifras tan astronómicas que incluso rayaban en el ridículo, tanto que el mercado del arte empezó a competir con el de la finca raíz y casi con el de Wall Street. Colombia vivió su propio período de opulencia, pero a su manera. Tal y como sucedió en el campo de la construcción, los capos grandes y chicos del narcotráfico se abrieron paso en el mercado del arte en busca de estatus, comprando con derroche todas aquellas obras que _se supone_ sólo estaban destinadas a las clases privilegiadas. "El afán de compra de los 'mágicos', relató a SEMANA un dealer de arte que prefirió mantener su nombre en reserva, desbordó el mercado. Surgieron mercaderes de todas las esquinas dispuestos a servir de intermediarios, y ellos mismos se convirtieron en especuladores, vendiéndoles a los narcos obras de mediocres pintores a precios que superaban dos, tres y hasta cinco veces su valor real. Incluso muchos terminaron consiguiendo s obras magníficas de Grau, Botero, Obregón y demás, pero todas ellas, insisto, a los precios absurdos exigidos por mercaderes que levantaban las obras quién sabe cómo". El hecho es que esta ola especulativa desestabilizó de tal forma el mercado de arte que muchos pintores nacionales sin trayectoria terminaron vendiendo más caro que muchos prestigiosos artistas internacionales. "Fue un juego al que se prestaron muchos mercaderes, algunos pintores y más de una galería", concluye el dealer. "Surgió mucho arte muy malo que terminó elevando el precio de todo el arte en general, comenta el galerista Carlos Alberto González, y ahora que la ola especulativa ha terminado surge la realidad de que se estaban fabricando castillos en la arena". En efecto, mientras la quiebra de la bolsa en Estados Unidos acabó con el boom del mercado del arte en Norteamérica, en Colombia la lucha contra el narcotráfico hizo lo suyo en el mercado nacional, con las consecuencias que hoy los galeristas aceptan. Viaje al justo precioA pesar de la angustia no todo en la crisis es negativo. De hecho, para algunos galeristas, como Carlos Alberto González y Alonso Garcés, tiene más ventajas que desventajas. "En primer lugar, la crisis está sirviendo para depurar el mercado, para que desaparezcan los intermediarios inescrupulosos y la gente vuelva a confiar en las galerías", comenta Garcés. González agrega: "La situación ha permitido que los precios desciendan hasta estabilizarse en cifras razonables, lo cual es un buen punto de partida si se quiere ver prosperar el arte colombiano de manera real". Luis Fernando Pradilla, director de la galería El Museo, una de las pocas que ha sobrevivido a la recesión gracias al mercado extranjero, tiene la misma impresión y sostiene: "Lo bueno de la crisis es que los artistas malos que fueron inflados hoy no valen nada. En última instancia sólo quedarán bien parados los artistas realmente competitivos". Los galeristas saben que el camino por recuperar es duro. Para muchos el entusiasmo embriagador y ficticio de la década pasada dejó una gran cantidad de compradores esporádicos y ningún coleccionista. "El arte mexicano y venezolano es sostenido gracias a la proliferación de coleccionistas, comenta Alfred Wild. En Colombia son contados con los dedos de una mano". En general todos están de acuerdo en que la única forma de salir adelante es incentivando el coleccionismo, algo nada fácil en un país que no tiene tradición en ese campo. "Salvo escasas excepciones, comenta Amparo Gartner, la empresa privada no está muy interesada en formar colecciones, mientras los particulares son apenas simpatizantes con escasa noción de lo que es un coleccionista. Todo el mundo quiere tener obras importantes en su casa, pero nadie sabe qué es lo importante". Algunos analistas han visto en la crisis una oportunidad para que la relación entre la galería y el espectador se revitalice. Al fin y al cabo el arte ha cambiado dramáticamente en los últimos años y de los tradicionales cuadros colgados a las paredes se ha ingresado a la era de las instalaciones. "Hay que replantear este tipo de relación con el público, dice Alonso Garcés. Las galerías tienen que ser mucho más dinámicas y flexibles porque si no están destinadas a desaparecer". Así las cosas, el mercado del arte afronta uno de sus peores momentos sin que se sepa a ciencia cierta si todavía no se ha tocado fondo. Mientras tanto los expertos aseguran que, precisamente por eso, comprar arte hoy es una excelente inversión, pues nadie niega que los precios están más estables que nunca.