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La cultura pide auxilio

Irónicamente, ahora que Colcultura tiene siete veces más presupuesto que antes, el fantasma de los auxilios le impide gastarlo. Las fundaciones del sector están a punto de morir.

11 de octubre de 1993

EL DIA EN QUE RAMIRO OSORIO ASUmió la dirección del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), a finales de 1991, lo que más le sorprendió fue el presupuesto asignado para el año siguiente: 422 millones de pesos. "Esto tiene que ser una broma", pensó pues esa suma equivalía a lo que él mismo había invertido sólo en la organización de un festival de teatro en México, meses atrás.
Con tales expectativas lo primero que hizo fue luchar por un presupuesto apropiado. Y lo consiguió. Es más: en menos de dos años Colcultura logró multiplicarlo por siete. Sin embargo, cuando todo el mundo esperaba que los 3.000 millones de pesos asignados como presupuesto para 1993 empezara a gastarse, un fallo del Consejo de Estado. con respecto a la celebración de contratos de la Nación con instituciones privadas sin ánimo de lucro, paralizó las operaciones.
La sentencia de la alta corporación, que afectó por igual a los sectores como la salud y la educación, tiene a los organismos culturales a punto de morir de inanición. Todo por lo que los analistas llaman una "interpretación legalista de la Constitución". Paradójicamente, ahora que Colcultura tiene plata por primera vez en la historia, no puede repartirla.
Los más afectados han sido los museos, los grupos teatrales y las orquestas. Sin ir más lejos, el Festival de Teatro de Manizales, que estaba previsto para la primera semana de agosto, tuvo que aplazarse por falta de fondos.
Y el Museo de Arte Moderno. de Bogotá (MAM) atraviesa por una de las crisis más agudas por la falta de aportes: la nómina de estos 10 meses se ha pagado a base de sobregiros. La situación llega a tal punto que la directora del MAM, Gloria Zea, ya dio la voz de alerta: "El caso no se puede catalogar de dramático, porque el término no alcanzaría a describir la dimensión del problema. Pero lo más grave de todo es que a nadie le interese que las entidades culturales se queden sin financiación".
En las mismas circunstancias se encuentran la gran mayoría de las entidades privadas dedicadas a la cultura. El Teatro Popular, de Bogotá (TPB); las orquestas sinfónicas, de Medellín y Cali; el Teatro Experimental y el Museo La Tertulia, también de Cali; el Museo Rayo, de Roldanillo; el Festival de Cine de Bogotá, y la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano son sólo algunos de las instituciones asfixiadas por la providencia judicial. Además, como en Colombia la cultura está manejada casi en su totalidad por organismos privados -que quedaron impedidos para recibir aportes y donaciones según la Constitución de 1991-, no es de extrañar que más de 170 por ciento de las entidades culturales estén al borde del cierre.
"Nosotros pudimos subsistir este año por los ingresos de "La Cándida Eréndira"-dice Jorge Alí Triana, director del TPB-. Pero esa plata ya se agotó.
Y sin los aportes de Colcultura, que representan el 40 por ciento del presupuesto total del teatro, es probable que antes de iniciarse el próximo año tengamos que suspender actividades".
En general, los trabajadores de la cultura coinciden en que si no se da una solución urgente al problema de los aportes, el 80 por ciento de las entidades dedicadas a esta actividad se verán obligadas a cerrar sus puertas en menos de seis meses, con lo cual todo el programa nacional de cultura se vendrá al suelo. "La caída de los aportes es un revés de inmensas proporciones -dice Ramiro Osorio-. Nunca antes se había creado un mecanismo para el desarrollo cultural a largo plazo, como el de ahora, en el que por fin se contempla un incentivo contundente para que la empresa privada se vincule de lleno a la cultura. Nunca antes se contaba con un presupuesto abundante como el de hoy.
Pero, al mismo tiempo, nunca antes la cultura había estado tan encadenada".
La situación, sin embargo, tiene remedio. Actualmente cursa en el Congreso un proyecto de Acto Legislativo, al cual le hace falta el sí de la plenaria del Senado, que intenta liberar los aportes paralizados por el Consejo de Estado. Pero aunque todo parece indicar que los fondos quedarán por fin libres, lo cierto es que su aprobación es urgente, pues las entidades culturales ya no aguantan más. Tal como lo afirman los dirigentes culturales, "ya es hora de que la cultura se convierta en una prioridad nacional, en vez de ser, como hasta ahora, el último problema en el que se piense".