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‘El pensador’

La era del bronce

La exposición artística más importante del año está a punto de inaugurarse en el MamBo: la obra de Auguste Rodin. Aquí, desde el embalaje hasta su llegada, está el viaje que hicieron las obras del hombre que transformó la escultura moderna.

12 de abril de 2008

Las 70 esculturas de la exposición más importante del año en el país, la de Auguste Rodin, llegaron a Bogotá desde Puerto Rico en un embalaje para obras de arte que parecía concebido para llevar al hombre a la luna. Resistentes a los golpes, con aislantes térmicos, barnices retardadores de combustión en caso de incendio, envolturas con acidez neutra para no dañar la obra, travesaños para mantenerla inmóvil y empaques diseñados para evitar la electricidad estática.

El 7 de abril desembarcaron en el aeropuerto El Dorado y fueron llevadas al Museo de Arte Moderno (MamBo), que las esperaba para celebrar sus 45 años de existencia. Sólo el 15 de abril podrán ser abiertas, y sólo verán la luz cuando lleguen al país las mismas personas que las empacaron: el curador del museo de Arte de Ponce, donde estaba la exposición, y el curador del museo Soumaya, donde reposan 52 obras originales del escultor francés. Ese día se hará la aduana de su ingreso al país, en presencia de ambos.

La demora para abrirlas se debe a razones de peso. Las obras sufren cambios por las diferencias climáticas y es necesaria su aclimatación. En el momento del desembalaje de la obra, los curadores harán una ficha técnica para revisar si hay alguna modificación o si sufrió algún rasguño. Si todo está bien, pasará por fin a la sala de exposiciones del MamBo para dar inicio a la exposición La era de Rodin. Entonces usted la verá.

A partir del 22 de abril y hasta el 20 de junio la obra de Rodin estará por segunda vez en el país. La primera vez la había traído Gloria Zea, durante su segundo año como directora del Museo de Arte Moderno, en 1971. En agosto de ese año llegaron 70 obras del escultor francés, cuando el museo era apenas un legado de obras que había dejado la primera directora, Marta Traba, y un catálogo de exposiciones consignado en una caja de cartón. Después de pasar por la Universidad Nacional y por una galería en el Parque Bavaria, Zea inauguró la muestra de Rodin en el Planetario Distrital y llenó de público la sala Luis Caballero.

La pasión que despertó la obra del escultor francés en Zea, y que la lleva ahora a traer a Rodin por segunda vez al país, también contagió durante toda su vida a la libanesa Suomaya Domit. De las 70 piezas, 52 llegan del museo mexicano que lleva su nombre. Enamorada de la obra de Rodin, Soumaya, esposa del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, decidió rastrear sus trabajos por el mundo hasta el punto de llegar a tener la segunda colección más importante del escultor, después de la del museo Rodin, en París. Fallecida en 1999, dejó como legado el museo, con obras cumbre como El beso y El pensador. La salida de las piezas a Colombia, previo paso por Puerto Rico, es histórica, porque hasta ahora habían formado parte sólo de las exposiciones permanentes en México.

Las otras 18 piezas pertenecen a contemporáneos de Rodin. Lo más importante de esa muestra es la obra de Camille Claudel, escultora de renombre y amante, modelo y musa de Rodin, cuya vida ha sido llevada incluso al cine. Claudel vivió en un manicomio los últimos 30 años de su vida, destrozada por su apego y amor a Rodin, quien a pesar de su relación con Claudel, permaneció unido a su mujer, Rose Beuret.

¿Quién fue Rodin?
Auguste Rodin fue un estudioso de la anatomía, pero lo que expresó, y que lo hizo célebre, fue su capacidad para revelar el alma. Su obsesión por el detalle lo llevó a ser tildado de farsante y de imitador, y de ir contra las escuelas clásicas imperantes hasta el momento. Rodin no sólo salió airoso de las acusaciones, sino que se fortaleció con el paso de los años, al punto de darse el lujo de hacer dos tipos de escultura: una para vivir, que seguía la tradición, y la trasgresora, que lo catapultó a la celebridad.

Atacado desde su misma juventud por estudiar en una escuela pública para artesanos y no en la gran Escuela de Bellas Artes, en la que no fue admitido, el artista nacido en 1840 trabajó para otros escultores durante muchos años antes de mostrar algo de su genio. Ernest Carrier-Belleuse fue su profesor (de él también habrá esculturas en la exposición del MamBo). Sólo a sus 30 años colaboró, por primera vez, en la realización de una obra arquitectónica en Bruselas, pero fue a los 37 años cuando Rodin obtuvo el reconocimiento. Le llegó gracias a la polémica que levantó su obra La era de bronce, de un desnudo masculino, cuando no pocos críticos dijeron que su realismo era tal, que Rodin sólo podía haber obtenido algo así copiando el cuerpo del modelo en moldes de yeso.

Las acusaciones no pudieron con él, y por el contrario, le sirvieron para distanciarse cada vez más del clacisismo, hasta el punto de ser llamado ‘el primer moderno’ de la escultura mundial. Además, le hicieron un favor: pusieron su nombre a sonar.

Este hijo de un policía abolió de sus obras el altísimo pedestal que separaba la escultura del público y ya con eso creó una ruptura, porque sus trabajos aparecieron a la altura del espectador. Se arriesgó en otras cosas, como en crear, a partir de un mismo molde, series de la misma imagen (como El pensador, del que existen más de 20 versiones) para obtener distintas versiones, formatos y tamaños de una misma obra. Y apeló al collage para inventar nuevas obras, uniendo partes de distintas esculturas para crear una nueva pieza.
Su gran aporte es, sin embargo, otro: aprovechar sus conocimientos de anatomía para crear imágenes que expresaran un sentimiento interno. Su decisión había sido enfática y transformaría el arte del mundo a partir de ese momento, porque les permitiría a los escultores alejarse de las formas del modelo para modificarlo a su antojo y expresar el sentimiento que el artista quisiera. Rodin murió en 1917 y sobre su tumba, en la ciudad de Meudon, Francia, fue puesta la figura de El pensador.