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"LA DICTADURA DAÑO AL PAIS, PERO NO LO DESTRUYO"

EDUARDO GALEANO

31 de marzo de 1986

Cuando vino hace dos años, tenía la mirada apagada. Aún sentía dolor en su piel, pues la dictadura continuaba tan campante sobre su país que Eduardo Galeano pensó que jamás se iría a acabar. Pero de pronto, casi mágicamente, el Uruguay empezó a girar. Los periódicos aparecían con noticias optimistas, las paredes se llenaban de carteles y los graffiti fueron una dulcisima dosis de esperanza para los orientales, que debieron soportar largos años de angustia y de desesperanza. Fue tan inmenso el número de exiliados que alguien, con el corazón destrozado pero brillando en alguna parte un haz de humor, colgó una pancarta en el aeropuerto internacional que decía: "El último que salga apague la luz". Ahora, cuando la democracia ha regresado, Eduardo Galeano ha hecho lo propio.

SEMANA: ¿Qué se siente volver al país después de ese melancólico exilio?
EDUARDO GALEANO: Sentí mucha alegría de reencontrarme con mi gente y con mi tierra. Mucha alegría por descubrir que el engranaje de la destrucción montado por la dictadura no había sido capaz de romper al país; y alegría por descubrir que el engranaje de castración puesto en funcionamiento por la dictadura no había sido capaz tampoco de envenenar el alma del país, ni de amputarle su capacidad creadora y su fecundidad.
S.: ¿ Quiere usted decir que la dictadura uruguaya provocó daños parciales a su país?
E.G.: Lo que quiero decir es que el país ha sido dañado por la dictadura, pero no destruido por ella y es bueno descubrir que no ha sido destruido, porque cuando uno se va arrimando al aeropuerto, no sabe bien lo que va a encontrar.
S.: ¿ Ya quitaron el letrero aquel que invitaba a apagar la luz...?
E.G.: No, no está, aunque le aseguro que quedó una situación económica catastrófica y esto es lo que más me golpeó. Tuve la alegría de descubrir que el país sigue teniendo la capacidad de creación y de solidaridad, que fueron las dos cosas que la dictadura persiguió con más saña: la capacidad de creación, de solidaridad, de vínculo. La dictadura impuso en el Uruguay un sistema de desvínculo. Intentó despalabrar al país, condenarlo al silencio y en eso fracasó.
S.: Toda dictadura se pasa de los extremos, ¿como cuáles?
E.G.: Como el de los cumpleaños. Era prácticamente imposible poderle celebrar el cumpleaños a un familiar o a un amigo, pues los militares no lo permitían. Correspondía, entonces, solicitar un permiso y si uno estaba clasificado en A, B o C grupo, le extendían el permiso o lo rechazaban. Los del C, eran peligrosos o muy peligrosos para la dictadura, jamás pudieron celebrar a lo largo de esos años reuniones familiares.
S.: ¿Qué más vio en su país: pobreza, niñez desamparada, mendigos...?
E.G.: Definitivamente el país está arrasado, económicamente arrasado.Me golpeó mucho descubrir una enorme cantidad de niños viviendo de las basuras, una cantidad tremenda de mendigos pululando por las calles. El país está muy bombardeado por la política económica a cuyo servicio la dictadura ejerció la represión. La dictadura no nació en el Uruguay, ni en ninguna otra parte, de la oreja de una cabra. Como bien sabemos, los regímenes militares latinoamericanos no son más que los brazos armados del Fondo Monetario Internacional, o sea que hacen lo que hacen al servicio de una política económica que no puede ser aplicada de otra manera, con democracia.
S.: ¿Lo que quiere decir que la democracia actual ha prolongado su sistema económico iniciado por la dictadura?
E.G.: Lo que actualmente hay es una contradicción muy grave porque la democracia continúa en el Uruguay aplicando más o menos la misma política económica de la dictadura, no ha habido cambios importantes en eso, ni ha habido tampoco cambios importantes en cuanto a desmontar el aparato represivo. Acaba de aprobarse en estos días o está aprobandose el presupuesto nuevo, en donde han destinado el 40% a las Fuerzas Armadas y a la Policía o sea, gastos de represión. La universidad tiene un 3%, la mitad de ese 3% es para el hospital universitario, o sea, gastos de salud pública, lo que quiere decir que el porcentaje para la universidad es del uno y medio por ciento, porcentaje que corresponde a la democracia y el 40% para la represión. Yo digo: más que un presupuesto para la democracia, parece el presupuesto para un cuartel.
S.: A Sanguinetti se le preguntó en alguna oportunidad que por qué no le había seguido juicio a los militares como lo hizo Argentina, y afirmó que eran historias diferentes. ¿Qué opina al respecto?
E.G.: Me parece un escándalo que los torturadores anden sueltos por la calles, que los verdugos circulen tan campantes. Me parece un escándalo porque la democracia renace amenazada. Se decía de la mujer del César que además de ser honesta, tenia que parecerlo. Creo que la democracia además de parecer democracia, tiene que serlo, tiene que parecerse bastante a un régimen donde es el pueblo quien toma a su cargo su propio destino. Esta profundización de la democracia está en contradicción con la supervivencia del engranaje de la dictadura que sigue tan campante y que la amnesia no es buena para construir un país nuevo.
S.: Hay que hacer justicia, pero se puede pecar de rencoroso...
E.G.: No es que haya que quedarse atado a los rencores, no se trata de eso, sino que se trata de hacer justicia, la justicia no es enemiga de la democracia; entonces, hay una falacia allí que intenta oponer democracia y justicia y que nos intenta vender la imagen de la democracia tan frágil que si se mueve se rompe, como que no se puede tocar, como que la democracia está condenada a la parálisis, que es una señora muy viejita en silla de ruedas y que si le hablan fuerte, se muere. Entonces, yo creo todo lo contrario.
S.: ¿ Cuál es, entonces, la democracia más cercana a la ideal?
E.G.: Hablemos concretamente de la democracia en el Uruguay. Para que ésta pueda sobrevivir, tendría que apoyarse sobre estructuras sociales y económicas renovadas, completamente nuevas. La Reforma Agraria en el Uruguay no es un tema de discusión de intelectuales, es urgencia nacional. El país se está quedando sin campesinos, ¡no hay más campesinos! ¡Absurdo! ¡Un país que vive del agro y no tiene campesinos! Toda la economía continúa girando en torno del eje de la especulación, desalentando la producción; todo eso hay que cambiarlo con medidas de fondo, esas medidas de fondo implican un desafío contra el engranaje puesto en práctica por la dictadura y yo creo que la profundización de la democracia pasa por la realización de la justicia, que no se puede hacer la democracia con los materiales de la dictadura, no se puede levantar una casa nueva con ladrillos de mierda...
S.: Entonces el Uruguay actualmente tiene una democracia entre comillas?
E.G.: Yo no creo que sea la democracia entre comillas. Yo creo que una democracia de verdad tiene que profundizarse para sobrevivir, o sea que el problema de la democracia no es solamente el ritual de la votación periódica de los ciudadanos, no es solamente el funcionamiento normal de las instituciones, sino que democracia es también una cantidad de cosas que hacen a la participación popular, y yo pienso que hace falta como meterle energía a la democracia en el Uruguay. Y para eso necesita que haya cambios en la jaula que la tiene presa, que le impide desarrollarse; hay como una camisa de fuerza que le impide moverse, respirar a pleno pulmón, expresarse del todo, moverse, caminar.