Home

Cultura

Artículo

La exposición muestra por medio de objetos y explicaciones sencillas los pasos que el científico siguió para concluir que las especies tienen un ancestro común.

CIENCIA

La exhibición de Charles Darwin: la evolución de un genio

Del Museo de Historia Natural de Nueva York llega a Colombia una exhibición dedicada a Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución. Este es un recorrido por sus salas y algunos de sus objetos más curiosos.

8 de septiembre de 2012

Charles Darwin estuvo a punto de perderse el viaje de su vida. Cuando un profesor de botánica de la Universidad de Cambridge lo invitó a participar en una expedición por el mundo, su papá no quiso dejarlo ir. Creía que era un "proyecto salvaje" para el que su hijo, entonces de 22 años, no estaba listo todavía. Por suerte, un tío lo hizo cambiar de parecer y en pocos días el joven zarpó de Inglaterra en 1831, a bordo del barco HMS Beagle, rumbo a Suramérica, Australia y África.

Esa y otras anécdotas hacen parte de Darwin, la exhibición, una muestra inspirada en la vida y obra del padre de la teoría evolucionista, que hace unos días se inauguró en el Claustro de la Enseñanza. Con más de 180 objetos, entre cartas, fotografías, fósiles, plantas y animales vivos y disecados, es la primera vez que el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York inaugura en Colombia esta exposición itinerante, que ya ha estado en más de 20 países y ha sido visitada por cerca de 4 millones de personas.

"Tardamos dos años en agendarla, pero la espera valió la pena. Es una oportunidad para que las personas que no pueden viajar a Nueva York o a Londres vean en su ciudad una exposición de primer nivel", asegura Felipe Santos, director de Coolture Marketing, la empresa que trae la muestra al país. La primera parada fue en Villavicencio y luego le llegó el turno a Bogotá, donde los capitalinos podrán conocer el paso a paso de cómo el genio de la biología moderna desentrañó el misterio del origen de las especies hace más de siglo y medio.

La exhibición está dividida en diez salas que explican de forma didáctica los descubrimientos del biólogo británico y algunos aspectos poco conocidos de su vida. La curiosidad es el punto de partida de la muestra y el motor que siempre inspiró a Darwin. Cuando era niño le gustaba coleccionar desde huevos de aves y conchas de mar hasta escarabajos y polillas. Su papá quería que fuera médico y clérigo, pero a él lo único que le interesaba era la naturaleza. "Solo te importan la caza, los perros y capturar ratas. Serás una desgracia para ti mismo y para tu familia", solía decirle su padre.

Su sueño de conocer el mundo se hizo realidad en diciembre de 1831, cuando consiguió el cupo y el permiso para viajar en el Beagle, un buque de apenas 27 metros de eslora en el que permaneció cinco años. Para entender cómo fue el recorrido, además de un mapa de pared a pared con la ruta trazada, los visitantes pueden ver en vivo y en directo algunos de los animales que Darwin estudió durante su travesía, como la tortuga morrocoy y la boa constrictor. En otro recinto también están expuestas las plantas que recolectó en las islas Galápagos y envió sistemáticamente a sus colegas en Inglaterra.

A su regreso el científico se instaló en Londres, pero sus constantes mareos y dolencias que empezaron a manifestarse después del viaje, lo obligaron a retirarse a la Casa Down, una granja a 25 kilómetros de la capital. Allí escribió su obra cumbre El origen de las especies por medio de la selección natural, y pasó el resto de sus días en compañía de su prima y esposa, Emma Wedgwood, y sus diez hijos. La exhibición cuenta detalles de su vida familiar y recrea el estudio exacto donde trabajaba: están sus microscopios, algunas botellas con productos químicos que usaba en sus experimentos, cajas con insectos y semillas, su taburete con ruedas e incluso la cama de su perra Polly.

Como el naturalista esperó casi dos décadas para publicar su hallazgo, la muestra también se detiene a examinar, con esqueletos, cuadernos en los que formulaba sus hipótesis y libros de consulta, Darwin concluyó que todos los seres vivos tienen un ancestro común y que los hombres descienden de los primates. La escandalosa teoría provocó todo tipo de reacciones entre los académicos de la época y, por eso, hay una sala dedicada a la controversia y el debate científico.

Una de las novedades que los organizadores incluyeron para el público colombiano es un aula interactiva de astrofísica que se abrirá dentro de poco y contó con la asesoría de Jorge Bueno, biólogo y director del Instituto de Astrobiología de la Universidad Nacional. "Queríamos enriquecer la experiencia de los asistentes con charlas de los guías, talleres y conferencias académicas, pero sobre todo aprovechar la tecnología para darle un valor agregado a la exposición", añade Santos.

Después de Bogotá, las próximas estaciones serán Medellín y Barranquilla. De hecho, la iniciativa ha tenido tan buena acogida que probablemente llegue a Ecuador y a Chile. Al fin y al cabo, es una posibilidad única de entender, en 1.000 metros cuadrados, el pensamiento de uno de los hombres más revolucionarios en la historia de las ciencias naturales.
 
Darwin en cinco objetos
 
• Aunque desde niño Darwin demostró una sensibilidad especial por la vida silvestre, particularmente por la colección de escarabajos, su papá lo obligó a estudiar medicina. Sin embargo, no duró mucho en esa carrera porque le aterraba la sangre.
 
• Como su habitación en el barco HMS Beagle era tan pequeña, tenía que colgar una hamaca a 60 centímetros del techo para dormir. Así transcurrieron cinco años de su vida.
 
• Antes de casarse con su prima, Darwin hizo una lista de pros y contras del matrimonio. La mayor desventaja suponía relegar su carrera científica a un segundo plano, pero al final optó por “una buena esposa en un sofá”.
 
• Darwin solo se animó a publicar sus hallazgos consignados en varias libretas, después de que su colega Alfred Russel Wallace le envió una carta en la que le contaba que estaba trabajando en una teoría sobre el origen de las especies similar a la suya.
 
• Cuenta el capitán Robert FitzRoy que el joven naturalista estaba tan maravillado con las tortugas de las islas Galápagos que parecía “un niño con un juguete nuevo”. Incluso se llevó unos ejemplares para comérselos en el viaje de regreso.