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La isla embrujada

En su más reciente trabajo, la artista Patricia Tavera descubre la realidad fantástica de Barú

13 de septiembre de 1993

ALGUNA VEZ GAlaor Carboneli dijo que Patricia Tavera se negaba a aceptar la realidad. Sus figuras humanas surgían de la nada, flotaban en una penumbra similar al océano o a la noche, pero en todo caso sostenidas en una especie de vacío sólo perceptible en sueños.
Sin embargo, durante los últimos dos años, esta pintora bogotana decidió aceptar el reto de ir integrando a la naturaleza los solitarios cuerpos de su obra anterior. Por fin, Patricia Tavera quiso enfrentar sus figuras a la realidad. El resultado está representado en los 21 cuadros que conforman la exposición "Barú", que por estos días exhibe la Galería Gartner Torres en la sede de la Fundacón Santillana, en Bogotá.
La isla caribe había generado una fascinación casi obsesiva en Patricia Tavera desde que la visitó por primera vez hace varios años. Los atardeceres sobre los espesos manglares; las serpenteantes raíces de los árboles y la vegetación húmeda alumbrada tenuemente por los rayos de sol que se alzanzan a colar por la enramada, la inspiraron de tal forma que ya no hubo manera de escaparse a la tentación de llevar a Barú al lienzo.
La obra esta caracterizada por el cuidadoso manejo de la luz y por la utilización de colores ocres. En ella los seguidores de Patricia Tavera pueden observar cierta evolución. Ya sus figuras no estan suspendidas; ahora se enfrentan a la realidad natural. Por eso, aunque en los cuadros predomina el paisaje, en ellos irrumpe de pronto una figura humana tan unida al paisaje que a veces no se sabe si lo representado es una raiz o un cuerpo.
De todas formas, lo importante es esa búsqueda progresiva de reflejar al hombre en el medio natural, para luego confrontarlo con su realidad más cotidiana, la de su casa, sus muebles y su alcoba. Ese será el próximo paso para que Patricia Tavera encuentre esa madurez que ya empezó a germinar con su serie sobre Baru.