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Raymond Carver publicaba sus relatos en ‘The New Yorker’ y ‘Esquire’. Se le considera precursor del realismo sucio.

LIBROS

La literatura como superación personal

La poesía de Raymond Carver da cuenta de su hundimiento en el alcohol y de su redención.

Luis Fernando Afanador
20 de agosto de 2011

Raymond Carver

Todos nosotros

Bartleby, 2007

260 páginas

Si la literatura no sirve para ayudarnos a vivir, no sirve para nada. Cada vez me alejo más de una visión académica, formal, teórica y me acerco a otra personal, concreta, vital. Quizá antigua, nunca anacrónica: así era como la gente se relacionaba con la literatura. En La isla del tesoro, de Stevenson, se aprendía a conocer el mal; en Rojo y negro, de Stendhal, el arribismo; en En busca del tiempo perdido, de Proust, el mecanismo del amor y de los celos; en La canción de amor de J.A. Prufrock, de Eliot, la tragedia de ser un pusilánime: "He medido mi vida con cucharitas de café". ¿En qué momento perdimos el norte? Sí, ¿en qué momento aceptamos que la literatura era solamente palabras? Porque no encuentra el relato de su vida y del mundo en el que vive, la gente busca los libros de superación personal y no, como antes, los de literatura, que para eso servían. Pero ahí sigue, para el que quiera verla, la profunda humanidad de los viejos maestros y de un puñado de autores contemporáneos.

Raymond Carver es uno de ellos. Y el Raymond Carver poeta, muy desconocido, lo es sin duda. Esta edición, la más completa de su obra poética que se ha hecho hasta ahora en español, nos permite apreciarlo a cabalidad. El Ray de Todos nosotros, como se titula la antología, no es un "yo poético", sino un hombre con un dolor verdadero. Un alcohólico con una vida desastrosa: en bancarrota, con un matrimonio acabado y una relación deteriorada con los hijos, al que le daban poco tiempo de vida: "Le dijeron que le daban seis meses de vida si seguía así. Y que por ese camino no llegaría sino al fondo". Como si de un diario se tratara, Carver cuenta en detalle su infierno: "Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta/ Miedo a dormirme por la noche/ Miedo a no dormirme./ Miedo al pasado resucitado/ Miedo al presente echando a volar./ Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche". Su escritura es personal, no quejosa ni exhibicionista. El autor habla consigo mismo y de esa manera le propone al lector una conversación. Dice en el prólogo Tess Gallagher, la viuda de Carver: "La voz que gravita en los poemas alcanza la perspectiva necesaria, tanto en el tono como en la actitud, para sentir el alivio de no estar invitados a una falsa conmiseración".

Llegar al fondo y salir. De eso tratan estos poemas. De un alcohólico desahuciado que encuentra su camino. Pura superación personal. Pero a diferencia de los libros de superación personal al uso, Ray no intenta convencer ni darle consejos a nadie. Mucho menos lucrarse con ello. Escribe lo que está viviendo. Lo necesita. No puede hacer otra cosa. Escribe desde la oscuridad para aclarar su vida errática. Dice de su alcoholismo: "No puedo decir que se me para el corazón. No tengo corazón cuando se trata de la bebida. Es triste, sí. Solo Dios lo sabe". Dice de su exmujer y de sus hijos: "Ella está atrapada/ en el engranaje de un nuevo amor… Muy lejos/ otro hombre está criando a mis hijos, / acostándose con mi mujer, acostándose con mi mujer".

De repente llega el salvavidas y así como ha testimoniado los días difíciles, el poeta también sabe reconocer la epifanía: "Empiezo a mirar lentamente alrededor/ y a escuchar, utilizando para ello/ mi cuerpo entero como el caracol/ utiliza el suyo, relajado, pero alerta. / ¡Atención! Esta noche es un hito/ en mi vida. / Después de esta noche, / ¿cómo podré volver a mi/ vida anterior?". Hay que sujetarse bien y mantener los ojos fijos en las estrellas. La vida le ha dado una segunda oportunidad, una propina de diez años más que él sabrá aprovechar en cada minuto: sobrio, trabajando, amando y siendo amado por una buena mujer. No importa que un cáncer le ponga fin a esa propina. Valió la pena. Se considera un hombre con suerte, agradecido, y así lo va a expresar en varios poemas. Cito el último, el más conmovedor: "¿Y conseguiste lo que/ querías en esta vida / Lo conseguí. / ¿Y qué querías / Considerarme amado, sentirme/ amado en esta tierra".

La base de la escritura es la verdad de lo que somos. Pero el poema no es solo un "recipiente de sentimientos". Debemos encontrar el estilo adecuado. El "estilo invisible" que encontró Carver para que su experiencia se ensanche a través del lector.