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A LA LONA

"Pelearán diez rounds", el último montaje del Teatro Nacional, tiene más de show que de teatro, pero vale la pena.

8 de mayo de 1989


En Colombia el boxeo ha dado para todo. Es la única esperanza para decenas de jóvenes costeños que acarician el sueño de llegar a ser un Bernardo Caraballo o un "Happy" Lora. Ha sido fuente de inspiración de escritores y compositores y hasta la televisión se le midió, con gran éxito, a la realización de una telenovela en la que el héroe era ni más ni menos que un boxeador. Ahora, el teatro ha echado mano del tema para montar una obra. Se trata del trabajo del escritor mejicano Vicente Leñero, "Pelearán diez rounds," que el Teatro Nacional escogió para exhibir en su sala y abrir la temporada.

Ramiro Osorio, el director, la vio en Méjico hace unos tres años y le propuso a Fanny Mikey el montaje. Aunque hubo que posponer el proyecto varias veces, finalmente comenzó a cuajar la idea. El hecho de que Colombia sea semillero de boxeadores y la familiaridad de los colombianos con el deporte de las narices chatas, como popularmente se llama al boxeo, hizo que lo que en principio parecía complejo fuera saliendo con relativa facilidad.

Lo primero que hizo Ramiro Osorio fue ponerse en contacto con uno de los "sabios" en la materia, el profesor Rito Rosas, forjador de campeones. En cuestión de días definieron las características del joven que debía interpretar a Bobby Terán, el protagonista de la obra. Y en la primera prueba, Santiago Bejarano pareció adaptarse al papel como anillo al dedo. Pero la interpretación requería verosimilitud,y para lograrlo Bejarano debía entrenar diariamente 4 horas en un gimnasio, bajo la dirección de Rosas. Como todo boxeador que se respete, Bobby Terán debía tener un manager, Pepe, que no sólo maneja su vida profesional, sino que interviene en todas sus decisiones. Para el papel se escogió a Carlos Barbosa, un actor ya consagrado y muy versátil.

Contrario a lo que sucede en cualquier pueblo de la Costa, el héroe de "Pelearán diez rounds" no es un muchachito de 16 años, sino un hombre de 28, casado y con hijos, quien ya ha "besado" varias veces la lona, pero que persiste en la idea de llegar a tener el título de campeón. Pero la ambición de Terán tiene efectos negativos en su mujer, María (interpretada por Sandra González) quien vive de crisis nerviosa en crisis nerviosa y de hospital en hospital.

Este es el drama. Y aquí también el teatro contradice la realidad que viven los boxeadores nacionales. Mientras sus familias prenden velas y hacen grandes sancochos esperando que su boxeador, llámese "Happy" Lora o Eliécer Julio, gane una pelea, en la obra de teatro María se trenza con Bobby en un debate para hacerle abandonar el boxeo, pues está convencida de que nunca conquistará el título de campeón. Así, el ring deja de ser sólo boxístico para convertirse en el escenario de una pelea conyugal. El manager, Pepe, piensa también que esta es la última oportunidad de llenarse de gloria y por lo tanto trata de apartar a su pupilo de la esposa. En medio de este conflicto sentimental se lleva a cabo la gran pelea. El contendor de Bobby es Camilo Alarcon, un boxeador de la Liga de Bogotá, con 30 peleas amateur y dos profesionales ganadas. Alarcón, sin ninguna pretensión artística, noche a noche hace su gran actuación. Debe pegar bien, pero no muy duro. Un sólo golpe bien dado en el cuerpo de Bejarano dejaría al artista en la lona y naturalmente fuera de escena. Por su parte Bejarano se regodea lanzándole buenos golpes a Alarcon, pero sin ninguna contundencia. Ahí está el gran mérito de la pieza de teatro. La pelea,que no es a diez rounds como lo anuncia el título sino a cinco, parece tan real que el público grita, toma partido y se come las uñas por momentos. Pero luego vuelve otra vez a la realidad y es consciente de que todo esto es "puro teatro".

La escenografía de Carlos Ignacio Ordóñez logra su cometido: convertir a los espectadores de teatro en espectadores de boxeo. Una cabina para el locutor, Gonzalo Ayala,y una pantalla gigante de televisión en donde se aprecian los momentos estelares de la pelea y en donde aparece la voz y la figura del "Happy" (en las primeras presentaciones estará en vivo y en directo) logran crear la sensación de un ring de boxeo.

Estos elementos hacen de "Pelearán diez rounds", una obra que se acerca más al espectáculo que al teatro mismo. No es una gran obra, pero es un intento interesante de medírsele a una realización que requiere no sólo capacidad histriónica, sino esfuerzo físico. Los actores han tenido que someterse a agotadores entrenamientos y esto tiene una respuesta en el público que viene preparado para presenciar una pieza de teatro y termina convertido en público de boxeo. Y si bien el conflicto de pareja entre el boxeador y su esposa pasa a un segundo lugar frente al show del ring lo cierto es que la pieza logra mostrar que, tras la fama y la gloria de esos machos que se ganan la vida a puñetazos, hay hombres con conflictos sentimentales iguales a los de todo el mundo.

"Pelearán diez rounds" tiene una estructura interesante: comienza con el boxeador en el piso, derrotado, después de la pelea, y se desarrolla con la técnica que en el cine se conoce como flash back. La historia se devuelve en el tiempo y en el espacio. El espectador sólo se da cuenta al final, de que esa primera escena es precisamente la última de la obra. Es una obra redonda: se abre y se cierra con la misma escena.

Esta nueva propuesta teatral en la que se mezcla el deporte con el arte, y se echa mano de recursos técnicos poco utilizados en el teatro, sumado al hecho de que el tema resulta familiar a los colombianos, podrían repetir la hazaña que la obra logró en México: mantenerse con lleno completo durante un año.--