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La mecenas de Picasso

Detrás de los artistas que revolucionaron el arte a comienzos del siglo XX estuvo Gertrude Stein, una mujer que, junto con su familia, los unió y apoyó cuando eran unos desconocidos. Una exposición en París revive su historia.

15 de octubre de 2011

Picasso, Matisse y Cézanne no eran parientes, pero sí tenían un apellido en común: Stein, el de la próspera familia norteamericana que los apoyó cuando apenas despuntaba su talento. Y al frente estaba una mujer, Gertrude, matrona de un grupo de artistas que coincidió en París a comienzos del siglo XX, en el ambiente de efervescencia creativa y derroche intelectual que Woody Allen acaba de retratar en Medianoche en París.

Al tiempo que la película de Allen arranca elogios de la crítica y los aficionados, una exposición dedicada a esta familia recorre Nueva York, San Francisco y París, donde acaba de inaugurarse en el Grand Palais. La aventura de los Stein revive el ambiente de las fiestas en los hogares de los hijos de un empresario que amasó su fortuna con el tranvía de San Francisco. Y cuenta cómo, gracias a su audacia y olfato, fueron el soporte de una generación de artistas transgresores. Lo hace por medio de textos, frases célebres, fotografías y 200 pinturas que hicieron parte de una colección que alcanzó a reunir 600 obras.

Los Stein

La familia Stein llegó a París a comienzos del siglo XX. Llegaron tres de los cinco hermanos: el mayor, Leo, el primero en llegar, un obsesionado con la pintura clásica; Gertrude, poeta, y Michael, empresario como su padre, a quien acompañaba su esposa, Sarah. Por su interés en comprar arte de vanguardia -comenzaron por Manet, Cézanne, Renoir y Degas-, pronto se conectaron con artistas. Las salas de sus dos hogares, el de Leo y Gertrude y el de Michael y Sarah, se convirtieron muy pronto en el escenario de veladas que incluían a pintores, escritores e intelectuales como Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Pablo Picasso, Henri Matisse, Henri de Toulouse-Lautrec, Man Ray, Salvador Dalí, Cole Porter, Georges Braque, Marcel Duchamp y Juan Gris.

Pero el papel de los Stein no se redujo al de anfitriones, pues como coleccionistas y mecenas fueron vitales para una generación que transformó el arte. Les compraron obras cuando nadie lo había hecho, y de ese modo conformaron una colección de vanguardia que ayudó a transformar el gusto de otros aficionados. "Lo fascinante de los Stein es que compraron mucho y en muy poco tiempo, sobre todo en los años heroicos anteriores a la guerra, cuando los artistas de su predilección eran todavía poco conocidos", declaró Cecile Debray, curadora de la muestra.

En el Salón de Otoño de 1905 tuvo lugar un episodio clave, cuando Leo compró Mujer con sombrero, lienzo de Matisse que había generado escándalo por sus colores encendidos y sus gruesas pinceladas. Los Stein pusieron a prueba su audacia, pues con esa adquisición le apostaban a una obra que recibía todas las críticas. Matisse, en efecto, era el preferido de Sarah, quien lo convenció incluso de abrir una academia y lo apoyó en su propósito de explicar su arte por medio de textos y clases.

Gertrude

Parte de la muestra está dedicada a Gertrude, la más recordada de los tres Stein. De recio carácter, homosexual declarada en una época en que pocos lo hacían, apadrinaba artistas y entablaba amistad con ellos. La colección que conformó con su hermano Leo, en la que predominaban obras de Picasso, Cézanne y Matisse, fue famosa en todo el mundo. Un crítico de The New York Times dijo que era, "en proporción a su tamaño y calidad, la más potente de cuantas había tenido noticia", y añadió que el trabajo de Stein era coleccionar genios más que obras maestras. Y alabó su ojo: "Los reconocía desde lejos".

Y entre todos los maestros que estuvieron en su órbita, sobresale Picasso. La amistad entre ambos surgió en 1906. Los unía la preocupación por el realismo y la obsesión por representar todas las partes de un objeto en el mismo plano. Cada uno la expresó a su manera: Gertrude en su poesía y el artista en la pintura con la descomposición de volúmenes, su sello. Además, junto con Leo lo acompañaron en la creación de una de sus obras más famosas: Las señoritas de Avignon.

Gertrude no dejó de comprar lienzos del español cuando su hermano dejó de vivir con ella, en 1913. Tras enlistarse en la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial junto con su pareja, Alice Toklas, alcanzó a ser tan famosa como sus protegidos, reconocimiento que aumentó cuando la segunda publicó en 1933 su autobiografía. Muchos de los artistas que rodearon a Gertrude luego la homenajearon a su manera, con retratos, fotografías y esculturas. Varios de estos trabajos hacen parte de la muestra.

En 1914, la familia accedió a prestar 19 de sus más preciados lienzos a una galería berlinesa, pero la guerra los dejó en Alemania y nunca los recuperaron. Michael y Sarah se fueron a vivir a una casa campestre diseñada por Le Corbusier y en la víspera de la Segunda Guerra regresaron a Estados Unidos. Tras la guerra, los artistas que estaban bajo el amparo de los Stein alcanzaron la fama y el valor de su obra se disparó. Leo, por su parte, partió a Italia, mientras que Gertrude siguió pendiente de Gris, Braque y André Masson. Al final de su vida, fue mecenas de un grupo de jóvenes que luego serían conocidos como los hiperrealistas y también apoyó a los neohumanistas. Era su vocación: buscar la semilla del cambio en el arte y garantizar que quienes la portaban solo tuvieran que preocuparse porque germinara.