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La novela sobre los alemanes deportados de Colombia durante la Segunda Guerra Mundial

Una historia de amor y conflicto es el tema de ‘Al otro lado del mar’, la nueva novela de María Cristina Restrepo.

29 de noviembre de 2017

Al otro lado del mar es la historia de Honorine y Albert, una pareja de alemanes que disfrutaban del ambiente sosegado de Cartagena, en Colombia, antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial. Pero luego, cuando en el gobierno de Eduardo Santos (1938-1942) se anunció que todos los alemanes debían ser deportados (1941), su vida cambió. Una decisión que los alejó de la comodidad, la paz, la amistad, la alegría. Y los trasladó a la guerra infernal que vivía su país natal.

María Cristina Restrepo, que nació en Medellín y estudió, entre otras, Licenciatura en Filosofía y Letras y Educación en la Universidad Pontificia Bolivariana, es autoras de obras como el libro de cuentos La vieja casa de la calle Maracaibo (1989); las novelas De una vez y para siempre (2000),Amores sin tregua (2006), La mujer de los sueños rotos (2009), Lo que nunca se sabrá (2010); y Verás huir la calma (2014), una biografía sobre Jorge Isaacs, entre otras.

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Al otro lado del mar es su más reciente novela. Y SEMANA habló con ella de esta publicación.

SEMANA: ¿Cómo nació la idea de escribir la novela Al otro lado del mar?

María Cristina Restrepo: De una conversación hace seis años. Lo hizo como nacen las novelas, gracias a un estímulo que despierta algo, una nota, un recuerdo, un sueño, una alegría, un temor, un deseo de conocer en la mente del escritor. En este caso fue suficiente oírle decir a una conocida que sus padres alemanes habían vivido en la Costa Caribe y que habían sido deportados durante la Segunda Guerra Mundial, para saber que esa sería mi próxima novela.

SEMANA: ¿Cómo definir esta historia, real o ficción?

M.C.R.: Son históricos los hechos relativos a la actitud asumida por el gobierno colombiano sobre los inmigrantes del Eje que pertenecieran al cuerpo diplomático en Colombia y lo que sucedía en Alemania en aquel tiempo. Y es ficción la vida interior de mis personajes, sus amores y desamores, su deseo de sobrevivir, su capacidad para enfrentar la adversidad, su alegría, su sed de aventura, su manera de concebir el mundo, su manera de comportarse, de reaccionar frente a esos hechos históricos.

SEMANA: ¿Hay algo de usted en la novela?

M.C.R.: Todo. Es imposible que el alma de un escritor desaparezca al momento de escribir, no solo una novela, sino cualquier cosa. Lo que una persona es, al momento de plasmar sus palabras en un papel, o en una pantalla, está allí. Se transparenta aún en lo más anodino: en un breve correo electrónico, en un Twitter, en un mensaje de Facebook. Hasta en una lista de mercado se pone en evidencia una personalidad.

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SEMANA: ¿De dónde salen los personajes de la novela?

M.C.R.: Ellos fueron los llamados por el azar para poblar mi novela. Albert y Honorine, los protagonistas, tienen su origen en los padres de aquella persona a quien oí hablar una tarde. No son ellos, por supuesto, pues a esos escuetos datos iniciales les añadí todo lo demás. Los restantes personajes -salvo el presidente Eduardo Santos, su ministro López de Mesa, y aquellos otros que sabemos que existieron- se fueron presentando ante mis ojos en el momento de escribir el plan general de la novela, algo que por lo demás nunca sigo a cabalidad, porque la historia se va tejiendo de acuerdo con sus propias leyes.

SEMANA: Usted ha publicado ensayos, cuentos, crónicas y novelas, ¿con cuál género se queda?

M.C.R.: La novela. Pues una novela recrea un mundo. Es como un espejo que permite ver un pedacito de la realidad. Y permite el milagro, por ejemplo, de viajar en el tiempo y en el espacio. Ir a la Rusia de las guerras napoleónicas, o a los salones de París, o a las calles del Londres del siglo XIX, o a la selva Amazónica. Además, nos lleva a través del tiempo con la mayor facilidad, nos remonta al Egipto de los Faraones, a la Roma antigua o puede transportarnos al futuro sin abandonar nuestro sillón. Las novelas nos hacen sentir partícipes de la naturaleza humana al revelarnos precisamente a través de sus personajes que nuestra experiencia no es única, que no estamos solos, que alguien ha compartido asuntos propios de nuestra vida individual. Como si fuera poco, cada novela cuenta un secreto. Por eso, entre otras razones, su lectura es tan apasionante.

SEMANA: ¿Qué busca con su narrativa?

M.C.R.: Busco darle sentido a mi vida. De hecho, mi trabajo logra ese cometido. Cuando escribo soy una persona con un propósito que busca cumplir con honestidad, llegando al fondo de lo propuesto. Soy consciente de ser la única persona que necesita mis libros. Tuve el privilegio de dirigir una biblioteca académica y allí me hice aún más consciente del caudal de buenas novelas que ha producido la humanidad.

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SEMANA: ¿Qué es primordial en los personajes que recrea: la descripción física, su aspecto psicológico o busca describir su contexto?

M.C.R.: Son primordiales todos esos factores. Antes de comenzar a escribir una novela, ya estoy familiarizada con mis personajes, a quienes trato de conocer en profundidad. Hay que ponerles un nombre, una edad, un lugar en de origen. Inventarles un entorno. Hay que mirarlos de frente para ver cómo piensan, cómo sienten, cómo viven la vida. Hay que conocer la manera de comportarse en la intimidad, de hacer el amor, de hablar, de caminar.

SEMANA: ¿Cómo ve el panorama de las mujeres escritoras en Colombia?

M.C.R.: Lo veo activo. No quiero citar nombres porque seguramente dejaría por fuera a alguna de las excelentes escritoras del momento en el país. Me alegro cada vez que una colega publica un buen trabajo, me alegro aún más viendo a las jóvenes narradoras dar sus primeros pasos enfrentándose a las dificultades propias de ese comienzo, como, por ejemplo, la de publicar el primer libro. Pero las cosas están cambiando y siempre queda la posibilidad, cuando no se encuentra un editor, de publicar el propio libro en formato electrónico, en Amazon, por ejemplo. Un proceso fácil y completamente gratuito, obviamente, después de un depurador trabajo editorial con algún conocedor.