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LA OPERA FANTASMA

Escándalo en el Festival Wagner por osado montaje de "El anillo de los Nibelungos"

19 de septiembre de 1988

El escándalo se tomó hace algunos días el teatro de Bayreuth, en Alemania, templo construido por Richard Wagner exclusivamente para la interpretación de sus dramas. Pateos, abucheos y rechiflas se escucharon a lo largo de la primera representación del ciclo "El anillo de los Nibelungos", obra de proporciones gigantescas que le fue encargada este año al director escénico de Alemania del este Harry Kupfer, al escenógrafo austriaco Hans Schavernoch y al director argentino Daniel Baremboim.

Esta colosal obra, tomada muy a su acomodo por Wagner de los "Eddas escandinavos"y del antiguo poema de los Nibelungos, ha visto las más variadas interpretaciones desde su estreno. Pero todo indica que lo presentado este año en Bayreuth, alcanzó a exacerbar los ánimos del público, que llegó al punto de proferir insultos contra los directores, que fueron calificados por algunos de "sacrílegos" por el enfoque dado al ciclo.

La verdad, cada vez que esta tetralogía es escenificada en Bayreuih, los más ortodoxos se rasgan las vestiduras, y lo ocurrido en esta ocasión mueve a sorpresa, pues se recuerda la versión, de 1983, de los británicos Peter Hall (escena) y sir Georges Solti (música), que también arrancó las iras del respetable. Sin embargo, parece que la versión de este año se excedió en audacias y provocaciones, ya que Kupfer creó para el inmortal Preludio ("El oro del Rhin") con sus consiguientes jornadas (" La Walquiria", "Sigfrido" y "El crepúscula de los dioses"), un espectáculo de ruinas y desolación, convirtiendo la gran epopeya en un mundo de detritus y corrupcion que simulaba un escenario de catástrofe apocalíptica.
Para algunos, "Sigfrido" se percibió como un endeble " Rambo proletario"; las pasiones divinas fueron propuestas como sórdidos desarreglos de pequeño burgueses y los dioses simulaban mafiosos ataviados con impermeables y negros sombreros.

Pero si la concepción de Kupfer fue abucheada, la escenografía de Schavernoch no corrió con mejor suerte.
El decorador austriaco recurrió a una iluminación futurista, a base de rayos láser, donde los elementos utilizados mostraban grandiosas pero lúgubres --y a veces macabras--formas que se alejaban por completo del sentir de la fantasía mitológica; el "Walhalla" edificación construida por los gigantes para los dioses, era una mole de vidrio ubicada en un árido paraje; el bosque de los Nibelungos aparecía como un cementerio de desechos industriales y el resto de la obra estaba enmarcada dentro del mismo caos.
Así el balance general del gran ciclo, para la mayoría se redujo a un deprimente serial de ciencia ficción, que no mostraba dioses sino peleles con máscaras de rockeros, sujetos a las más bajas pasiones humanas.

Y nadie se salvó de esta "debacle", ni los veteranos cantantes, de quienes se dijo no alcanzaron a asimilar la enredada versión de Kupfer. Tampoco salió bien librado el director musical, Baremboim, a quien le censuraron tiempos excesivamente lentos, contrapuestos con algunos pasajes de sonoridades ásperas, alejadas del espíritu wagneriano.

Sin embargo, después de la tempestad llega la calma. Ya se verá a lo largo de las siguientes presentaciones --el festival se extiende hasta finales de este mes--, cuando los aficionados decanten el alcance y contenido de esta audaz versión de Kupfer, qué queda del escándalo. No obstante que la mayoría descalificó todo lo visto y oido, otra parte del público, con visión más abierta y progresista, aceptó que un drama de tan grandes y profundas dimensiones tuviera una visión actual. Lo cierto es que el gran ciclo de "El anillo de los Nibelungos", obra que por la complejidad de su interpretación y su extensión (los cuatro dramas abarcan más de 15 horas), pocas veces se presenta en su totalidad, cuando --como en esta oportunidad en Bayreuth--es representada completa, de hecho se convierte en noticia musical de primera linea, sea cual fuere el resultado. --