Home

Cultura

Artículo

LA OTRA CARA DE WAGNER

La crítica, las orquestas y la historia han olvidado las óperas tempranas del músico alemán

14 de noviembre de 1983


El temperamento artístico de Ricardo Wagner es quizá uno de los más complejos, apasionados y apasionantes de todos los tiempos. La aventura de su vida terminó por transformarse en un mito de amplias resonancias, gracias al concurso conjunto del destino y la voluntad. Ni la posteridad ni la historia tuvieron la oportunidad de tejer su leyenda: fue el mismo Wagner quien la vivió día tras día. Dramaturgo, músico, poeta y escenógrafo, a la manera nostálgica de los artistas universales del Renacimiento, es una de las figuras más representativas del siglo XIX.

Pero al lado del Wagner apoteósico e idolatrado, polémico y universal, yace también un Wagner musicalmente desconocido. Su monumental producción operática ha desplegado tal energía que algunas de sus más bellas composiciones, ligeramente distantes del género dramático propiamente dicho, han quedado relegadas a la sombras del olvido y el desdén. El hecho de que "Parsifal" sea considerado el texto sagrado de la nueva religión, no justifica ni excusa el abandono en que la crítica y las orquestas, la historia y las casas musicales más prestigiosas, han tenido a sus óperas tempranas "Las Hadas" y "La Cena de los Apóstoles", o al hermoso ciclo de poemas para soprano y orquesta conocido con el nombre de "Wesendonk Lieder". Para regocijo de especialistas y aficionados, dos de estas tres obras fueron recientemente grabadas y editadas con lujo de calidad y competencia. Pierre Boulez, acompañado por la Orquesta Filarmónica de New York y el Coro Westminster, rescató la solemne "Cena de los Apóstoles", en tanto que Colin Davis, la maravillosa soprano norteamericana Jessye Norman y la Orquesta Sinfónica de Londres revivieron el misterioso encanto de las cinco canciones "Wesendonk". Ansiada rehabilitación de una de las páginas wagnerianas menos divulgadas, no por ignoradas inferiores en brillo o fuerza, y decisivas en la apreciación global de la obra de Richard Wagner. Así, casi todos los elementos de juicio están dados y el círculo mágico empieza a cerrarse.

Durante el verano de 1843 en Dresde, recién cosechado el éxito de "Rienzi" y el breve estreno de "El Buque Fantasma", Wagner compuso "La Cena de los Apóstoles" para la Sociedad Coral de la ciudad. La obra fue ejecutada por un coro masculino de 1200 voces y 100 músicos. Liszt, amigo y futuro suegro del compositor, la encontró "maravillosa" en una presentación que escuchó en Leipzig 9 años más tarde. Dividida en tres cuerpos principales, "La Cena de los Apóstoles" introduce en una construcción "a capella" el vigor típico de la orquestación wagneriana. La versión de Pierre Boulez tiene el doble mérito de ser la primera grabación en mucho tiempo al alcance del público y de gozar de una impecable factura musical.

Las cinco canciones "Wesendonk", de otro lado, datan de algunos años más tarde. En abril de 1857 Wagner fue el huésped consentido de Otto Wesendonk en Zurich, rico comerciante en sedas y entusiasta admirador del músico. Desengañado de su primer matrimonio, Wagner se prendó rápidamente de los dones de su anfitriona Mathilde Wesendonk, pasando en breve de la devoción a la idolatría. Su reconciliación con la vida y el amor le permitió crear el ambiente propicio para componer "Tristán e Isolda", ese drama amoroso que lo obsesionaba desde tiempo atrás y que no lograba resolver en forma acabada. A manera de paréntesis galante entre el primer y el segundo acto, Wagner escribió los cinco "lieder" inspirados en cinco poemas de Mathilde Wesendonk, especie de ejercicios preparatorios para su ardua gimnasia operática. Compuestos inicialmente para soprano y piano, fueron orquestados posteriormente por el músico Félix Mottl en 1880. Dos de ellos, "En el Invernadero" y "Sueños", aparecen en algunos aires de "Tristán e Isolda", particularmente en el preludio al acto tercero. Cuando Wagner partió hacia Venecia a terminar su recreación del mito de Tristán en el verano de 1858, su pasión amorosa por Mathilde Wesendonk ya se había apagado: De las diversas versiones de los "Wesendonk lieder" de que se tiene noticia, la de Jessye Norman es la única disponible en la actualidad, con el encanto adicional de que goza de la fuerza lírica y del espíritu de intimidad que caracterizan este ciclo melódico del Wagner desconocido.
Jaime Valencia Villa