La película más taquillera: 'Rápidos y furiosos 6'

Título original: Fast & Furious 6

País: Estados Unidos

Director: Justin Lin

Guión: Chris Morgan

Actores: Vin Diesel, Paul Walker, Dwayne Johnson, Michelle Rodríguez, Ludacris.

Duración: 130 minutos

¿Se puede ser rápido y furioso indefinidamente? Lo lógico sería que tanto la rapidez como la furia disminuyeran con el tiempo. Los autos se quedan sin gasolina, se les gastan los motores y las llantas, hay que reemplazar embragues y carburadores. Igual con la furia, que se cansa y distrae, se disipa o evapora si no se tiene la dedicación y constancia que requiere.

Ahora, con Rápidos y furiosos 6 sí hay algo de eso. Son un poco menos rápidos y furiosos. En cambio de eso hay algo cálido y familiar, que podríamos llamar cariño y que compensa la disminución de los atributos de los que habla el título de esta franquicia.

No quiere esto decir que ya no haya autos persiguiéndose entre sí. Claro que los hay. Y en bastantes ocasiones, además.

Pero al lado de eso hay algo más importante y es la interacción entre los personajes. A lo largo de las seis entregas de esta serie se han establecido las relaciones entre todos y la nueva versión se divierte explorando las posibilidades que ofrecen estos estereotipos ambulantes, dispuestos a correr en autos antiguos ante la menor provocación.

La serie continúa donde paró la entrega anterior. Los ladrones son millonarios y se quieren entre sí, pero no pueden volver a casa, a los Estados Unidos, porque los busca la justicia. 

Lo que los saca de su hedonismo de criminales millonarios es un mastodonte de bíceps enormes (Dwayne Johnson) que trabaja para el gobierno de su país y que tiene la tarea de atrapar a una pandilla idéntica a la de los rápidos y furiosos, solo que aún no son tan millonarios por lo que tratan de robar secretos militares que desestabilizarían el mundo occidental.

El incentivo para la pandilla es doble: un perdón total a sus previos delitos y recuperar a Letty (Michelle Rodríguez), la pareja de Dominic Toretto (Vin Diesel) a quien daban por muerta y quien, tras perder la memoria, hace parte de la pandilla rival.

Lo de la desestabilización del mundo occidental no importa mucho, en realidad, y la película lo sabe. Estamos en un universo esencialmente ridículo e inverosímil (incluso hay chistes sobre el tamaño de los brazos de Johnson) lo que hace que todo lo que sucede sea ligero y refrescante.

Las relaciones entre hombres y mujeres son extrañas. Las mujeres sí están divididas en dos clases, aunque no son las prostitutas y vírgenes que obsesionan a Scorsese. Unas son, como dice uno de los personajes con admiración, “rudas y con cerebro”, y las otras bailan sensualmente y sin decir palabra en minifalda frente a automóviles de alto cilindraje. 

Todas las secuencias de los autos persiguiéndose, que son el punto de esta franquicia, son espectaculares en su falta de lógica y en la escala de su destrucción (en cierto momento un tanque va en contravía por una autopista aplanando camionetas a diestra y siniestra). Pero en este universo irreal no hay sangre ni consecuencias. La destrucción es el espectáculo que vinimos a ver y la película lo presenta con dinamismo y ligereza.