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"LA PEZUÑA" TIENE GARRA

Diariamente 9 millones de colombianos reciben a domicilio su cuota de Inquisición

21 de noviembre de 1983

"No me quemen todavía, espérense 15 días más, déjenme vivir otros capítulos, miren que si me queman ya, se me acaba la chanfa" le pedía uno de los actores de "La pezuña del diablo" al director y al libretista de la telenovela. Sin embargo, éstos últimos, David Stivel y Julio Jiménez respectivamente, no solo lo "quemaron" en la hoguera de la Inquisición, sino también a otros dos, y además han torturado a varios en un potro hecho a imagen y semejanza de los de la época, han repartido azotes a diestra y siniestra, le raparon la cabeza a Ronald Ayazo y lo embetunaron de negro, hicieron nacer un niño con pezuñas y hasta a María Candia, la buena del paseo, representada por María Cecilia Botero, le crearon una escena de violación en las playas de Cartagena.
Todo vale en la fórmula que ha acuñado RTI para hacer esta telenovela, y que le ha significado tener todas las noches sentados frente al televisor a 9 millones de colombianos de distintas edades, colores y sexo. Desde que suena la tétrica música con el fondo de llamas infernales que da comienzo al capítulo de la noche, familias enteras quedan hipnotizadas y dispuestas a absorber cuanta cachetada y azotaina, grito y pesadilla se le haya ocurrido a Jiménez para la ocasión.
MAQUILLANDO EL GENERO
Sin duda alguna, esta generosamente dosificada cuota de truculencia y sufrimiento ha sido clave en el éxito logrado. "La Pezuña" ha ido ganando vertiginosamente en sintonía, hasta lograr en 6 meses subir el rating de 30 puntos a casi 57, lo que constituye una buena prueba, más si se tiene en cuenta que está enfrentada, en el otro canal, a un programa del mismo género. Alcanzar tan alta audiencia significaba para la programadora reponerse de uno de los mayores descalabros de su historia: el montaje de su telenovela anterior, "Los Premios" una adaptación del libro de Julio Cortázar, en la cual un grupo de personajes bajitos de punto, reunidos en torno a una piscina de plástico, logró espantar al grueso del público y hacer bostezar a los pocos que le siguieron siendo fieles. No obstante este fracaso, RTI perseveró en su fórmula de adaptar obras literarias de autores conocidos al género telenovela, con la diferencia de que mientras en "Los Premios" la obra fue masacrada, porque como dice Azriel Bobliowicz "parecía ser una excusa para presentar el escultural cuerpo de Amparo Grisales", en "La Pezuña", la versión para televisión resultó más viva y divertida que su modelo original, la novela de Alfonso Bonilla Naar, libro que dormía el anodino sueño de lo mediocre.
El cruce entre el más perrata y subestimado de los géneros literarios, la novela rosa y la "alta literatura", es un experimento que se viene haciendo de tiempo atrás. Comprensiblemente seducidos por los millones de espectadores que acaparan las radionovelas, fotonovelas y telenovelas, escritores de alto turmequé como Mario Vargas Llosa y Manuel Puie inclinaron humildemente la cabeza y se dedicaron a escudriñar los secretos de esta pariente pobre para incorporarlos a sus propias novelas, logrando así romper un círculo elitista para llegar a un público más masivo. Paralelamente, el proceso también se ha dado a la inversa, en el caso de la televisión colombiana. Ya es larga la lista de obras literarias barajadas en capítulos diarios que se le han vendido a la teleaudiencia: desde "La mala hora", con la que se empezó a explorar esta veta, hasta "La tregua", "Gracias por el fuego", "Aura o las violetas", "El gallo de oro", "El bazar de los idiotas" y varias otras.
Para sus próximas telenovelas, RTI piensa seguir profundizando en la fórmula y se va a jugar la carta ya no de la adaptación, sino la de pedirle a los escritores que se lancen directamente a escribir para la televisión. La propuesta ha tenido acogida. Ya han aceptado Manuel Mejía Vallejo, Pedro Gómez Valderrama, Eduardo Caballero Calderón y García Márquez quien, interrogado por SEMANA, dijo al respecto: Es vaina de intelectuales el menosprecio por la televisión que dizque porque es mala, cuando lo que habría que hacer es tomársela para hacerla buena. Si un escritor se rompe el alma por editar un libro de 3 mil números, no me vengan a decir a mí que no le entusiasma utilizar un medio que le permite llegar a millones de personas. Si en este país hay menosprecio por el medio, es porque éste ha sido tradicionalmente malo. Pero no tiene por qué ser así. En Londres yo no podía hacer nada en todo el día, porque me la pasaba pegado a la TV".
Viéndolo desde otro ángulo, dicen los directivos de RTI, lo que hay detrás es un intento de reivindicar y darle status a un genero tradicionalmente considerado "sirvientero", pero en realidad con enormes posibilidades de extenderse a audiencias más amplias. A diferencia de lo que sucede en los demás países latinoamericanos, donde los novelones por entregas diarias sólo son transmitidos al medio día, para acaparar exclusivamente la atención de las amas de casa, en Colombia las telenovelas también se han apoderado de los horarios "triple A", atrapando además a un vasto sector masculino y de mujeres que trabajan. Esto ha significado romper los esquemas tradicionales de dulzarronas historias de costureras pobres que, después de ríos de lágrimas, se casan con millonarios, y que culminan en las nubes de tul y los granos de arroz del día de la boda. La teleaudiencia nocturna es menos ingenua y no contenta con los dramas encerrados en las cuatro paredes de un hogar que apasionan a las amas de casa, busca problemas de dimensión menos estrecha. De ahí posiblemente proviene el éxito de telenovelas históricas, como la propia "Pezuña", o relacionadas con temas nacionales y noticias que se leen en los periódicos, como aquella sobre el narcotráfico, "La mala hierba", que hace unos meses fuera el gran éxito de Caracol.
A pesar de que estas explicaciones suenan bastante convincentes, no falta quien diga que la "dignificación" del género a través de la literatura, es en realidad un subterfugio de las programadoras que, en vísperas de la adjudicación de la licitación, buscan darle gusto a la afición belisarista por la cultura.
MALOS CON ANGEL
La "culturización" de la telenovela, si quiere ser exitosa, implica, sin embargo, lograr un equilibrio difícil, que consiste en mantener muy buenas dosis de los elementos clásicos del género, como la sensiblería, la truculencia y el suspenso.
El director de "La Pezuña", David Stivel, quien es además un director teatral de alto vuelo, dice que uno de los ganchos claves de su telenovela ha sido el saber explotar con prudencia la inclinación de la gente por el sado masoquismo. Otro, el esforzarse por utilizar actores y actrices bien parecidos, pues no hay nada que espante más que los protagonistas feos, sobre todo cuando se trata de los "buenos". Al respecto, contó que a pesar del éxito de "Gracias por el fuego", se recibieron muchas cartas llamando la atención sobre lo feos que eran los dos galanes. Según Stivel, otro gancho sería la eliminación de Freud: seguir jugando con el esquema de que los buenos son muy buenos, lindos y puros, mientras que los malos son muy malos, feos y corruptos. Sin embargo, a pesar de que ésta es una apreciación que proviene del propio director, es indudable que la acogida de "La pezuña" radica en muy buena medida en la fascinación que despierta el malo, el Inquisidor Mayorga, que tiene un sesgo de locura y picardía que hace que la gente le perdone su temperamento vil y retorcido.
Esta es una de las características geniales del libretista, Julio Jiménez, que logra en este caso, como anteriormente en "La abuela" y en Vitricio Barchán en "El hijo de Ruth", que sus malos tengan "ángel".
Evidentemente, en la popularidad del Inquisidor Mayorga pesa sobre todo la excelente actuación de Kepa Amuchástegui, actor de teatro de reconocida trayectoria (ver recuadro), quien ha logrado imprimirle carácter a su personaje deshumanizándolo un poco para sacar a flote sus rasgos guiñolescos.
"La Pezuña" también echa mano de dos ingredientes básicos: el amor y el sufrimiento. Según Stivel, el amor no puede barajarse y tiene que estar presente en sus distintas expresiones; amor rechazado, amor diferido, amor con dificultades. Otro tanto sucede con el sufrimiento, pero utilizado de tal forma que "ni tanto que queme al santo ni tan poquito que no lo alumbre". Lo que a la gente le gusta es que cuando alguien empieza a ser feliz, lo pongan a sufrir. En estos días, la que está aguantando la mala racha es María Candia, que cuando estaba feliz en su ranchito con su marido enamorado y esperando un hijo, cayó en manos de Mayorga y de doña Lorenza, quien la tiene encerrada en una mazmorra para robarle el bebé.
También fueron hits el reencauche de Raquel Ercole, una de las actrices más profesionales del medio, que impone en la telenovela su presencia de atractiva mujer madura, y el cambio de look de Ronald Ayazo, que aparece renovado debajo de su tuzada y de los kilos de maquillaje negro.
Otro acierto ha sido el alto porcentaje de escenas en exteriores, que permite afirmar que se ha superado definitivamente la etapa en que los teleactores colombianos, pasaban entre dos ramas achicharradas por el calor de los reflectores del estudio, mientras gritaban "¡Estoy perdido en esta selva! Este último avance ha implicado, sin embargo, serias dificultades.
Cuenta Julio Jiménez que como en Cartagena ya se sabe cuándo se desplaza para allá el elenco, en la ciudad organizan salidas de buses turísticos para presenciar las filmaciones y sacarse fotos con los actores".

LOS OFENDIDOS
A pesar del éxito de la telenovela no han faltado los indignados y defraudados que le hacen criticas como aquellos que la han "macartizado" por anticlericalista. Uno de los cientos de cartas que llegaron a R.T.I es la de un ciudadano de Barrancabermeja que dice: "no he visto en mis 30 años de edad un insulto tan grande a nuestras costumbres. ¿Qué podemos esperar de un país sumido en la violencia si le inyectamos tal cantidad de herejía e incredulidad? ¡Por favor, señores de Inravisión, no más telenovelas burlándose de nuestra religión católica.!". Para descargarse de esta acusación, Stivel dice que, al lado de los personajes malos de la Iglesia, también se muestran los buenos como Pedro Claver y que los aspectos negativos de la religión aparecen presentados dentro de un contexto que, en conjunto, es positivo.
Por otro lado, se le han hecho críticas a la falta de veracidad histórica. Donaldo Bossa, conocido historiador cartagenero, consultado por SEMANA, afirma que las fallas en este terreno vienen desde la propia novela de Bonilla Naar quien, a su juicio, tenía una visión distorsionada y superficial de la Inquisición. Por ejemplo, anota, el Santo Oficio aparece ejercido por funcionarios eclesiásticos, cuando en realidad eran seglares. Cuenta Bossa que "un día ví un capítulo en casa de un amigo y quedé horrorizado. Pero de tanto disparate el que más me molestó fue que el esclavo negro, Diego León, hablara tan castizamente como Lope de Vega, lo cual históricamente es un absurdo".
A su vez, otro historiador cartagenero, Eduardo Lemaitre --quien además de serlo ha salido airoso de su proyecto de dramatizar algunos hechos y personajes en el espacio "Revivamos nuestra historia"- escribió en su columna de El Tiempo que había recibido numerosas cartas y llamadas telefónicas consultándole si realmente la Inquisición fue "tan espantosamente diabólica y sus víctimas por el contrario, tan mansas palomas", como las presenta la telenovela de R.T.I.
Lemaitre reconoce que en el aspecto más escandaloso de la telenovela, las torturas, hay mucho de real. En lo que sí se les fue la mano, según Lemaitre, es en la imagen del Inquisidor que aparece como "un monstruo capaz de todas las maldades cuando la verdad es todo lo contrario", porque, según el historiador, si bien hubo algunos que abusaron de su poder y cometieron inequidades, los demás aunque "siempre fanáticos en grado superlativo, fueron en su mayoría hombres prudentes, capacitados, de buena reputación, conciencia sana y, sobre todo, amantes de la fe católica". Reconoce, sí, que la otra imagen es producto de siglos de imaginación popular.
El inquisidor demoníaco que utilizaba la palabra de Dios para imponer el reino del diablo, magistralmente representado en el Juan Mayorga de la telenovela, tendría entonces una existencia real, si no en los anales de la historia del país, sí en la mitología de sus gentes, la cual, tratándose de literatura, es una fuente tan repetable como la realidad.
Según un ama de casa, en la telenovela todo se va en alaridos y salsa de tomate y "lo único que uno saca con verla es irse a la cama desecho de los nervios". Sin embargo, a pesar de las críticas, cuando llegan las 10 de la noche se interrumpen comidas y cocteles porque la gente no se pierde su dosis diaria de Inquisición a domicilio. Les guste más o menos, millones de colombianos la ven. Nadie puede negar que "La Pezuña" tiene garra.
"MANIPULO EL PERSONAJE"
Fundador del teatro La Mama en 1968, Kepa Amuchástegui ha dedicado la mayor parte de su vida a las tablas, a pesar de que es la publicidad la que le genera los ingresos suticientes para vivir. "Rosencrantz y Guildenstern han muerto", "El sueño de una noche verano" y "¿Quién le teme a Virginia Woolf?", figuran entre los montajes que ha realizado en los últimos dos años, para no citar los numerosos papeles que ha interpretado en 15 años de actividad teatral. Sobre su actuación en TV y su papel en la novela de R.T.I. habló para SEMANA.
SEMANA: ¿Por que ingresó a la TV?
KEPA AMUCHASTEGUI: Para dejar la publicidad y poder dedicarme exclusivamente a la actuación y la dirección de teatro.
S: En general, dentro de ciertos círculos, se considera que la TV es un medio mediocre...
K.A.: No, la TV es un medio tan respetable como el teatro, a pesar de ser muy diferente. La labor que representa hacer teatro nunca se ve suficientemente recompensada. Por ejemplo, un montaje como el de "¿Quién le teme a Virginia Woolf?", presentado 100 veces, después de dos meses de ensayo, fue visto por 30 mil personas, lo cual significa un éxito rotundo en el teatro. En TV, sin tanto trabajo, una telenovela como "La pezuña del diablo" la ven cerca de 10 millones de personas al día, lo cual es más que significativo.
S.: ¿Tiene alguna objeción frente a la actuación en TV?
K.A.: En general, sí. En el teatro se establece una relación directa con el director y con los actores, mientras que en la TV es algo superficial. Uno se encuentra con ellos en las grabaciones, pero no hay ensayos periódicos que permitan la interrelación de los personajes como tales. Sin embargo, uno va aprendiendo cómo son las cosas y para mí ésta ha sido una experiencia muy interesante y desde ningún punto de vista frustrante.
S.: ¿Cómo se ha sentido actuando en TV?
K.A.: Me he sentido muy bien y la mayor recompensa es que, a pesar de que mi papel es el de un malo en extremo, la gente lo percibe como tal, pero logra aislarme del personaje. Mucha gente me detiene en la calle y me dice: "¡Qué malo que es el Inquisidor, pero qué buen actor es usted!". Con ello me demuestran mucho cariño.
S.: ¿Como se siente dentro de ese personaje?
K.A.: Me he deleitado con él y creo que mi amplia experiencia en el teatro me ha permitido crearlo un poco: la modulación de la voz, los ademanes y tics me permiten manipular el personaje, manejarlo un tanto a mi acomodo.
S.: ¿Cómo ha visto, en general, la telenovela?
K.A.: En general, se trata de una buena telenovela, pero creo que el medio se habría podido aprovechar mejor en algunos aspectos. Por ejemplo, creo que pudo haber sido un poco más didáctica, en el sentido de explicitar mejor algunos aspectos de la época, como la relación iglesia-protestantismo o iglesia-judaísmo.
"LA PEZUÑA" EN CIFRAS
Más de 30 cajas de pancake negro para el maquillaje de Ronald Ayazo, 52 rapadas de cabeza, dos tinturas y dos permanentes de María Cecilia Botero, 16 viajes a Cartagena, varios litros de sangre artificial, más de 80 extras, 20 actores, 40 técnicos y un promedio de 30 horas de trabajo por cada capítulo de media hora, son algunas de las cifras que se han registrado en cinco meses de grabación de la telenovela que próximamente completará sus 110 capítulos de duración.
Sin duda alguna, los 56 puntos de rating de sintonía que ha alcanzado se deben, en gran parte, a que el 40% de las escenas se han grabado en exteriores y a que la programadora no ha ahorrado esfuerzo para su realización. Se calcula un promedio de inversión por capítulo de 670 mil pesos.
Los extras que se han contratado para "La Pezuña" han sido fundamentalmente negros que hacen el papel de esclavos. A cada uno se le paga 500 pesos por capítulo, no importa el número de veces que salga en cámara. También se han contratado actores de tercera categoría, a quienes se les paga más que a los extras, 1.900 pesos, pues tienen que hacer un poco más de esfuerzo que el de sentarse encadenados en las mazmorras de la Inquisición. Los protagonistas, por su parte, ganan entre 11 y 13 mil pesos por capítulo.
Los realizadores de la telenovela le pusieron especial atención al vestuario e invirtieron más de 2.5 millones de pesos en su diseño y elaboración, pues consideraron que si algo podía precipitar un fracaso eran unos inquisidores ridículamente ataviados y de aspecto poco viril con calzones bombachos, zapatillas de charol, calzas y penachos de plumas. A doña Lorenza de Acevedo, que tenía que aparecer como una mujer poderosa, le elaboraron 6 vestidos diferentes. Menos problema tuvieron con Diego León y el resto de los esclavos, para quienes bastaba una suerte de calzoncillo de mezcilla ralda. El disfraz de María Candia encinta no tuvo que ser disfraz, pues coincidió con el embarazo de la actriz en la vida real.
Al lado de la serie "Bolívar, el hombre de las dificultades", esta telenovela figura como una de las producciones colombianas con mayor inversión.
EL ESCRIBIDOR
El autor de la adaptación de la novela de Bonilla Naar es Julio Jiménez, un "escribidor" joven y delgado que lleva 13 años haciendo libretos para radio y 8 para TV.
Como el Pedro Camacho de Vargas Llosa, Jiménez posee una imaginación desbordante que algunos de sus colegas dicen que así como es la clave de sus éxitos, así también, si no se la frena un poco, puede salirse de madre, y ocasionar problemas. El mismo reconoce que las cuotas de truculencia y sufrimiento que hay en "La Pezuña" fueron uno de sus más importantes aportes y que siempre sobredosificaba las cantidades, sabiendo que el director, David Stivel, se las reduciría para la versión final con lo cual se lograba la cantidad exacta que Jiménez había planeado desde el principio.
Aunque tiene piezas originales de su propia cosecha como "El caballero de Rauzán", "El hijo de Ruth" y "La abuela", últimamente ha tenido que dedicarse a la adaptación de novelistas conocidos y afirma que, aunque es muy celoso de conservar el espíritu de las obras, se otorga el derecho de desechar el 80% del material, para elaborar su propia versión.
"Imagínese que uno a través de la pantalla le llega a la casa un poco de gente que está durmiendo o comiendo o conversando, en fin, que están distraídos en lo suyo y uno tiene que tomarlos por asalto para acaparar su atención". Confiesa que para esto son buenos carreras, gritos, golpes, tropezones, sangre y mucha ropa desparrada.
Su oficio le implica trabaja estrechamente con los novelistas. Actualmente lo hace con García Márquez en la elaboración del libreto de una telenovela diseñada por este último, "Me alquilo para soñar", que figura entre los relatos fuertes de la nueva licitación. Dice que hasta ahora el trabajo en equipo ha marchado suavemente y sin inconvenientes. Con quien sí tuvo problemas fue con Julio Cortázar, autor de "Los Premios", novela que Jiménez adaptó, porque aquél exigió fidelidad absoluta al texto, cerrándole todas las posibilidades creativas para lograr una convincente versión televisada.
Dice que prefiere huir de los personajes esquemáticos y que para esto tiene una fórmula infalible: hacer que los malos sean perfectamente malos y los buenos imperfectamente buenos. Así ha acuñado la marca de fábrica de sus telenovelas: unos galanes y heroínas tibios y desdibujados que le ceden el espacio a unos personajes malos, enérgicos y magnéticos, que son los que acaparan la atención del público.
A este hombre infatigable las 10 horas diarias que invierte elaborando libretos no le consumen todas las energías. Asiste además a todas las grabaciones, a veces se inmiscuye en ellas trabajando de extra para no aburrirse, y hasta mete mano en vestuario y utilería.