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"LA PINTURA ES MEDITACION"

Uno de los pocos pintores abstractos colombianos se enfrenta a su primera gran restrospectiva y habla sobre ella con SEMANA

31 de octubre de 1983

MANUEL HERNANDEZ
Las obras de Manuel Hernández, las grandes y las pequeñas, están expuestas en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. El pintor, uno de los pocos abstractos colombianos, con 63 años, se enfrenta a su primera gran retrospectiva, cosa que pocos artistas pueden hacer en vida.

Revisando viejas libretas de teléfonos y archivos de galerías, el MAM pudo recoger más de 300 obras en varias ciudades del país. Pinturas que muestran cómo ha ido evolucionando, cómo ha ido perfeccionando ese complejo lenguaje de formas, alejado de recursos efectistas y de apoyos extra-artísticos. Como dijera de él el crítico Roberto Guevara hace ya varios años "Hernández no busca agradar, ni se refugia en fórmulas de éxito. Su obra es como una profunda y prolongada respiración dentro de un singularísimo universo de formas afines y afectivas, manejadas con tal soltura y discreción que ni siquiera pretende avasallar, tan sólo existir en la crucial dimensión de la comunicación, el aspecto más concluyente del arte ".

En la retrospectiva el espectador puede apreciar cómo Hernández ha ido precisando su lenguaje en un proceso que hace evidente una economía de tonos y de relaciones entre formas cuya simplicidad y veracidad, sin referencias directas a la realidad, crean hechos visuales cuya propiedad, como dijera un crítico, "es emanar una curiosa, cálida, entrañable expresividad ".

SEMANA dialogó con el pintor sobre la pintura y la evolución de su obra.

SEMANA: ¿Qué significa para usted la pintura y por qué ha elegido la abstracción?
MANUEL HERNANDEZ: Para mí la pintura es ante todo una meditación, porque su primera actitud, que era la de contar, parece que en este siglo ha dejado de tener importancia al tener competidores tan excepcionales como el cine, la televisión, o la fotografía. Entonces, creo que lo valioso de la pintura contemporánea es haber captado este hecho y resumirse, es decir, involucrar y hacer un inventario, que es lo realmente válido en la pintura. Es así como muchos artistas consideramos que la parte valiosa de la pintura es otra actitud, no la de describir ni la de contar, sino la de sacar dentro de los elementos mismos de la pintura aquello que le es válido. Es ahí cuando entran la composición, el espacio, la flotación, lo que produce la aplicación del material, los contornos, etc.

S.: ¿Tiene su pintura alguna referencia concreta?
M.H.: Mi pintura se refiere más a un hecho de sensaciones que están en el medio y que uno lo siente, sensaciones de flotación, de vapor, de contacto. Por ejemplo, nosotros tenemos una situación de paisaje, de medio, diferente al paisaje europeo o americano. No vemos el horizonte, estamos rodeados de un elemento que nos envuelve, que es un paisaje de planos sucesivos, de elementos de movilidad. El mismo color corresponde a una situación diversa. Yo no siento que en el trópico el color se posesione de las formas, sino que la luz vertical las envuelve, las amalgama, las rompe. El color no se posa directamente sobre la forma.

En mi caso, después de pintar la necesidad de una forma, doy las posibilidades reales de que una figura en un momento dado se contacte con un punto. Para mí este es un hecho fuertemente emocional. Si los seres humanos en un momento dado se unen, entonces una forma unida en un extremo produce lo que puede darle una mano a una persona con calor. De esta manera, esta forma en un espacio crea un hecho real sin necesidad de traducirlo en un recuerdo inmediato de una acción. Por ejemplo, en mi obra reciente, la misma multiplicación del signo empieza a sugerir toda una amalgama de elementos que pueden pasar a ser más contundentes como elemento paisaje, pero no tomado de realidades. Yo no quiero sugerir montañas ni nubes, sino una forma que pueda por la vibración que tenga, llevarnos a estos estados de cosas sin necesidad de acudir a la traducción literal de un hecho figurativo. Son factores reales los contactos, los equilibrios. El hombre se desplaza y tiene necesidad de alternar, de cambiar de dirección, de situarse. Y eso es lo que hacen mis figuras.

S :¿Cómo llegó a esta posición?
M.H.: Creo que en el caso de Colombia la pintura abstracta concedió una posibilidad --no teniendo ninguna tradición pictórica-- de encontrar un nuevo elemento interior, de encontrar una nueva salida. Uno observa que en Europa el arte se desenvolvió hasta llegar al expresionismo, casi que a través de un desarrollo natural. Pero, ¿qué nos queda ante un medio como el nuestro donde no ha habido ninguna tradición pictórica? Simplemente uno encuentra que el latinoamericano, desde el año 50, decide emigrar. No habiendo manera de tomar aquí elementos para progresar, observar la pintura universal era una actitud lógica. Entonces, una situación en la que el pintor latinoamericano recibe menos una influencia dañina, es en el arte abstracto, pues está emergiendo de algo muy interior, que no ha sido tocado y con el cual nos hemos conformado.

S.: ¿Exige del espectador un alejamiento de los conceptos figurativistas para comprender su obra?. Si usted tuviera a su cargo un instituto cultural, ¿cómo sensibilizaría al público?
M.H.: Estas formulaciones son dificilísimas para los artistas. Pero yo si creo verdaderamente que la producción nacional debe confrontarse internacionalmente. Este es un hecho sine qua non. Realmente la familiaridad con esta producción nos hace ser concesivos. Es decir, la única forma de establecer realmente qué altura, qué nivel tenemos, es mediante la comparación con otros conceptos, escuchar otras versiones que posiblemente nos pongan alerta. La actitud que deben tener tanto la política del gobierno como la de las galerías es la de establecer una circulación hacia afuera de los artistas para ver si fuera de las fronteras tenemos alguna validez.

S.: Siendo la crítica de arte tan dependiente de intereses creados, ¿no cree que termina confundiendo?
M. H.: Sí, inevitablemente. Eso ocurre en cualquier ciudad del mundo. Aquí ha faltado situar esos cánones de solución. Lo que se debe definir es ¿qué es lo que realmente quiere el artista dar como búsqueda y si lo está consiguiendo o no? Y eso tiene que empezar a ser situado por la misma actitud de las galerías. Ellas son las que deciden exactamente una serie de calidades que deben estar interesadas en dar al público y realmente son las responsables de la selección. Cuando ellas tienen apertura total, cuando hay un alternar de pintura de búsqueda con una no de búsqueda, el público se confunde. Por eso es necesario que haya una crítica. Sin embargo, en nuestro medio hay magníficos historiadores, pero no hay una crítica realmente consistente. Pero, de todos modos, si el trabajo creativo no resiste el análisis del tiempo, será enterrado, se convertirá en basura.

S.: Usted desde hace tiempo está manejando un mismo lenguaje pictórico. ¿Qué ve más adelante?
M.H.: Yo creo que esa es la pregunta de un pintor antes de suicidarse. El problema es encontrar al día siguiente qué hacer. Ese es uno de los factores que a todos los artistas nos pasa: se nos olvida en qué vamos. El artista no ve realizados los cuadros totalmente. A medida en que una obra se trabaja, ella misma nos va expresando una situación sobre el encuentro, sobre dar el paso siguiente. La próxima evolución será la multiplicación de estas formas. Pero cómo lo voy a hacer, eso es imposible decirlo. Esto es lo que es apasionante de la pintura: el desafío de la tela que está al frente. Yo trabajo una serie muy numerosa de bocetos previos, pero de ahí a tener una visión exacta... La pintura es como los hijos. Los hicimos, pero... ¿serán perfectos?
S.: ¿Cómo ha visto la retrospectiva de su obra?
M.H.: Esta retrospectiva es como estar en esas reuniones familiares inmensas en donde se ve al tío que hace muchos años le contaba a uno cosas muy hermosas. Siento nostalgia. Hay cuadros que me dieron mucho y siento que abandoné algunas cosas hermosísimas, como con los familiares con quienes uno dialogaba. Sin embargo, también hay cuadros que se quedaron allá, porque no comulgan con las ideas que tenga ahora. No creo que un artista pueda volverse a copiar.

S.: ¿ Cómo ve la reacción del público?
M.H.: El público entiende que el pintor debe estar siempre en una posición de búsqueda, generando ideas. Hoy el pintor es un generador de ideas y por eso pienso que mi pintura puede tomar una especie de revancha.--

Pedro Cote
Eduardo Arias

"SIGNOS Y LEYES"
La obra monumental de Hernández, 90 metros cuadrados, el mural qué realizó para el edificio de los congresistas bajo el título "Signos y leyes" es, obviamente una de las más importantes obras ausentes en la retrospectiva del MAM.

Sobre una pared meticulosamente preparada, Hernández utilizó litros y litros de pintura hasta lograr ese amarillo ocre que armoniza con los muros de mármol que le quedan vecinos. Formas abstractas, especies de emes abiertas, cintas y como troncos humanos cercenados, determinan el diseño de esa pintura gigantesca en la cual pueden trazarse imaginariamente dos ejes centrales, uno vertical y otro horizontal. Se trata de una composición dentro del característico estilo de Hernández con núcleos cromáticos en torno y en medio de las formas. Hay que destacar que se trata de la primera obra abstracta mural en un edificio oficial la de más envergadura realizada por Hernández, en la cual colaboraron, bajo la estrecha vigilancia del artista, Margarita Gutiérrez, Camilo Velásquez y Jorge Cortés.