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LA PREGUNTA DEL MILLON

Desde su propia esquina, Andrés Holguin analiza las principales teorías filosóficas sobre el hombre.

13 de febrero de 1989

Es verdaderamente excepcional que en un país como Colombia cuya vida intelectual esta volcada necesariamente sobre los acuciantes problemas de índole social y política que lo agobian, sobreviva una rara especie de pensadores que se plantean y se replantean preguntas de carácter universal, tales como: ¿qué es el hombre? ¿Cuál es su origen? ¿Cuál su naturaleza? Uno de estos pensadores es Andrés Holguín, quien con su libro "La pregunta por el hombre" realiza un doble propósito. Por una parte, establece una verdadera arqueología del ser humano y de su pensamiento, discutiendo las fuentes y los sistemas filosóficos que a lo largo de la historia confrontan al hombre consigo mismo, con sus orígenes, su devenir, su naturaleza y las diversas categorías que, como instrumento de conocimiento, han configurado el saber filosófico. El otro propósito, no menos evidente, está encaminando a dar cuenta de aquellos conceptos que el autor considera concernientes a lo verdadero, a las más válidas nociones, o al menos las más aceptables, en la concepción del hombre y de la vida.
El autor se sitúa en una perspectiva particular que con su propio enfoque, da curso a su argumentacion racionalista dentro de la historia de las ideas.
De tal manera, el texto de "La pregunta por el hombre" no puede ser tomado como un balance o una historia fragmentaria de la filosofía, porque a lo largo de s,u exposicion el autor va tomando posiciones frente a los sistemas o a las ideas que interroga o discute. Realiza lo que se podría llamar un itinerario filosófico, pero ante todo crítico, que abarca desde los orígenes del hombre hasta las más altas creaciones del espíritu. Como se advierte, el asunto de este libro de Andrés Holguin no puede ser más ambicioso, pero siendo una obra que no tiene las pretensiones del gran tratado, el problema filosófico se encuentra reducido a lo puramente esencial. Y lo esencial para Andrés Holguín se centra en la meditación, orientada a separar lo verdadero de lo falso, en la elección frente a las dos grandes tendencias de la filosofía, la concepción dualista del hombre y la concepción unitaria. Si la primera concibe al hombre como el resultado del encuentro entre el espíritu y la materia, la otra comprende al hombre en su pura existencia material, con todas sus evoluciones y transformaciones.
Andrés Holguín, en su larga y polémica labor filosófica, ha tomado esta última concepción del hombre como la única filosóficamente válida. Y su libro, más que una toma de posición dogmática, conforma un desarrollo razonado de sus opiniones.

Dentro de la conocida hipótesis que encierra al hombre dentro de dos tipos fundamentales, que lo define o bien un ser aristotélico, o bien platónico, es necesario señalar la labor intelectual de Andrés Holguin dentro del más pleno aristotelismo, autor al que sigue en la concepción del hombre, pero no en su teología. Aristóteles y Nietzsche son los filósofos declarados de sus grandes simpatías. Ellos, y por medios y categorías muy diferentes, inspiran buena parte de sus afirmaciones, aunque la fuerza de su argumentación tiene un carácter marcadamente personal.

No son pocos los filósofos que van siendo tratados a lo largo del texto y, aunque en la discusión de sus ideas el lector no siempre se halle de acuerdo con sus afirmaciones o denegaciones, no puede dejar de admirar la seriedad de sus fundamentos, la precaución de su lenguaje y el conocimiento con que define sus argumentaciones. Aqui, en "La pregunta por el hombre", se encuentra exactamente lo contrario al dilettantismo y a la palabrería vana e inútil con que ciertos autores pretenden explicar lo que no han comprendido. Una virtud rara y admirable en este terreno se encuentra en la forma sencilla a que ha llevado el devenir de sus razonamientos. Sencillez que se traduce, no en la simplificación de arduos problemas intelectuales, sino en claridad y orden en la estructuración de las ideas.

Libro fundamental para la iniciación filosófica porque aun no siendo neutral con los pensadores que expone, deja abierto el campo a la discusión y al análisis e incita, a través de la interrogación sistemática, a que el lector se plantee frente a sus propias posibilidades especulativas, los problemas y fenómenos que allí han sido selectivamente interpretados.

Los dos capítulos finales del libro -"El hombre y el amor", "El hombre y su muerte" se alejan, sólo aparentemente, del asunto filosófico, porque en realidad no hacen más que implicarlo. Ahora en un tono íntimo, enriquecido con el valor de ser auténticamente él mismo, con el corazón en la mano se dirige al lector con la heroica y sincera certeza de haber alcanzado una serenidad sin Dios. -