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LA PRENSA Y EL PODER

Revelaciones de la prensa escrita sobre plan norteamericano de desestabilización de Nicaragua ponen sobre el tapete el tema de la libertad de prensa.

20 de diciembre de 1982

La revelación hecha por varios medios de comunicación en los Estados Unidos sobre la posibilidad de una invasión a Nicaragua orquestada por la CIA, ha llevado a algunos sectores de la opinión a poner en tela de juicio las libertades de la prensa escrita y su intromisión en asuntos de seguridad nacional. En efecto, la mayoría de las denuncias contenidas en la edición del 8 de noviembre pasado de la revista Newsweek, no dejaron de ocasionar malestar en Washington y la Casa Blanca tuvo que aceptar a regañadientes que efectivamente existe "un pequeño plan de desestabilización contra la nación centroamericana". El hecho de que temas de tanta delicadeza sean conocidos por el público, comprometiendo la ya difícil posición del gobierno de Reagan en sus relaciones con los sandinistas y los demás países del área, ha puesto de presente una vez más un caso que dividió en dos la historia del periodismo norteamericano: los papeles del Pentágono.

UN POCO DE HISTORIA
El 13 de junio de 1971 la edición dominical del New York Times además de reseñar la boda de Tricia Nixon, la hija del presidente, destacó en primera página un informe especial basado en documentos confidenciales que el periódico había obtenido y que mostraba la participación norteamericana en el Vietnam desde otro ángulo: el propio gobierno. Así, una serie de comunicados internos atinentes a las respectivas administraciones de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, descubrían una nueva faceta de los movimientos para la permanencia de los Estados Unidos en la guerra, bastante alejados por cierto de la romántica imagen de defensora de la libertad que, a los ojos del mundo, había querido proyectar la nación del norte. Como es de suponer, el escándalo no se hizo esperar. A los tres días de publicado el primer informe, el fiscal general de la nación demandó judicialmente al New York Times por transcribir documentos de uso restringido y un día más tarde, el jueves 17 de junio, logró una disposición judicial ordenado que no se difundieran los demás informes preparados por el periódico hasta cuando se pronunciara la Corte al respecto. No obstante la situación, el viernes siguiente el Washington Post inició la divulgación de sus propios artículos basados en la misma fuente, la cual fue detenida cuando el sabado 19 de junio se prohibió también editar las investigaciones hechas por este último periódico. Lógicamente a estas alturas la repercusión de las noticias había sido mundial y si bien sólo llegó al público el cinco por ciento de los documentos en poder de los periódicos, era ya imposible hacer marcha atrás en los acontecimientos. La relación de las publicaciones enseñaba claramente como se había engañado a la opinión pública en temas tan vitales como el aumento del contingente de tropas, el bombardeo a zonas restringidas, la ampliación de la cobertura de la guerra y otros puntos importancia.
Finalmente, la batalla legal se decidió el 30 de junio de 1971 cuando la Corte Suprema de Justicia rechazó por votación de 6 a 3 la demanda del gobierno, autorizando asi al New York Times y al Washington Post a continuar la publicación de los papeles del Pentágono. La decisión, que sentó un precedente calificado de histórico por los dos periódicos, estuvo basada en la primera enmienda de la Constitución Norteamericana, que asegura la libertad de información y abrió las puertas a una nueva época de relaciones entre la prensa y el público en general.

¿HEROE O TRAIDOR?
Pronto se pudo reconocer a la persona que había iniciado todo. Daniel Ellsberg, doctor en economia de la Universidad de Harvard y a la sazón investigador del Massachussets Institute Technology (MTI) fue identificado por el FBI con base en sus anteriores pronunciamientos en contra de la participación de los Estados Unidos en la guerra. Ex miembro de un equipo asesor conformado por Robert Mc-Namara cuando fue secretario de Defensa del gobierno de Johnson, Ellsberg tuvo fácil acceso a documentos preparados por los cuerpos de seguridad y conoció personalmente la guerra del Vietnam, lo cual le causó profunda impresión y originó su voluntad de participar de algún modo en la terminación de la guerra. De tal manera, poco antes de su separación del cuerpo asesor en 1969, Ellsberg pudo obtener las copias de los papeles que tiempo después serían materia prima de los informes del New York Times, pero se abstuvo de usarlas inmediatamente debido a que el gobierno de Nixon parecía deseoso de buscar una solución rápida al conflicto. Sin embargo, la intensificación del operativo militar en Indochina a comienzos de la década de los 70 lo impulsó a actuar con los resultados iniciales ya descritos.
Como consecuencia de sus acciones, Ellsberg fue llamado a juicio con probabilidades de enfrentar una pena hasta de 115 años de prisión por el delito de espionaje. Más la conjunción de una defensa exitosa y del clima pacifista en Norteamérica, lograron que en mayo de 1973 fuera declarado inocente. Unos cuatro meses después de que el tratado de paz que selló la salida de los norteamericanos del Vietnam hubiera sido firmado.
Empero, la resonancia del caso Ellsberg no paró allí. Las pesquisas del escándalo Watergate revelaron que en agosto y septiembre de 1971, 5 de los 6 hombres que un año después serían atrapados en el hotel que dio nombre al suceso, penetraron a la oficina del psiquiatra de Ellsberg en Los Angeles con el fin de obtener la descripción de la personalidad de éste y así, proceder a una campaña de descrédito que habría de ser iniciada por el propio gobierno. La acción no tuvo resultados positivos y pese a ser coordinada y financiada desde las más altas esferas de la Casa Blanca, no impidió la innegable popularidad de Ellsberg y paradójicamente sería otra de las causas de la caída y posterior detención de algunos miembros del gobierno de Nixon. Años más tarde, el propio presidente poco antes de su renuncia justificó el operativo "por razones de estado" y en 1977, en una serie de entrevistas que se le hicieron para la televisión, Nixon continuó aduciendo los mismos motivos sin retractarse en ningún momento.

LA CIA, VIVA Y CONSPIRANDO
La Agencia Central de Inteligencia del gobierno norteamericano no quedó indemne de las repercusiones de Watergate y las investigaciones comprobaron la participación de este organismo en numerosos planes llevados a nivel interno. Con la renuncia de Nixon la CIA se vio abocada a un recorte presupuestal y a una limitación de sus funciones, la cual contrastaba con la libertad de operación que había tenido en años anteriores. La administración Ford se encargó de sancionar a la institución por su posesión de archivos concernientes a los residentes en los Estados Unidos que hubieran manifestado ser radicales en algún momento, y a su vez el gobierno de Carter afectó también el campo de espionaje externo que había permanecido prácticamente intacto hasta ese entonces. Con la llegada de Reagan al poder, la Cia ha vuelto a vivir parte de sus mejores tiempos. Un incremento presupuestal superior al veinte por ciento y el restablecimiento de nexos con las demás dependencias de seguridad, explica por qué la Institución tiene de nuevo los medios para influir en la política mundial. Es bastante larga la tradición que posee la CIA en crear malestar en los regímenes que ataca. En Centroamérica todavía se recuerda la caída del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala a mediados de la década de los 50, mediante la ejecución de complots que, guardadas proporciones tienen mucho parecido con lo planeado para los sandinistas.
Con todo, hay en estos tiempos una clara diferenciación en las circunstancias. Entre otras, la prensa estadounidense tiene una mayor autonomía y una concepción diferente de la realidad, mientras los grandes periódicos apoyaron la solución de fuerza para expulsar al gobierno de Arbenz hace casi 30 años, ahora no es extraño ver que, como en el caso de Newsweek, se haga pública la noticia gracias a la protección que a este tipo de reportaje diera la decisión de la Corte Suprema de Justicia en caso ya descrito de los papeles del pentágono.