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La primera calle de BORGES

El primer poema de Borges jamás volvió a publicarse: un homenaje a 20 años de su muerte.

Manuel Hernández Benavides?
15 de abril de 2006

En 1923, el joven Jorge Luis Borges ya había desestimado sus poemas de estancia en Palma de Mallorca, sus poemas a la revolución de Octubre y se arrepentía sutilmente de estar embarcado en la aventura ultraísta de la revista Proa. Para iniciar algo que fuera más cercano a una estética que brevemente llamaremos de lo coloquial, publicó Fervor de Buenos Aires. A los tres años publicó un libro que no se decidió a omitir de sus Obras Completas aunque sí lo dejaba muy insatisfecho (Luna de enfrente), y otros tres años después de éste, publicó un pequeño volumen que llamó Cuaderno de San Martín. En éste aparece el poema más sentido de su orbe coloquial, La noche que en el sur lo velaron. Un poema sobre la caminata nocturna de un hombre que va a las regiones del sur al velorio de un hombre mayor. Allí habla de las calles sentenciosas que hay que merecer y de "la noche, que de la mayor congoja nos libra, la prolijidad de lo real".

Hace 20 años moría en Ginebra a los 87 años de un cáncer hepático, de desenlace rápido. Su obra había sido leída por una enorme minoría en todos los idiomas del mundo y lo que querría recordar acá es solamente, la vicisitud del primer poema de Fervor de Buenos Aires. Titulado Las Calles este poema desaparece de las Obras Completas, y durante años esta omisión ha dejado como primer poema de su obra, aquel dedicado al cementerio La Recoleta ubicado en la zona de altos ingresos de la ciudad natal del poeta y donde está enterrada, tras su largo peregrinar embalsamada, Eva Perón. Y donde Borges profetiza que será el lugar de sus cenizas para refutarlo al final de su vida, al morir en Suiza y ser enterrado en el cementerio de la calle Calvino, nombre del colegio donde inició sus estudios de alemán y la lectura de los en ese entonces jóvenes recién publicados expresionistas alemanes. En un libro que publiqué hace 14 años, Borges, de la ciudad al mito, trabajo con algún detalle las minucias de ese tratamiento de la ciudad en su poesía, bajo las inocultables influencias de Baudelaire y Whitman y la presencia coetánea de esos poetas, famosos en la década del 20 en Alemania, Stadler, Heim, Laske-Shuller y Trakl. Con el poema Las Calles sucede, entonces, que es una declaración de amor nostálgico al Buenos Aires donde el poeta cree que ha sido feliz en la infancia, sin conocerlo, pues siempre estuvo tras las rejas de una casa en Adrogué, pero en donde quiere, en compensación, caminarla entera, para decir que la lleva en las entrañas de su alma.

Como en la meditación budista que se pregunta qué queda del carruaje en el que he iniciado un viaje si en la primera parada cambian los caballos y en la segunda cambian el coche, cómo puedo decir que voy en el mismo carruaje; así, Borges le hizo tantos cambios al poema Las Calles, que, al final, su única solución fue eliminar el poema. María Kodama, como su ejecutora testamentaria, ha oscilado entre desobedecer al poeta y publicar el poema o eliminarlo definitivamente. Hasta ahora ha triunfado la voluntad de desaparecerlo. Hay una prueba paciente de lo anterior en mis resignados viajes por librerías y por la edición de clásicos de la editorial francesa La Pléyade, para terminar constatando que el poema ha desaparecido.

El caso es que para mi infortunio, este poema, que a mi juicio describe una pasión por el tema urbano que desarrollará de forma explícita y encantadora durante siete años, como ya dijimos entre 1923 y 1930, al que le dediqué una buena parte de mi estudio sobre las relaciones de Borges con la ciudad, ya no existe. Quienes lean Borges, de la ciudad al mito encontrarán las versiones del poema y también encontrarán las razones de sus variaciones y dubitaciones. Hay tanto que recordar de la obra de Borges que recordar el poema desaparecido, el primero autorizado y luego de transformado, desautorizado, parece un oficio innecesario o superfluo. Pero también hay la tentación de que la poética de los primeros pasos, del origen de las cosas, como se dijera, de la dimensión coloquial de su obra, de aquella donde según afirma quiso imitar ciertas fealdades de Miguel de Unamuno, de ese Borges que encuentra que sus temas, su obra, está toda contenida en esos libros juveniles, sea tomada en serio, pero a la vez se incoe la pregunta por la razón profunda, no cosmética, de la desaparición del poema. Para una logia de detectives más salvajes que los de Roberto Bolaño, la investigación por la desaparición de un poema debe ser una pesquisa tentadora, exigente y de alto riesgo. El optimismo, la confianza, el espíritu de loa, rapsódico, del poema, el exceso(¿

) de entusiasmo, el sí es no es de para qué escribir y cantar a las calles, el viejo asunto del paseante, del flaneur, del transeúnte urbano, las ensoñaciones de ese paseante solitario, parafraseando al Rousseau de la Suiza juvenil del argentino, esas ensoñaciones y entusiasmos han quedado de alguna manera truncas. Pero desde la lógica más intensa descontruccionista, ¿cuál es el texto fijado? Cuál el texto sujeto a variaciones. Por decir algo: "las entrañas de mi alma" del poema de la edición de 1954, se transforman en "mi entraña". Buenas preguntas serían: cómo vive, dónde vive y de qué material está hecha la entraña del alma del poeta. ¿Por qué ante ese redundante uso de lo interior el poeta usa entraña y no entraña de mi alma y luego calla? ¿Por qué traza versos como calles, como un planificador urbano y luego flamean banderas de entusiasmo y confianza y luego al ser eliminado el poema quedamos, de manos a boca, con la serenidad estoica de la muerte del segundo poema, hoy primero? Se multiplican los porqués. Se multiplican las incertidumbres.

Pero esto no es todo. A partir de 1954 desaparece un poema de título alemán, sobrevivirán muchos poemas de título en inglés, pero sólo hasta muchos años después hará un homenaje al grabado de Durero, sobre el Caballero, la Muerte y el Diablo, Ritter, Tod und Teufel, en el idioma germano. El poema desaparecido se llama Judegasse (callejuela judía) típica experiencia de las barriadas judías de pobres en la Europa anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial. Esa Europa en la que en Zurich vivían Lenin, Borges y Einstein. El poema tal vez sería una traducción de algún desvaído texto en homenaje de algún expresionista. Una complacencia con sus contertulios de generación, muertos en la guerra o abandonados a su dolor tras la experiencia más traumática vivida por la modernidad, de la cual Benjamín afirmó que los combatientes volvían sin palabras para narrar la experiencia. El poema es borrado. Las calles sobreviven hasta una censura muy posterior, pero en cambio el de la callejuela judía desaparece fulminantemente al poco tiempo. ¿Le pareció muy obvia la influencia de los expresionistas? ¿Se cansó de no tener éxito como plagiador de poetas alemanes contemporáneos? Es obvio que no lo necesitaba, pero qué vamos a saber.

Como una cortesía con los lectores que hayan llegado hasta acá en esta pesquisa para fijar el texto imposible de un poema imposible, va esta trascripción de Judengasse.



Quejas que nunca cesan se alzan las

[anhelantes paredes,

Paredes tan escarpadas que han caído en lo? [profundo los hombres,

Desangradas antaño en vanas palabras hoy

[se cicatrizaron las bocas

Mudas como el harapo de infinito que las

[aristas de los aleros ahorcan

Y que se arrodilla en los ojos por donde el

[miedo está espiando,

Mientras en el gesto de la resignación las

[otoñales manos se aflojan

Y las plegarias rotas se despeñan desde el

[firmamento implacable.

Con las alas pegadas los querubim han

[suspendido el aliento.

Ante el portón la chusma se ha vestido

[de injurias como quien se

[envuelve en un trapo

Dios se ha perdido y desesperación de

[miradas lo buscan.

Presintiendo horror de matanzas los

[mundos han suspendido el aliento.

Alguna voz proclama su fe: Dios el eterno,

[Dios de dioses, es Uno.

Y arrecia la muchedumbre cristiana con un? [progrom en los puños. * ?

Y como coletilla mínima: el poema Instantes que circula en fotocopia y que muchas personas creen que es de Borges y que sienten que es su máxima relación con el escritor, debo aguarles la fiesta de su cómica ignorancia: es una traducción libre de un lamento de una anciana de 85 años publicado en algún periódico norteamericano, que me fue brindado en su original inglés por una estudiante, hoy radicada fuera del país. No es de Borges. Pero es una linda manía del azar bromista que ese poema haya proliferado en la metáfora inversa a la de la desaparición. X?

* Tomado de Jorge Luis Borges, Poemas, ( 1922-1943) Editorial Losada, Buenos Aires, 1943