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La rubia teñida y el señor presidente

Una novela policial que transcurre en una época de escándalos políticos, corrupción e injerencia de la mafia en el alto gobierno.

Luis Fernando Afanador
9 de septiembre de 2006

Silvia Galvis
La mujer que sabía demasiado
Planeta, 2006
229 páginas

En el año de 1994 el presidente de Colombia está a punto de caer: se ha denunciado la infiltración de dineros del narcotráfico en la campaña que lo llevó al poder; el ministro de defensa, Roberto Valencia y el tesorero de la campaña, Mauricio Moreno, han declarado bajo juramento en contra del Presidente ante el Fiscal General de la Nación -"fue contra mi voluntad", alegó el presidente-; algunos medios empiezan a ser implacables y a publicar apartes de las indagatorias filtradas por la Fiscalía. Y, como si fuera poco, acaban de acribillar a Diana del Socorro Barragán de Saldarriaga, la rubia teñida vinculada a la mafia que había girado varios cheques a la campaña del Presidente y se aprestaba a rendir indagatoria en su contra: andaba furiosa porque éste le rehuía y negaba tener relación con ella, aunque la inmensa foto a escala natural de los dos en su casa de Santa Viviana pruebe lo contrario, lo mismo que el intempestivo nombramiento de Contreras, edecán del presidente, en un cargo diplomático hechizo, para no responder a la justicia por sus reiteradas vistas a la occisa. El gobierno tambalea y en su debilidad se dedica a ofrecerles cargos, prebendas y contratos a los congresistas encargados de juzgar al Presidente.

Por supuesto, aunque la contraportada diga claramente que se trata de una novela, es imposible para un lector colombiano omitir las alusiones directas a ciertos hechos de la historia reciente del país. Salvo los nombres de los personajes, todo en este relato quisiera parecer verídico. Aquí, cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia sino pura intención. No por azar encontramos la siguiente cita del escritor Dashiell Hammett, que bien se puede leer como una justificación anticipada: "Aquellos que recuerden este suceso sabrán que la ciudad, los detectives y los implicados tenían nombres distintos de los que aquí les he asignado. Y también sabrán que los hechos son reales. Algún tipo de nombre hay que poner por motivos de claridad y cuando el empleo de nombres verdaderos provoca malestar e inclusive puede resultar peligroso, los seudónimos se convierten en una opción realmente satisfactoria".

Hechos reales pero nombres cambiados para evitar "peligros" y "malestares". Así pues, La mujer que sabía demasiado es una novela negra a la manera de Dashiell Hammett y Rubem Fonseca. De hecho, su principal protagonista, el fiscal Bruno Nolano, pobre, asmático, cincuentón, romántico, apasionado lector de autores policiales y de una rectitud moral a toda prueba, pertenece a la misma estirpe de Sam Spade y el inspector Mattos de Agosto. Un personaje entrañable que, con sus rutinas y sus amores, será el encargado de llevar adelante la investigación y descubrir quiénes son los asesinos materiales e intelectuales, desafiando las amenazas contra su vida. Este antihéroe es también el responsable de que la obra sobrevuele el simple periodismo e ingrese al género literario.

Al igual que sus maestros, Silvia Galvis pretende hacer una literatura policial que no se conforma con resolver pequeños enigmas pasionales en una habitación cerrada, sino que busca ir a las verdaderas raíces del crimen: la sociedad corrupta y complaciente, sometida a los poderes ilegales. Es decir, de qué manera el mundo del poder se conecta con el mundo del hampa. En la clave real, su visión será desde luego polémica y discutible y encontrará encarnizados defensores y detractores. Sin embargo, al estar planteada como ficción, no pretende reabrir el juicio político o jurídico, sino apenas "contar su verdad", dejar una constancia hacia el futuro para quienes se sintieron derrotados y engañados con el desenlace final de la "investigación real". Como si quisiera llevarle la contraria a aquella vieja y famosa sentencia de Rafael Núñez: "en este país todo es venal, lo que hoy parece grave, mañana nadie lo recuerda".