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LA SIBILA DEL RIN

Hildegarda von Bingen, caso exótico en la historia de la música, al alcance de los melómanos con su drama Ordo Virtutum.

12 de marzo de 1984

Ningún período histórico ha sido tan falsamente tildado de oscurantista, decadente y lúgubre como el medioevo, cuando en realidad se trata de una de las épocas más vitales y decisivas en la lenta configuración de las civilizaciones occidentales, caracterizada por el deslumbrante florecimiento estético de tres categorías cruciales: el valor, el honor y el amor. Tanto las contigencias trascendentales de la vida como los minúsculos sucesos se manifestaban a través de elaborados ritos y ceremonias: desde la administración de la justicia y los estridentes mercados hasta las bodas y los funerales, todo se celebraba estrepitosamente con cortejos, séquitos y música.
Dentro de este paisaje salpicado de siluetas de almenas y unicornios, en plena transición entre los siglos XI y XII, tuvo lugar un singular matriarcado político y artístico en el centro de Europa: Eleonor de Aquitania, Catalina de Siena, Eloísa e Hildegarda von Bingen, conocida como la profetisa teutona o la sibila del Rin, representan cuatro grandes hitos femeninos de la edad media. De tan interesante cuarteto, Hildegarda von Bingen, la legendaria visionaria alemana, es uno de los rarísimos casos en la historia de la música de una mujer compositora. Nacida en el seno tibio de una noble familia alemana en el año 1098, desde los ocho años fue internada en una abadía de la orden benedictina donde se inició en el aprendizaje de las reglas de la liturgia y en el ejercicio artístico de los santos oficios. En el año 1136 fue designada por la asamblea de monjas en pleno como abadesa "magistra" y para 1152 fue consagrado su propio convento independiente en Rupertsberg con 50 religiosas. Después de una prolongada y penosa enfermedad, Hildegarda se entregó a una serie de visiones místicas, recogidas en una hermosa colección de manuscritos miniatura: 3 sobre el ciclo de sus visiones y 13 en terrenos de la teología, la medicina y las ciencias físicas. Mantuvo una generosa relación epistolar, escribió biografías de santos, compuso cerca de 80 obras corales varios poemas y un drama musical Ordo Virtutum.
Reconocida en el sínodo del año 1147 por el Papa Eugenio III como auténtica visionaria y sibila del Rin, Hildegarda von Bingen se convirtió en la guía espiritual de los poderosos de su época. Su propia visión del cosmos delata una arquitectura neoplatónica, ajena de la escolástica pero vecina del pensamiento de los padres de la iglesia. Descubriéndose como instrumento de la voluntad divina, produjo una serie de obras artísticas que mucho heredaron de sus experiencias místicas personales. El Ordo Virtutum es uno de los clásicos dramas musicales del medioevo, compuesto por la profetiza teutona para coros y solistas en monofonía, con textos latinos en verso libre. Su latín literario está considerado por los especialistas como una de las maravillas de la época: dulce al oído, brioso en la declamación, inmensamente rico en imágenes creativas y teológicas. Un estudio de su vocabulario poético pone al desnudo la lógica de sus excentricidades musicales: sorprendentes saltos melódicos, súbita interrupción de pasajes declamados por melismas ricamente ornados, yuxtaposición de modos musicales incoherentes en apariencia. Hildegarda se sirvió como mística de la composición musical para expresar sus experiencias visionarias: en el Ordo Virtutum describe con cantos un universo religioso en el que las obras de las fuerzas cósmicas, bajo la forma de figuras alegóricas, actúan a favor del alma humana en su batalla contra las tentaciones del demonio. Y todo ocurre en el escenario terreno del alma humana donde tiene lugar la confrontación entre las huestes celestiales, representadas por las virtudes, y el bajo mundo profano, simbolizado por el diablo.
Sólo desde el romanticismo, músicos y auditorios empezaron a interesarse con seriedad en reproducir la música de otras épocas. Aun se recuerda la apoteósis musical que significó la puesta en escena de la "Pasión según San Mateo" de Bach, dirigida y realizada por Mendelsohnn en Berlín a la edad de 20 años. Hoy día, gracias al prodigio de la electrónica, escuchamos magníficas grabaciones de música concebida en el alba geológica de los tiempos. Una reciente producción de la casa franco alemana Harmonia Mundi, verdadero milagro discográfico y rareza musical sin par, es precisamente el Ordo Virtutum de Hildegarda von Bingen, interpretado por el grupo de música medieval Sequentia. Un espléndido documento del medioevo, bajo el signo de un sugestivo matriarcado mediterráneo, digno de combinarse con algo de la viva iconografía de la época o con el encendido candor de la épica trovadoresca.