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LA SOCIEDAD DE LOS POETAS VIVOS

Por cuarto año consecutivo, poetas de cinco continentes llegan a la capital antioqueña para protagonizar un aquelarre lírico de proporciones únicas: el Festival de Poesía de Medellín.

27 de junio de 1994

LA ESCENA SIEMpre se repite: más de 60.000 entusiastas invaden los recintos culturales -y hasta las calles- de Medellín para impregnarse con la magia de las palabras, no importa si éstas se escuchan en recinto cerrado o en la inclemencia de una calle, desafiando el vocerío de la ambulante periferia o las bocinas de la hora pico.

Varias veces ha ocurrido que ante el lleno desbordante de los salones, los artistas han decidido presentarse dos veces: una en el escenario y otra afuera, sobre cualquier tarima, para complacer a quienes, por falta de espacio, no pueden entrar. Las estrofas penetrantes desafìan todas las barreras del sonido, y los atentos escuchas se ayudan con las manos, formando caracoles o cuernos primitivos.

Nadie ha podido explicar lo que mueve a esta multitud poética. Porque no importa si hay lluvia o un partido de copa para el Atlético Nacional, la silletería siempre está copada, sea para escuchar las voces interiores de un escritor inglés, antioqueño o africano.

Los testimonios no ocultan las sorpresas. "Es la principal convocatoria poética en este fin de siglo", dice el poeta argentino Daniel Samoilovich. Para el venezolano Hefi Borzacchini, el certamen es otra muestra de la macondiana Colombia: aquí las "historias de muerte y amor van juntas, una al lado de la otra. Y tan sólo la poesía hace la síntesis".

Es como si de pronto la sociedad universal de los poetas hubiera hallado su utopía, o por lo menos un camino que la saque al olvido."Este festival cambió mi percepción de la poesía", dice Tony Harrison, el autor británico más importante del momento. Porque más que estimular los sentidos, la poesía que se escucha en los escenarios paisas ha comenzado a rescatar esperanzas perdidas. En el caso de Medellín, el efecto es palpable. La juventud, especialmente, prefiere el sueño de la poesía a la pesadilla de la violencia.

El impacto a nivel mundial lo pudo comprobar un trotamundo literario que va de un lado a otro para actualizar los ocho millones de volúmenes que están a su cargo. Tras una reciente visita de campo a varios países de los cinco continentes, el poeta y director de la Biblioteca Nacional de Brasil, Alfonso Romano de Santana, llegó a la conclusión de que, en efecto, "el festival de Medellín es, por su magnitud, el mundial de fútbol de la poesía".

Este año, la cuarta versión traerá -entre el 2 y el 8 de junio- a 42 poetas extranjeros y 20 nacionales, quienes se repartirán por la ciudad para entregar las cadencias de su espíritu. Estarán, entre otros, Marin Suresco, Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco, Jorge Enrique Adoum, Héctor Rojas Herazo, Juan Manuel Roca y Jaime García Mafla.

La idea es el sueño compartido -y ahora reforzado por otros 10 colaboradores- de Fernando Rendón y Angela García, quienes, además de pareja, son poetas por derecho propio y, a la vez, directores de la revista Prometeo, que simultáneamente celebra 12 años de trabajo ininterrumpido, con una exposición especial en la Biblioteca Pública Piloto.

Las vidas de Rendón y García no pueden ser más literarias: ella llega, retrasada, a la lectura de poemas de un amigo suyo. El, también amigo del artista, le abre un espacio para que se acomode. Se miran, se gustan, se aman, y, tras ahogar sus propios matrimonios, se dedican a convivir en la adoración del Verbo.

Rendón añora con rescatar, paulatinamente, el antiguo prestigio de la poesía. "Ese prestigio perdido que permita ejercer, también gradualmente y de manera afirmativa, un poder transformador en la vida de la gente".

García, por su parte, dice que para lograrlo es necesario desmitificar la imagen del poeta, y demostrar que es otra voz en la multitud. Mejor dicho: "Otro de nosotros, porque todos somos el mismo, siempre tratando de saber más sobre el amor, de buscar justicia, de liberarnos de la guerra, de anhelar lo sagrado y lo divino". Un destino humano que siempre se repite y que se ve reflejado, cada año, en un festival que poco a poco se ha convertido en un evento indispensable para los furtivos amantes de los delirios oníricos de los poetas.