Home

Cultura

Artículo

Raúl Tréllez ha ideado un sistema que prolonga el semáforo en rojo del que depende un grupo de mendigos.

CINE

La sociedad del semáforo

El primer largometraje de Rubén Mendoza está lleno de imágenes brillantes, pero no desarrolla el drama que anuncia al principio. Conozca las películas del momento.

Ricardo Silva Romero
25 de septiembre de 2010

Título original: La sociedad del semáforo
Año de estreno: 2010
Género: Drama
Guión y Dirección: Rubén Mendoza
Actores: Alexis Zúñiga, Abelardo Jaimes, Gala Bernal, Romelia Cajiao, Héctor Ramírez, Amparo Atehortúa, Víctor ‘Rosario’ Castro

Tiene comienzo de obra maestra: un trancón de ambulancias, filmado y editado con la angustia que se siente durante una pesadilla, resume el horror de un país incapaz de atender sus emergencias sociales y presenta el delirio en el cual vive el personaje principal del largometraje. Sigue en la proyección, entonces, el retrato de ese protagonista: un habitante de la calle, Raúl Tréllez, que huyó de la violencia del Pacífico colombiano, soporta la vida a punta de bazuco, se pierde en sus alucinaciones para aplazar el momento en el que “siempre hiero a los que quiero”, sueña con enviarle a su hijita unos zapatos que ha visto en una vitrina y acaba de inventarse un sistema para prolongar el semáforo en rojo del que depende un grupo de mendigos, equilibristas y vendedores ambulantes del centro de Bogotá.

Para alterar el mecanismo del aparato, de tal manera que aquella comunidad tenga 20 segundos más para pedir dinero, hacer sus malabarismos o vender sus productos, el trágico Raúl tendrá que ganarse la confianza de un capo de la calle apodado Cienfuegos. Pronto se harán amigos, pues “ambos somos propensos a cagarla”.

Y la gran belleza de las imágenes, marca de estilo de su director, Rubén Mendoza, desde cuando presentó al público aquel estremecedor cortometraje titulado La cerca, nos irá conduciendo hacia el final de la película, pero no será suficiente para ponernos en los zapatos de sus personajes. La sociedad del semáforo, un gran ejemplo en términos de producción y promoción, está llena de secuencias bien logradas: el baño en el lugar de donde viene el agua para toda la ciudad, los días perdidos de Raúl en una construcción a punto de caerse, los cantos fúnebres tras el descubrimiento de un cadáver. Pero como jamás desarrolla el drama que anuncia, como su protagonista, extraviado en la droga, ni siquiera es capaz de recordar lo que quería conseguir, hacia la mitad de la proyección nos sentimos turistas (cuando tendríamos que sentirnos locales) en un barrio de una Bogotá que no aparece por ninguna parte: un barrio fuera de contexto.

La sociedad del semáforo es, decíamos, la historia de un héroe de ficción que quiere prolongar el disco rojo del aparato para que un conjunto de habitantes de la calle vivan un poco mejor, pero que en el intento termina atrapado en un documental más bien inverosímil. Que no estaría nada mal, que diría, al final, que en Colombia la realidad lo aplasta todo, si la suerte de sus personajes nos pesara a los espectadores: resulta tan desconcertante como diciente, por ejemplo, que no nos revuelvan el estómago las terribles muertes de dos importantes figuras de la trama. Quizás el plural sobre. Quizás sea solo yo. Pero la cantidad de compasión que produzcan tendría que ser la medida del éxito de los dramas y los documentales. Y esta película, en su esfuerzo por eludir los lugares comunes, lo hacer ver todo demasiado lejos.
 
Cartelera
 
Ciudad de vida y muerte ***
El cineasta Lu Chuan escribe y dirige esta película épica sobre la “violación de Nanjing”, filmada en un hermoso blanco y negro.

Fuego **
Guillermo Arriaga, autor de los guiones de Amores perros y Babel, se atreve a dirigir uno de sus relatos sobre el destino.

La caja **
Quienes disfrutaron la maravillosa Donnie Darko apreciarán la nueva historia tipo ‘dimensión desconocida’ del cineasta Richard Kelly.

Amor a distancia **
Una bienintencionada comedia romántica que se atreve, con más energía que talento, a retratar el amor de lejos.

Sangre y amor en París **
Hay un punto en el que el espectador se pregunta: “¿En qué momento pensé que esta era una buena película de acción?”