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LA VENA FOLKLORICA DE DVORAK

Vasta es la herencia musical del hijo del posadero de Praga.

10 de diciembre de 1984


La remota y misteriosa Checoslovaquia es no sólo la tierra de Kafka sino el país de una acendrada tradición musical. Desde el enigmático Zelenka, recientemente rescatado del fragor de las fanfarrias barrocas, hasta una pléyade de músicos importantes de los últimos dos siglos que representan lo mejor de la llamada escuela nacionalista: Smetana, Dvorak, Fibich, Janacek y Martinú. Encrucijada histórica de etnias y lenguajes, Checoslovaquia es una nación de naciones (Bohemia, Moravia, Eslovaquia) que no sólo aprendió a gobernar con sabiduría el cristal y el acero, sino también las eternas posibilidades del pentagrama. Durante el siglo XVIII Bohemia fue reconocida como "el conservatorio de Europa" y para advertidos historiadores musicales no resulta extraño constatar que la escuela de Mannheim estuvo integrada casi en su totalidad por músicos checos, tales como Stamic y Richter. Todos estos compositores tuvieron, a su vez, una innegable influencia en la maduración del estilo clásico de Haydn y de Mozart.

Dentro de este vasto horizonte melódico, quizá la figura más prominente y diversa es Antonin Dvorak (1841- 1904). Hijo de un posadero de los suburbios de Praga, imprimió a su música la sinceridad del campesino eslovaco y la fuerza del paisaje moravo al amparo de una rica tradición popular, tanto folklórica como religiosa. La generosidad de su vena creativa le permitió ensayar con éxito todos los géneros. Gracias al respaldo de Brahms, las puertas de las grandes capitales europeas se abrieron de par en par a sus inigualables composiciones, bien fueran las atronadoras piezas orquestales o bien las profundas obras de cámara. Huésped de honor en repetidas ocasiones de Inglaterra y Estados Unidos a finales del siglo XIX, dirigió personalmente el conservatorio de Nueva York entre 1892 y 1895.

Autor de nueve sinfonías que no sólo recuerdan a Beethoven por su cantidad sino por su calidad y de ocho grandes cuartetos de cuerda que sobrevuelan alturas avistadas tan sólo por Schubert, compuso un sentido concierto para cello y otros dos no inferiores para piano y violín. De sus múltiples páginas sinfónicas sobresalen las danzas eslavas y los cinco poemas, pruebas de su maestría como sinigual orquestador. Legítimo padre del oratorio checo, su infatigable producción musical en este género estalla con cuatro grandes obras sacras cuyo resplandor alcanza la plenitud coral lograda por Verdi o Bruckner: el Stabat Mater, la Misa en Re, el Réquiem y el Te Deum.

Cuando Dvorak compuso su Stabat Mater hacia el año 1877, acababa de perder a sus tres primeros hijos como resultado de una ladina conspiración tendida por las enfermedades y los accidentes. Bajo la sombra funesta de la muerte, el organista de Praga concibió su primera gran composición religiosa, en una tradición musical que se remonta hasta el año 1300. Secuencia latina escrita por un monje franciscano (Jacopone da Todi) para la fiesta de los siete dolores de la Virgen María, el Stabat Mater ha sido un tema obligado de los grandes músicos de todos los tiempos: Josquin des Prés, Palestrina, Scarlatti, Pergolesi, Rossini, Poulenc, Penderecki. Y el culto a la dolorosa se había extendido en los diferentes distritos católicos eslavos que frecuentaba Dvorak. Así, el antiguo texto piadoso de origen gregoriano, comentario místico a un versículo del evangelio según San Juan, inspiró nuevamente al músico checo esta vez bajo la forma de una cantata ampliada. La estructura melódica de la obra, como ocurre con buena parte de su música instrumental, tiene notorios nexos con el romanticismo y el clasicismo vienés. Tanto en el vigoroso andamiaje de esta cantata sinfónica dividida en diez partes como en el discurso entonado por los cobres y el solista, el dolor y la humildad de la Madre dolorosa se explican como un estado transitorio hacia la beatitud. Un grandioso ejercicio musical del más importante compositor checo que tradujo en bellos acordes la exégesis teológica según la cual la pasión de Cristo se justifica por la redención de la humanidad.--
Antonin DVORAK, "Stabat Mater" Coros y Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara bajo la dirección de Rafael Kubelik
2 discos Deutsche Grammophon 2707 099, Hannover, 1983
Jaime Valencia Villa