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La vida en rosa

La memoria de la cantante Édith Piaf gira en busca del momento de su biografía en el que se volvió la persona extraordinaria que fue.

Ricardo Silva Romero
12 de enero de 2008

Título original: La vie en rose. Año de estreno: 2007.
Género: Biografía.
Dirección: Olivier Dahan. Guión: Olivier Dahan y Isabelle Sobelman.
Actores: Marion Cotillard, Sylvie Testud, Jean-Pierre Martins, Emmanuelle Seigner, Jean-Paul Rouve, Gérard Depardieu.
 
 

La cantante francesa Édith Piaf se pregunta “¿en qué momento me convertí en la persona que soy?”, en una de las secuencias finales de esta película envolvente, como si cada vida tuviera una escena más importante que todas. Sólo tiene 47 años. Pero los duelos, los accidentes y las enfermedades la han convertido en una anciana a punto de morirse. Todos los recuerdos la torturan: sus primeros años, en Belleville, junto a una madre extraviada en su propia cabeza; su infancia penosa, a ciegas desde los tres hasta los siete en un prostíbulo de Normandía; su trasformación, al lado de su padre, en una afamada artista callejera; su paso como intérprete, bajo el seudónimo de ‘La môme Piaf’, por una serie de peligrosos clubes parisienses; la muerte del hombre que amó más que a los demás, el boxeador Marcel Cerdan, en aquella catástrofe aérea de octubre de 1949; la noche de 1961 en la que cantó por primera vez, con su voz cascada, la emblemática Non, je ne regrette rien.

No es ninguna de estas reminiscencias, sin embargo, la que ella elegiría si le preguntaran por qué es cómo es. No es ninguna de estas memorias la que se ha visto obligada a enterrar en el fondo de su mente.

No, no voy a decir de cuál recuerdo estoy hablando. La vida en rosa, este hábil largometraje biográfico que da un par de vueltas de más, lo revelará unos minutos antes del final. Y ese as bajo la manga, que espera su momento dentro de una sabia estructura circular que no nos conduce a pensar “¿qué sucederá?” sino “¿qué misterio se encuentra detrás de esa personalidad?” (recurso al que acudió el guionista Herman J. Mankiewicz cuando escribió Ciudadano Kane), es una de las más evidentes virtudes de esta producción. Tendría que hablarse de la belleza de la música. De la meticulosa reconstrucción de la época. Pero no cabe duda de que lo mejor, lo más inteligente de la película, es esa estructura narrativa que en verdad es el esfuerzo que hace la protagonista por no recordar la peor de sus tragedias.
Resulta inevitable hablar del trabajo escalofriante que ha hecho la actriz Marion Cotillard. Que nació en París el 30 de septiembre de 1975. Se convirtió en una estrella del cine francés desde cuando apareció en esa superproducción de Luc Besson titulada Taxi. Y ha trabajado, desde cuando los cinéfilos comenzaron a reconocerla, con cineastas tan interesantes como Tim Burton, Jean-Pierre Jeunet y Ridley Scott. En La vida en rosa no sólo se pierde en cuerpo y alma dentro de aquella mujer estropeada y torturada que fue Édith Piaf (no sólo se convierte en ella: no sólo envejece, canta y cae como ella), sino que consigue lo que parece ser lo más difícil de todo: hacernos verosímil el carisma, la personalidad contagiosa, de aquella persona que le dejó al mundo, a costa de sus nervios, una serie de canciones que lo obligan a uno a parar lo que esté haciendo siempre que suenan por ahí.