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LA VIDA SOÑADA DE LOS ANGELES

La amistad entre dos jóvenes mujeres que no tienen a nadie más que a sí mismas.

16 de agosto de 1999

Ante el asedio constante de las superproducciones de Hollywood, siempre viene bien una
buena cinta de bajo presupuesto, una que equilibre las cargas y devuelva al espectador a la esencia del cine,
la de narrar una historia en imágenes y que esa historia quede bien contada sin las opulentas distracciones de
los efectos visuales o el bombardeo vertiginoso de planos y secuencias. Esta norma, que por su carácter
elemental suele convertirse en todo un dolor de cabeza para un director, es la que ha recuperado el
realizador Erick Zonca en La vida soñada de los ángeles. Premiada con un César a la mejor película francesa
de 1998 y galardonada con la Palma de Oro en la categoría de mejor actriz (Elodie Bouchez) durante el
pasado Festival de Cannes, la cinta de Zonca ha surgido como una especie de paradigma contemporáneo de
lo que un director puede hacer sin necesidad de jactarse de las toneladas de millones de dólares
derrochados en la producción. La película cuenta la historia de Isa y Marie, dos veinteañeras
antagónicas en personalidad pero complementarias en su origen: el de ser dos mujeres arrojadas a la
soledad del asfalto desde una infancia difícil. Ambas han sido expulsadas al mundo sin mayor estímulo que
el de la supervivencia, ambas pican trabajos esporádicos de aquí para allá esperando hallar un milagro de amor
que las redima. Sólo que mientras Isa ha decidido abrirse a la vida para acariciarla tal como viene, Marie
resuelve encerrarse en su odio hacia sí misma y hacia la vida que le tocó como destino. Un encuentro casual
las une en solidaridad al resguardo de un apartamento ajeno a la espera de que regrese su dueña, una
adolescente que está en coma en un hospital. Mientras tanto esa casa les servirá de punto de encuentro, pero
también de choque. Isa se siente como una intrusa y en un hermoso gesto compensatorio resuelve continuar
el diario que la adolescente dejó sin terminar, a partir de sus visitas al hospital. Marie, en cambio, se apropia
de la casa como si quisiera negar su realidad con fantasías insalvables, al tiempo que busca en un amor
imposible y ruin la oportunidad tácita para su autodestrucción. Un guión estructurado y un meticuloso trabajo
de interpretación garantizan el desarrollo equilibrado de la cinta, una cinta que, por demás y con sobrios
mecanismos de producción, no aspira a otra cosa que la de reflejar la vida misma pero desde el punto de vista
de los desarraigados. n Las aventuras de Jim West Un divertimento más del director de 'Hombres de negro'.
H 12 El dúo conformado por el director Barry Sonnenfeld y el actor Will Smith ya hicieron historia en la
taquilla con Hombres de negro, la película de acción y comedia que narraba las peripecias de dos agentes
supersecretos de gafas oscuras (Smith y Tommy Lee Jones) que se la pasaban protegiendo a los humanos
de la invasión extraterrestre. Y como las fórmulas que funcionan suelen repetirse, ahora Sonnenfeld y Smith
(con banda sonora incluida) han vuelto por sus fueros en Las aventuras de Jim West. La idea de juntar acción
y comedia sigue siendo la misma, pero en esta oportunidad el director se ha valido de un curioso híbrido que
lleva la ciencia ficción del siglo XXI a un escenario típico del siglo XIX en el oeste norteamericano. Un
excéntrico científico que carece de extremidades inferiores (Kenneth Branagh) quiere asesinar al presidente
de Estados Unidos. Pero el intrépido Jim West (Smith) y su compañero de ocasión (Kevin Kline), un mago
de los disfraces, están allí para detenerlo. Y lo detienen, claro, después de entretener al espectador con
toda suerte de clichés. El hecho de que actores tan curtidos y serios como Kline y Branagh hayan
decidido participar en el filme da cuenta de lo mucho que se debieron divertir haciéndolo, algo que no ocurre,
precisamente, con el público, pero tiene su atractivo. En cambio la aparición furtiva de Salma Hayek no tiene
ningún pretexto, salvo el de las ganas del director de meter el personaje a la fuerza, así la trama no admitiera
una doncella en su desarrollo.