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LA VIUDA NEGRA

El culto a la norteamericana Patricia Highsmith llega a Colombia

26 de agosto de 1985

A los 64 años y con la apariencia de una mujer extraña, solitaria y tímida que destesta las entrevistas, las mesas redondas, la firma de libros y las apariciones en público, la novelista norteamericana Patricia Highsmith soporta con paciencia un culto desaforado por parte de millones de lectores en todo el mundo, asustados por toda la carga de perversiones, maldad, cinismo y humor negro que está contenida en sus novelas y cuentos, un culto que sólo desde hace pocos años comparten los lectores en castellano y que esta semana, en Colombia, alcanza un auténtico clímax cuando tres de sus libros, "Extraños en un tren", "Rescate por un perro" y "El temblor de la falsificación" son ofrecidos respectivamente por las editoriales Seix Barral (en su nueva colección popular), Anagrama y Alfaguara.
Los aficionados a este género literario que mezcla lo policíaco con lo psicológico, el suspenso con lo macabro, lo extravagante con lo insólito, lo inmoral con lo ingenuo, lo violento con lo religioso, han mantenido esta devoción por una escritora que con su primer libro, "Extraños en un tren", publicado en 1949, ya quedaba consagrada al ser convertido en una película dirigida por Alfred Hitchcok, con guión de Raymond Chandler. De ahí en adelante la trama oscura, retorcida y peligrosa de sus novelas serían de enorme atracción para otros realizadores cinematográficos, entre ellos René Clement ("A pleno sol"), Michel Deville ("Mar de fondo") y Wim Wenders ("El amigo americano"), entre otros.
Alguien, analizando los personajes y situaciones de estos libros, comparaba a la Highsmith con una araña que gozaba devorando, triturando sus personajes más débiles. Y el mismo Graham Greene afirmaba que pocos escritores llegaban a odiar tanto a sus propias creaciones como esta mujer, nacida en una pequeña ciudad de Texas, Fort Worth. En septiembre de 1983 y durante una mesa redonda celebrada en San Sebastián, en el país vasco español, sentada entre Samuel Fuller, Guillermo Cabrera Infante, Monte Hellman y Manuel Vásquez Montalbán, con ocasión de una mesa redonda que el festival de cine realizaba para analizar los lazos que unen la literatura policiaca con el cine, ella, con una voz muy queda, a la fuerza, analizaba todos los comentarios que han aparecido sobre su obra en estos 35 largos años de publicaciones. SEMANA estaba ahí y la escuchó cuando dijo: "Lo que pasa es que la mayoría de los seres humanos son masoquistas, gozan cuando leen temas duros, violentos, gozan mientras sufren, se emocionan con las desgracias ajenas y eso los hace más felices, menos desgraciados. Por eso estas historias que yo he escrito un poco para espantar la soledad, gustan tanto, porque sirven para ejercer el masoquismo, para que la gente sienta también compasión de sí misma, para que se sientan más limpios e intocables que esos desgraciados que acaban matándose en mis novelas, por gusto o por equivocación".
La muerte, la desgracia, la amoralidad, el cinismo, la soledad son algunos de los elementos comunes a las novelas y cuentos de esta mujer. Sus personajes son débiles, sin poder de resolución alguna, se equivocan y no lo quieren aceptar, son tercos, vanidosos, con un impulso vital que los arrastran hacia la perdición. Cuando infrinjen la ley no lo hacen por gusto sino por necesidad y jamás piensan que están realizando un acto amoral. No tienen moral alguna. No reconocen ninguna ley. Son apátridas. Vagan por el mundo en busca de la felicidad, la fama, el dinero y el amor pero en ocasiones no se esfuerzan por conseguirlo, dejan que la suerte, la buena suerte, los arrastre también.
En "Extraños en un tren" dos hombres coinciden, al tropezar, en un vagón y poco a poco van enredándose mutuamente hasta cuando uno acepta matar al padre del otro y éste, compartir un delito cometido por el primero. En "El temblor de la falsificación" un escritor llega a Túnez y durante varias semanas espera inútilmente al director de la película que tenían que realizar en medio de ese calor. Más tarde sabrá de su suicidio en Nueva York, matará a un anciano árabe, perderá todos sus escrúpulos y cuando llegue su amante, desde la otra civilización, se topará con un hombre totalmente cambiado, más vitales, encontrará un ser humano completamente erosionado. En "El dario de Edith" (para nosotros, su obra maestra que recoge lo más perverso y agudo de su maldad), una mujer pierde al marido por otra más joven, pierde al hijo que se alcoholiza, pierde a su mejor amiga, una tía octogenaria y soporta la muerte lenta de un pariente y entonces,
como único refugio redacta un diario en el que puede respirar por medio de mentiras y fantasmas que la salvarán, hasta cierto punto, de esa realidad hostigante. En "Mar de fondo", un hombre pacífico que cultiva caracoles para la mesa y tiene una pequeña imprenta para trabajos sofisticados, soporta la infidelidad de su mujer hasta cuando comenta, despreocupadamente, que ha matado a uno de sus amantes de la esposa, poniendo en marcha una serie de sospechas y dudas que estallan cuando la policía encuentra el cadáver del amante.
En "La celda de cristal" un ingeniero que siempre había sido un ciudadano ejemplar, es encarcelado por culpa de los socios, pasa varios años en la sombra, es humillado y torturado mientras la mujer va cediendo en el cerco que el mejor amigo le tiende y cuando sale, aparentemente libre, se siente desubicado y comprende que tiene que matar, como sea. En "Las dos caras de enero" se produce una curiosa relación, en Grecia, entre un vagabundo intelectual, un estafador y su mujer, especialmente cuando el segundo mata a un policía, intenta esconder el cadáver, el otro lo ayuda y de ahí en adelante la complicidad, la culpa, las mentiras y la mutua destrucción se encargan de unirlos más, aun por medio de la sangre. En "A pleno sol" (la primera de las cuatro novelas que tiene un personaje cínico común, Tom Ripley, un aventurero que siempre, casi siempre se sale con la suya), un chico millonario desaparece y Ripley es comisionado por el padre para que lo busque y lo traiga de regreso al hogar. Pero el cazador toma la identidad y las pertenencias y la sombra del cazado y en un momento dado, el lector asistirá al macabro espectaculo de un muerto que sigue vivo y un vivo que se hace pasar por el muerto, como si estuvieran en un laberinto de espejos trastocados. En "El cuchillo", un hombre que quiere acabar con la mujer, lee en un recorte de periódico la fórmula ideal y la aplica: entra a cine, saluda a todos, espera la oscuridad, sale, alcanza el bus en el que su mujer se marcha, la hace bajar en una parada, la lleva al bosque, la mata, empuja el cadáver, regresa al cine y entonces el azar y lo insólito hacen su juego macabro. En "El grito de la lechuza" un hombre se obsesiona con una chica que ha visto en el bosque, a través de una ventana y lo daña todo. En "Ese dulce mal" un ingeniero, loco por una muchacha que no le corresponde, mata al marido, miente, se esconde y se hunde del todo. En "Rescate por un perro", un joven policía busca su desgracia cuando interviene para investigar el secuestro y muerte de un animal doméstico. Y en otro de sus libros más destacados, "Crímenes imaginarios" (editado por Anagrama, quizás la casa que tiene más títulos de esta novelista), un hombre y una mujer se separan por un tiempo, él urde una trama deliciosa con la posible muerte de la muchacha, ésta no dice dónde está, el marido despierta la sospecha de policías y vecinos, entierra una alfombra, responde con imprecisiones y va acumulando toda clase de dudas, en un juego que es típico de la Highsmith: un inocente que acepta las características de la culpa, un sospechoso que goza con el cerco que le tienden, un culpable que sabe cómo escapar y un aparato judicial que es torpe y lento y cansado.
Bruguera, Planeta ("Crímenes bestiales", "Once" y "A merced del viento", libros de cuentos), Alfaguara, Alianza, Seix, Barral, Anagrama, Caralt, Círculo de Lectores: la mayoría de las editoriales en castellano participan de este boom, este culto alrededor de una autora para quien la muerte es un espectáculo fascinante, la mentira un simple ejercicio de humor, el sexo una confirmación de la soledad ajena, la maldad una forma de sentirse vivos, la ley un aparato desgastado que todos deben burlar, y la destrucción de los demás, la única manera de sobrevivir, un juego del escondite o un juego para los vivos o una fanfarronada como la del escritor que redactaba historias en su cabeza, nunca las escribía o como el olor que se desprende del cuerpo sucio y siempre grávido de la salvaje de "Pequeños cuentos misóginos".
Son personajes tan reales, tan auténticos que son capaces de sobrevivir al desprecio y la inditerencia de la autora. La Highsmith, Patricia.--
Alberto Duque López