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Una de las últimas fotos de Mahfuz, que le tomaron en diciembre de 2004

La voz de El Cairo

A los 94 años murió Naguib Mahfuz, el único premio Nobel de Literatura de lengua árabe.

2 de septiembre de 2006

El café Alí Baba es un local con un par de decenas de mesas bajitas y con poca luz que está ubicado en
 
 medio del convulsionado Bazaar Khan Al-Khalili, el más grande de El Cairo. Por muchos años ese fue el lugar donde religiosamente Naguib Mahfuz, quien obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1988, llegaba todas las mañanas a leer y a tomarse una taza de té antes de dirigirse a su periódico de toda la vida a entregar su columna. Hasta allí llegaban turistas y cairo
 
tas con la curiosidad de encontrarse con quien ha sido considerado el más grande exponente de la literatura árabe. El maestro de la prosa de una lengua cuyo fuerte siempre
 
había sido la poesía. El único premio Nobel que ha tenido la literatura árabe.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Pero ya hace muchos años que Mahfuz no pasaba por allí. En 1994 recibió un navajazo en el cuello que le restringió su salida de casa. Tampoco podía escribir por su cuenta. Sólo podría dictar algunos párrafos diariamente. “Es el final. No vale la pena ponerse en el problema de atacar a un hombre viejo”, dijo después de ese atentado propiciado por fundamentalistas islámicos. Al igual que Salman Rushdie, Mahfuz también recibió una fatwa, en esta ocasión proveniente del jeque islamista Omar
 
Abdel Arman, por presentar a Mahoma, Moisés y Jesucristo como seres normales, en su libro Hijos de nuestro barrio.
Mahfuz nunca dejó de expresar sus opiniones políticas,. Apoyaba al pueblo palestino pero sostenía que Israel tenía derecho de existir, justificaba la existencia de los terroris
tas suicidas, y así otras muchas cosas. Pero su literatura no estaba basada en eso. Se considera que fue el gran cronista de El Cairo del último siglo (escribió 33 novelas) y el mito dice que sus descripciones de El Cairo son equivalentes a las que hicieron Dickens de Londres y Zola de París. El miércoles 30 de agosto murió a los 94 años en esa ciudad que pocas veces abandonó. “Esa es la vida. Uno va abandonando cada uno de los placeres hasta que no queda nada, luego uno se da cuenta de que es la hora de irse”, dijo hace varios años.