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Las cartas de Netflix

La compañía estadounidense invierte 100 millones de dólares para producir su propio contenido.

11 de mayo de 2013

Hace un tiempo se acabó la tradicional espera de los televidentes para ver cada ocho días, a la misma hora, su serie favorita. Las costumbres de consumo de los espectadores cambiaron drásticamente durante los últimos años, al punto de que algunos se atreven a diagnosticar la inminente desaparición de los canales tradicionales.

Netflix, una compañía fundada en 1997 por Reed Hastings y Marc Randolph  en California, es una de las pioneras de este nuevo orden. Nació originalmente como un servicio de alquiler de películas que competía con los locales tradicionales, como Blockbuster. 

Los clientes de Netflix se suscribían a un servicio que les enviaba a su casa por correo las películas que quisieran ver. La idea fue un éxito rotundo, se volvió muy popular en Estados Unidos y desplazó a sus competidores. Con la llegada de la banda ancha, Netflix les dio la opción a sus clientes de ver los títulos de su catálogo en streaming.

Desde el año pasado los directivos de la empresa decidieron dar un paso más. Con Hastings a la cabeza, iniciaron un ambicioso proceso para producir contenido: no se querían limitar a distribuir, sino tener también el control creativo. Decidieron hacerlo por lo alto: para su primer proyecto invirtieron 100 millones dólares, con muy pocas posibilidades de recuperarlos.  

Su idea era competir directamente con las series de HBO, el canal que desde hace un tiempo se ha llevado todos los aplausos por sus productos de impecable factura, que han cambiado los paradigmas de la televisión. Pero Hastings buscaba sobrepasar la oferta de su competencia: fue así como se le ocurrió producir series publicadas completas en la página y, por supuesto, sin pausas comerciales. 

Por el mismo precio, el suscriptor puede verlas enteras y sin interrupciones, si quiere incluso en un solo día. “La época de esperar se acabó”, le dijo en febrero Hastings a la revista GQ, refiriéndose a su nueva propuesta. 

El primer proyecto fue House of Cards, protagonizada por Kevin Spacey y producida por David Fincher, el exitoso director de películas como El club de la pelea, Red social y Siete. Hastings les ofreció a los creadores de House of Cards un presupuesto de 10 millones de dólares por cada capítulo de 50 minutos ?más o menos lo que cuesta una película de presupuesto medio en Hollywood–, y una total libertad creativa. 

Los suscriptores pagan diez dólares mensuales en promedio, lo que hace que la inversión sea casi imposible de recuperar. Pero para los directivos de Netflix la calidad del producto era básica para asegurarse un futuro entre el público. 

La otra gran diferencia es el lenguaje visual. La serie está pensada para un público del siglo XXI, que no tiene tiempo para desperdiciar, que tampoco tiene problema en ver la serie en la pantalla de un dispositivo y que consume tecnología. 

Pero no solo eso: también hay un cambio en el paradigma narrativo. Como toda la serie está disponible inmediatamente, el espectador puede escoger en qué orden verla. La escritura del guion está pensada de tal forma que la trama no sea lineal, por lo que no hay que ver necesariamente sus capítulos en orden. En ese sentido, el televidente es mucho más activo y es libre de decidir cómo administrar la serie.

La apuesta ha tenido muy buenos resultados y desde el estreno de House of Cards, en febrero pasado, las ganancias de Netflix aumentaron un 8 por ciento. Para Hastings y su equipo eso significó un éxito rotundo. Tanto así que de inmediato le dieron luz verde a nuevas series: Orange is the New Black, Lilyhammer y Hemlock Grove. También decidieron revivir la serie de culto Arrested Development (ver recuadro). 

Por el momento todo parece funcionar de maravilla, tanto así que Ted Sarandos, el jefe de contenido, tiene presupuestado invertir 6.000 millones de dólares para adquirir nuevas ideas en los próximos dos años. 

Pero quedan varias preguntas en el aire. La primera es qué tan rentable va a resultar el negocio. Es posible que algunos de los clientes solo paguen un mes de servicio, vean todo el contenido y luego cancelen su suscripción. Este modelo sería catastrófico pues lo que sostiene a Netflix es la fidelidad. Así mismo, hay dudas más profundas sobre la forma de mirar televisión. Algunos dicen que con el modelo Netflix ya no se genera la misma expectativa en la audiencia, porque son pocos los episodios que terminan de forma dramática.

También, dicen, lo que ha creado los grandes íconos televisivos del pasado es su permanencia por años en la programación. Por ahora la apuesta está hecha y, en caso de que la estrategia funcione, podría cambiar drásticamente la manera como se ve televisión en el mundo. Las cartas están sobre la mesa: los televidentes tienen la última palabra. 

Un caso excepcional 

Si se trata de ver programas de otra forma, Arrested Development, una comedia que relata la caída en desgracia de una familia disfuncional, es el mejor ejemplo de la novedosa apuesta de Netflix. La serie, que empezó en 2003 con el formato televisivo tradicional de un capítulo por semana, era audaz, tenía un reparto extravagante, ganó Globos de Oro y premios Emmy, y la crítica la amó. 

Aun así, el rating siempre fue bajo y el programa salió del aire luego de tres temporadas. Paradójicamente, después se volvió un fenómeno de culto. Durante años se rumoró que el creador, Mitchell Hurwitz, haría una película, lo que nunca se concretó. Pero con Netflix encontró la posibilidad no solo de revivir, sino de revolucionar el formato. 

La nueva temporada reúne a todos los miembros del reparto original ?incluidos Jason Bateman, Portia de Rossi y Michael Cera? y después de siete años de ausencia trae 15 capítulos nuevos. Si congregar a los artistas, que trabajan en otros proyectos, ya era una tarea complicada, terminar el relato de la familia Bluth suponía un gran reto. Los productores y escritores no solo tenían que cumplir con las altísimas expectativas que se generaron desde que se canceló la serie, sino que debían transformar la manera de contar la historia. 

Por eso, ahora cada capítulo recrea prácticamente las mismas escenas y situaciones, pero vistas desde la perspectiva de un personaje distinto. ?Puede que no sea más fácil de digerir, pero esperamos que la audiencia la aprecie, pues es novedoso y emocionante?, dijo Bateman en una rueda de prensa en Los Ángeles a la que asistió SEMANA. 

El hecho de lanzar todos los episodios al tiempo permite al público verlos en el orden que quiera y complementar las escenas de un capítulo con las de otro. ?La audiencia ya no será pasiva, sino que podrá armar distintas estructuras. Esto redefine la forma de ver televisión?, anotó el actor David Cross. 

La nueva entrega se estrenará en Netflix el 26 de mayo y, según los actores, será la antesala de una película que se hará más adelante. Además, en vista de que es la primera vez que se resucita una serie (con todos los elementos originales), muchos fanáticos ya tienen en la mira otros proyectos que, aunque no funcionaron en televisión, podrían revivir de la mano del servicio de streaming de videos más popular del mundo.