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LAS CIEN PRIMERAS VELAS

El Metropolitan Opera House de Nueva York cumple 100 años de existencia

14 de noviembre de 1983


Para aquellos que pertenecen a la especie de los operomaniáticos -una extraña secta de iniciados que aumenta día a día- la sola palabra "Metropolitan", implica la deliciosa evocación de un verdadero templo del arte lírico que, a lo largo de un siglo, se ha colocado a la cabeza de los teatros de ópera del mundo. No hay duda, el Metropolitan Opera House de Nueva York, significa para los aficionados a la ópera, lo que la Meca para los musulmanes: un lugar casi sacro de peregrinación, un mito.

Pues bien, el mito cumple el próximo 22 de octubre 100 años de existencia, y aunque nació casi que como un capricho de las nuevas fortunas neuyorquinas del último cuarto del siglo XIX, a lo largo de estos sus primeros cien años ha logrado una popularidad y una resonancia universales gracias, entre otras cosas, a que su historia se confunde, en gran parte, con la historia moderna de la ópera.

El Metropolitan o el MET, como se le llama con cariño desde su nacimiento en 1883, vino a sumarse a esa categoría especial de teatros que, por la extraordinaria calidad de sus producciones, no solo mantienen vivo el género operático, sino que sirven de constante referencia. Se habla de las versiones del MAT como se habla de las versiones de París, de la Scala o de la Opera de Viena. Por supuesto que para poder mantener ese altísimo nivel de calidad desde su fundación, el Metropolitan ha contado con las primerísimas estrellas del arte lírico mundial. Allí se universalizaron los nombres de Enrico Caruso o de Beniamino Gigli, de los hermanos De Reszke, de la gran Lotte Lehman, de Geraldine Farrar, de Rosa Ponselle, de Nellie Melba, de Chaliapin y de otros muchos artistas que protagonizaron la época dorada de la ópera. El Metropolitan consagró a Richard Tucker, a Jan Peerce, a Renata Tebaldi, a María Callas y, más recientemente, a Montserrat Caballé, a Luciano Pavarotti, a Plácido Domingo...

Pordría decirse que, al igual que un torero no puede considerarse un verdadero matador hasta que no confirma su alternativa en la Monumental de Madrid, el pasaporte a la inmortalidad de un cantante de ópera es triunfar en el Metropolitan. En gran parte, el prestigio del Metropolitan se debe a quienes, inflexibles e inclusive despóticos, han sido sus empresarios. Desde el casi legendario Giulio Gatti Casaza, hasta Anthony Bliss, el actual director, ellos han tenido mucho que ver en la consecución de un nivel de calidad que bien puede calificarse de extraordinario. No se puede, por ejemplo, olvidar el nombre de Sir Rudolph Bing, quien rigió los destinos de la casa desde 1950 hasta 1972 y a quien le correspondió modernizar las políticas de la institución. Durante su administración, una de las más largas del teatro, se construyó y se inauguró, en 1965, el nuevo edificio del Lincoln Center, que reemplazó el viejo local de Broadway con la calle 39. Este nuevo y resplandeciente edificio de mármol y cristal, decorado con dos soberbios murales del pintor Marc Chagall es, además de corazón de la más importante zona cultural de Manhattan, la mayor casa de ópera del mundo, -3 mil 800 localidades- y uno de los teatros más confortables del planeta desde el punto de vista escénico, gracias a las innumerables facilidades técnicas con que fue dotado.

Un aspecto que cabe destacar del Metropolitan es el financiero; desde su nacimiento, la supervivencia económica ha dependido de donaciones, por lo general generosas, de sus numerosos patronos, agrupados en una asociación que, bajo la denominación de "Metropolitan Opera Guild", vela por la supervivencia de la institución. Como es bien sabido, casi todas las compañías de ópera del mundo arrojan cuantiosas pérdidas, y lo propio ocurría hasta hace pocos años con el Metropolitan. Sin embargo, con el advenimiento de la televisión, el Metropolitan ingresó al negocio del entretenimiento masivo y vendió los derechos de transmisión por sumas millonarias. Esto permitió, por primera vez en la historia, que el ejercicio de 1980 diera resultados positivos. La experiencia de la televisión no sólo ha sido válida desde el punto de vista financiero, sino que también ha jugado un papel importantísimo en la popularizaclón y difusión de la ópera. De alguna manera, el "bel canto" ha venido a convertirse en un espectáculo favorito en los Estados Unidos, hasta tal punto que, actualmente, no se considera al Metropolitan como patrimonio exclusivo de la ciudad de Nueva York, sino como propiedad de todo el país.

Después de 100 años de historia, el viejo pero siempre joven MET brilla con luz propia y, como nunca, parece prepararse para otros 100 años de espectáculos multitudinarios. El sábado próximo, cuando a las dos de la tarde se levante una vez más el telón de la casa para dar paso a una de las galas más ambiciosas en la historia del arte lírico (78 cantantes y seis horas de duración), quizás los espectros de todos los famosos que alguna vez cantaron en el escenario del teatro, también estén allí para entonar, con una furtiva lágrima de emoción, un "Happy Birthday querido MET".
Fernando Toledo

LAS FAVORITAS
Durante los 100 años de existencia, en el Metropolitan Opera House de Nueva York se han llevado a cabo aproximadamente 12 mil 500 funciones de 250 óperas diferentes. Los diez títulos que han tenido un mayor número de presentaciones son:

Funciones
AIDA, Giuseppe Verdi 640
LA BOHEMIA, Giacomo Puccini 585
CARMEN, Georges Bizet 518
TOSCA, Puccini 461
MADAMA BUTTERFLY, Puccini 422
FAUSTO, Charles Gounod 412
RIGOLETTO, Verdi 412
PAYASOS, Rugiero Leocavallo 397
LOHENGRIN, Ricardo Wagner 383