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Las guerras de Moore

El temido documentalista no pudo derrotar a su gran enemigo George Bush; por lo menos no por ahora.

Felipe Restrepo*
19 de diciembre de 2004

En 2004 Michael Moore, el célebre

gordito de cachucha, pasó de ser un reconocido documentalista a ser una celebridad mundial y, aún más significativo para él, una figura con peso político suficiente para poner a temblar al Presidente de Estados Unidos. Moore ya había dado de qué hablar en los últimos años gracias a sus programas de televisión (The

Awful Truth y TV Nation), sus libros (Stupid White Men y Dude Where's My Country?) y sus documentales (Roger and Me y Bowling for Columbine), pero gracias a

Fahrenheit 9/11, una mezcla de documental y sátira política, su nombre comenzó a sonar en todos lados. Y si bien la reelección de George W. Bush podría parecer una gran derrota, Moore todavía tiene un arsenal de armas de destrucción masiva para enfrentar a su peor enemigo.

Uno de los grandes triunfos de este cineasta nacido en Flint, Michigan, es que llevó al mundo del entretenimiento un discurso liberal y de izquierda, de poco interés para la mayoría de los estadounidenses. Algunas de sus denuncias ya eran conocidas por los analistas políticos, pero él las hizo asequibles para el gran público. Lo que más impresiona a los espectadores que ven por primera vez Fahrenheit 9/11 es la manera como Moore articula sus pruebas y crea toda una teoría. No obstante, ese discurso sigue siendo demasiado elaborado -a diferencia del de Bush, que es sencillo y efectivo- y la gente del común no lo comprende. Por eso muchos aún ven a Moore como un liberal de extrema -algo terrible en su país- y como un apátrida.

Pero lo que no se puede negar es que Moore ha logrado con sus películas lo que muchos políticos, con varios años de carrera, no hubieran ni siquiera soñado. Prueba de ello es que durante la campaña presidencial de 2004 apareció en todos los canales, noticieros y programas de opinión. Su presencia era tan solicitada por los medios como la de grandes políticos. Tuvo una actividad sólo comparable a la de los mismos candidatos, pues incluso fue de estado en estado dando discursos. El fin de semana antes de las elecciones, miles de personas acudieron a escuchar a Moore en Florida, uno de los tres estados donde se jugaba la elección. Aunque, a pesar del éxito del documentalista, Bush ganó allí de todos modos.

Y es que Moore es la personificación de la división que se vive en este momento en Estados Unidos. O lo aman o lo odian. Los que se oponen a Bush, es decir, la mitad de los estadounidenses y casi el resto del mundo, ven en él un personaje que interpreta a la perfección sus sentimientos. Uno de los momentos en que esto quedó claro fue en mayo, cuando Fahrenheit 9/11 recibió la Palma de Oro del Festival de Cannes. El premio, uno de los más importantes del mundo, despertó una gran polémica. Moore era el primer documentalista en la historia que lo recibía y a pocas horas de tenerlo en sus manos, ya sus amigos y enemigos se estaban manifestando. Sus opositores dijeron que se trataba de una decisión política y que era una clara bofetada contra Bush. De inmediato

Quentin Tarantino, el genial cineasta que presidía el Festival, salió en su defensa: "Sabíamos que toda esta basura política saldría a relucir. Pero nadie quiso hacer una declaración política. Simplemente todos en el jurado coincidimos en que era la mejor película de la muestra". Porque todos, incluso quienes lo detestan, aceptan que Moore es ante todo un gran cineasta.

"Yo quiero tener un millón de enemigos"

Pareciera que Moore le ha declarado la guerra solamente a Bush, pero la verdad es que sus odios están repartidos. Uno de los más encarnizados, es sin duda el que siente por los medios masivos de comunicación y en especial por la cadena de televisión Fox News. El cineasta acusa al canal de ser descaradamente de derecha y de manipular a su audiencia. En una entrevista con SEMANA dijo: "Creo que el problema son los medios, ficciones que se presentan a sí mismas como no ficciones, como realidades, como noticias. Todas las noches dicen 'esto es lo que ha pasado hoy' cuando, de hecho, no lo es. Esas sólo son las seis historias que han elegido para asustarnos, para sacudir nuestro instinto a pelear o a salir corriendo". Además no ha dudado en atacar a grandes empresas, a senadores e incluso a gobiernos extranjeros, como el del Reino Unido.

Por eso cada día tiene más enemigos. El cineasta Michael Wilson, por ejemplo, hizo un documental titulado Michael Moore odia a Estados Unidos, en el que responde una a una las acusaciones de Fahrenheit 9/11. O, también está el caso de Larry Elder, quien filmó Michael y yo. Según su propio director, este documental tiene como único propósito "enseñarle un par de cosas a Moore". Así mismo el escritor David Hardey tiene una página de Internet llamada Michael Moore expuesto (www.mooreexposed.com) y planea sacar al mercado un libro llamado Michael Moore es un estúpido hombre blanco (en referencia a su libro Stupid White Men).

Algunos de los más incisivos se han dedicado a revisar su película minuciosamente en busca de errores. Uno de ellos es el escritor Christopher Hitchens, quien publicó en la revista Vanity Fair un extenso artículo titulado Las mentiras de Michael Moore. Entre las muchas acusaciones que hace, Hitchens sostiene que Moore utiliza en su documental imágenes editadas y que manipula la información. Otros medios, entre ellos The New York Times y Time, han sido más cautelosos pero también han advertido sobre la falta de objetividad del documental. Y tienen razón, pero hay que tener en cuenta que Moore no es un periodista sino un editorialista. Es como si en Colombia se le pidiera objetividad a Antonio Caballero o a Fernando Vallejo.

Las rectificaciones que le han hecho a Fahrenheit 9/11 son tan puntales y tan excesivamente puntillosas que de cierta forma le dan la razón. Algunos datos son exagerados, es cierto, pero nadie ha logrado rebatir las grandes acusaciones de la película. En todo caso Moore contrató a un equipo independiente de investigadores que trabajaban como fact-checkers en The New York Times. Es un grupo de reacción inmediata para contrarrestar cualquier acusación en su contra. También afirmó que está dispuesto a denunciar por difamación a cualquiera que ataque su película sin causa justa. Además ofreció 10.000 dólares a quien le pueda comprobar errores.

Después de lo sucedido en las elecciones de noviembre pasado muchos esperaban que Moore se diera por vencido. Pero él permanece en silencio preparando su nuevo ataque. Aunque no ha vuelto a dar entrevistas (dijo que no volverá a aceptar entrevistas hostiles), desde su página anunció que ya comenzó la investigación para la segunda parte de Fahrenheit 9/11. La película está anunciada para 2007 y será una nueva andanada de denuncias contra Bush. Moore dijo que utilizará todo lo que dejó por fuera de la primera parte y sostiene que tendría material suficiente para hacer cinco partes más. Además está preparando un nuevo libro llamado Will they ever trust us again?, en el que agrupa algunas de las cartas que le han mandado soldados estadounidenses desde Irak.

El problema de Moore es que pueda perder efectividad por ser tan repetitivo. Ya fue escogido como una de las celebridades más aburridas del momento por la revista FilmThreat, y las ventas del DVD de Fahrenheit 9/11 no han sido buenas. Sin embargo, algunos soñadores esperan que sus denuncias sirvan para algo e incluso ven en Moore una esperanza política. Estos llegan a imaginarlo como una verdadera tercera opción. Algo así como el fundador de un nuevo partido. Pues aunque Moore apoya a los demócratas lo hace por descarte: porque le parecen menos malos que los republicanos.

Por ahora ya se sabe que más que por premios Oscar o de Palmas de Oro, Michael Moore va por el premio mayor: la cabeza del hombre más poderoso del mundo.

*Periodista cultural de SEMANA