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LAS ULTIMAS OBRAS DE GONZALO ARIZA

EL EXQUISITO TRABAJO DE UN REBELDE CON CAUSAS

15 de abril de 1996

Vueltas que da el arte: hace 30 años la obra de Gonzalo Ariza era vituperada y atacada con singular saña bajo el argumento de que no se inscribía en la estética de la vanguardia; hoy en cambio, es considerada pionera y visionaria precisamente por la misma razón. Ariza se mantuvo dentro del arte de representación cuando la moda era la pintura abstracta, se negó a aceptar la tesis del arte por el arte cuando pintar con causas extraartísticas era considerado equivocado, y se circunscribió a la pintura de paisajes cuando el paisajismo era tenido por la más retrógrada de las modalidades pictóricas. Esta obstinación, en un momento en que la crítica tenía como prioridad la inserción del arte colombiano en los derroteros de la modernidad, no podía contar con su bendición ni con su apoyo. Pero su obra siempre estuvo cargada de un profundo nacionalismo así como de la convicción de que al representar las circunstancias ambientales determinantes de la cultura nacional, no sólo reafirmaba su identidad de artista colombiano, sino que colaboraba con la definición y el reconocimiento de dicha identidad. Hoy la actividad artística nacional se apoya en gran parte en premisas similares corroborando la solidez de sus argumentos y su visión certera. El pintor (al igual que algunos artistas de generaciones posteriores como Luis Caballero y Darío Morales, quienes escogieron para su expresión un academismo premoderno) ignoró el atractivo avance de las corrientes internacionales y, convencido de que la originalidad no radica en adherir a la propuesta creativa más reciente, prefirió buscar una manera artística que coincidiera con sus particulares definiciones y sensibilidad. Hoy los más jóvenes artistas se han olvidado de los manifiestos vanguardistas, involucran la historia libremente en sus realizaciones y se interesan más por la trascendencia de sus consideraciones sobre la vida y sobre el mundo que por la originalidad de su estilo o la singularidad de su lenguaje. En la persecución de propósitos como los mencionados, y convencido de que las raíces prehistóricas encauzan a los países de América Latina hacia las premisas artísticas del oriente, particularmente del Japón, Ariza confrontó la naturaleza como un todo ilímite majestuoso e impactante, y se impuso la tarea de elaborar el más ambicioso y exquisito retrato del país, de su topografía y atmósfera, geografía y vegetación, con los insuperables resultados que saltan a la vista en la apreciación de cualquiera de sus obras. En la Quinta Galería tiene lugar una exposición de algunos de sus últimos trabajos, delicadas realizaciones en un solo color (monotintas) que permiten comprobar los formidables frutos de su obstinación. La muestra combina panoramas y parajes elaborados con minuciosidad, los cuales hacen manifiesto que, como todo arte auténtico y sensible, su obra seguirá engrandeciéndose y manteniendo indefinidamente la vigencia de sus objetivos.