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LATINOAMERICA A FUEGO LENTO

Un nuevo libro de Galeano rastrea el "hilo rojo" de la historia del continente.

7 de marzo de 1983

Eduardo Galeano: Memoria de fuego, (I) Los nacimientos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1982, 330 páginas.
Durante su reciente paso por Bogotá, Eduardo Galeano hizo referencia en algún momento a Los nacimientos, primer volúmen de Memoria del fuego, como un libro que aborda tópicos análogos a los de Las venas abiertas de América Latina (1971) con una técnica semejante a la empleada en Días y noches de amor y de guerra (1978). En efecto, esta obra, arranque de una futura trilogía, se vuelca a relatar incidentes de la historia de las Indias (con dedicación especial a América Latina) mediante el encadenamiento de textos cortos y ceñidos, especie de virutas narrativas dotadas de una definida carga literaria.
Para ello Galeano ha tenido que empeñarse en un dilatado esfuerzo de documentación, cuyo resultado más visible reposa en el catálogo de 227 publicaciones debidamente numeradas, adosado al final. De allí ha extraído los rizomas o, si se quiere, la materia prima con vistas a elaborar las estampas sucesivas (todas las cuales vienen también fechadas y situadas) que conforman el armazón de la obra.
Esa masa bibliográfica delimita el campo de la imaginación fabuladora del autor y actúa como enlace entre la historia y literatura. Si bien cada retícula textual ha sido sometida a un intenso trabajo creativo, el lector advierte que florece, en gran medida, merced al aporte de las fuentes respectivas, a las que puede remitirse fácilmente dada la clara señalización del libro.
Los nacimientos consta de dos partes: en la primera se dirige la mirada hacia la época precolombina para recrear la mitología primigenia de las etnias americanas, en tanto que la segunda engloba el período comprendido entre finales del siglo XV y el año 1700, esto es, de la conquista al suelo de la colonia.
La articulación de particulas noveladas rinde cuenta del progresivo adueñamiento de estas tierras "de sopores y lentitudes" (p.316) por parte de los nuevos amos, contrapunteando con la tenaz oposición ofrecida por los pobladores indígenas y, más tarde, por los esclavos negros. Antes que la expoliación económica flamea el dominio político-cultural, la imposición de pautas de pensamiento y de conducta, el trasplante de instituciones y formas de percibir el mundo.
El narrador resalta de entre los eventos aquellos que han ejercido algún influjo en la configuración histórica de América y que, al seguirles la pista, son capaces de connotar la relación existente entre ese pasado y la metamorfosis del continente en un universo particular. Por supuesto que los puntos cronológicos de intersección escogidos implican un enfoque subjetivo, transparentan una previa reflexión ideológica. Dificilmente podría ser de otro modo. No obstante, es dable observar en Los nacimientos una singular permeabilidad hacia acontecimientos que desbordan la visión angosta y esquemática que ha solido acompañar a las explicaciones deterministas de la historia.
Lejos de las restricciones de la academia o de los manuales, de las versiones oficiales y engoladas, aquí fluye, como diría Henri Michaux, un "torrente lleno de salpicaduras y de iluminaciones", de ritmo libre y deleitoso, que replantea las relaciones entre la concepción histórica y la estética. Nada de raro tiene entonces, descubrir lances amorosos, leyendas, cantos y coplas entreverados con tropelías, pestes, inquisiciones y versiones abreviadas de crónicas indianas.
Es decir, sin perder de vista el "hilo rojo" de los sucesos que han marcado a fuego lento la región, Galeano inquiere por las interrelaciones de la vida diaria, por los hechos aparentemente opacos desde la perspectiva de las mayúsculas, aptos, sin embargo, para ser "a la vez terribles y divertidos" (Canetti). Así, merodea en los placeres, a menudo inconfesables, de la cocina, del sexo y de los sueños, en una palabra, sin escindir "fuego y juego" (p. 232). Por ejemplo, al tiempo que sigue con atención lo acontecido en Palmares, ese territorio liberado de la férula colonial donde los negros cimarrones se refugiaron durante décadas antes de ser derrotados, llega a rastrear la evolución intelectual de Sor Juana Inés de la Cruz y describe el proceso a través del cual "pierde América a su mejor poeta" (p.308).
A pesar de los aciertos apuntados, no siempre se mantiene la relación de tensión entre el texto y el contexto histórico aludido. La recreación poética del pasado resulta a ratos empalagosa, se refocila en una impenitente admonición y no rara vez el humor desplegado deviene rutinario. Aún así, los descuidos circunstanciales no alcanzan a empañar las cualidades de un libro grácil y ardoroso, de avezada confección, que se deja leer con suma placidez.--
Hernán Antonio Bermúdez