Home

Cultura

Artículo

M U S I C A

Lección de química musical

Lo que realmente encanta del disco de Miguel Bosé y Ana Torroja es el registro de ese ‘duende’ con su público.

Juan Carlos Garay
1 de enero de 2001

Desde luego que los artistas implicados estarán más que acostumbrados pero, aún así, no es fácil sobrellevar una rutina de meses enteros sin descanso, ofreciendo cada noche un concierto en una diferente ciudad del mundo. Por más que los artistas quieran dar lo mejor de sí en cada presentación, no son máquinas de entretener sino seres humanos, y habrá noches en que el repertorio se entone a satisfacción pero sin ese encanto inefable que los españoles llaman “duende”.

Por fortuna (ya no sólo para los artistas sino también para su público) hay otras veladas en que todo transcurre con tanta espontaneidad como gracia. Noches en que la música fluye hacia oídos muy receptivos y los cantos terminan por retornar, del auditorio al estrado, manteniendo intacta la armonía. Cuando eso sucede, se ha dado una conexión plena entre los músicos y su público. Y pocos placeres estéticos pueden superar el éxtasis de esos momentos.

“Girados en concierto” es un álbum doble donde se alternan, y en momentos comparten las canciones, Miguel Bosé y Ana Torroja. Seguramente una buena reseña del disco tendría que hacer mención de sus carreras por separado, de cómo cada uno ha cosechado éxitos casi sin pausa y, por ende, el proyecto de juntarlos es por definición un acontecer titánico. Pero eso está prácticamente dicho al mencionar sus solos nombres. Si algo tiene de especial esta grabación es el haber captado ese momento mágico de óptima cohesión entre quien hace la música y quien la escucha. No siempre están los micrófonos ahí para registrarlo. No siempre que se registra un concierto sucede la magia.

Hay, sobre todo, tres instantes memorables. Cuando Bosé entona el coro de “Duende” comienza a suceder justamente eso. Cuando, más adelante, canta Nada particular se encuentra con un público que le devuelve, en perfecta afinación, frase a frase del coro. Demasiado bonito para ser verdad, dirán algunos incrédulos al escucharlo, debe haber un truco de grabación. Pero no. El hecho de que suceda poco no quiere decir que sea imposible: son los asistentes al Coliseum de La Coruña y no hay trucos, están todos afinados.

El tercer instante aparece casi al final del concierto. Los dos cantantes interpretan una versión festiva de Bandido que el público les responde armonizando con sus voces, y a medida que el ritmo se acelera la cosa se oye como un paroxismo colectivo. Un poco como esos disc-jockeys que son capaces de poner a bailar a propios y extraños en una discoteca. Pero claro, más que una discoteca éste es un coliseo a reventar, 6.500 personas. De modo que cualquier reseña que se refiera a este concierto como algo titánico pecará por usar un lugar común, pero no por mentir.

En una entrevista concedida a comienzos de este año Miguel Bosé hablaba del proyecto de grabar uno de los conciertos de esta gira, y se refería con rara firmeza a su paso por el Palau de Barcelona, el 7 de septiembre. La fecha era significativa, como bien lo saben los seguidores de Ana Torroja. Pero una cosa es lo que dice el calendario y otra la magia que aparece en cualquier momento. Y uno agradece como oyente que se hayan decidido a publicar ésta, que es tal vez la mejor muestra de química musical que se ha escuchado en mucho tiempo.

“Este sí que ha sido un concierto inolvidable”, dice Torroja al finalizar la presentación. En realidad está poniendo en palabras lo que ya ha sido patente en las dos horas previas de música.