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Leones por corderos

El bienintencionado Robert Redford se deja llevar por lo mucho que le preocupa la apatía política que estamos viviendo.

Ricardo Silva Romero
17 de noviembre de 2007

Título original: Lions for Lambs.
Año de estreno: 2007.
Dirección: Robert Redford.
Actores: Tom Cruise, Meryl Streep, Robert Redford, Michael Pena, Derek Luke, Andrew Garfield.

Tiene mensaje. Parece mentira, sí, pero lo tiene. Y ni siquiera es un mensaje que valga la pena: es el viejísimo "si no eres parte de la solución, eres parte del problema" que no necesita ni una sola película más para ser comprendido. Y mucho menos una producción desarticulada, sentenciosa, que desaprovecha el talento de actores como Robert Redford, Meryl Streep y Tom Cruise. Qué dolor da verlos a los tres haciendo semejante esfuerzo para construir personajes en donde sólo hay títeres que pronuncian un puñado de grandes revelaciones que todos conocemos de memoria. Qué extrañeza produce saber que el propio Redford, ícono del cine de los 70, estrella que logró convertirse en autor de la genial Quiz show, ha estado detrás de esas escenas mal encuadradas, de ese sermón tan poco efectivo, de esa trama sin suspenso.

A la salida del teatro las preguntas no son "¿cómo detener un sistema que se alimenta del miedo?" o "¿cómo hacerles entender a los norteamericanos que no hay ejes del mal?", sino "¿por qué nadie, en semejante grupo de profesionales, se dio cuenta de que apenas estaban filmando el primer acto de una historia?", "¿por qué ninguno notó que las escenas de acción estaban mal construidas, que la banda sonora era melosa o que el resultado final era más útil para un salón de clases que para una sala de cine?"

Es 2007. Redford es un profesor de ciencias políticas que le habla a su alumno preferido, en una oficina rodeada de recuerdos, para que no acabe siendo otro joven hastiado que prefiere la farándula a la sociedad. Le pone el ejemplo de dos marginales, dos buenos estudiantes suyos que se enlistaron en el Ejército a sabiendas de las fallas del sistema, que están a punto de morir en el enésimo combate contra los talibanes en Afganistán. Y mientras tanto un senador reluciente interpretado por Cruise recibe en su despacho a una periodista curtida encarnada por Streep (y el duelo entre los dos actores, a decir verdad, logra un par de momentos inquietantes) con la intención de venderle a la gente de los Estados Unidos una guerra que parece perdida desde el principio.

Sólo hay buenas intenciones en Leones por corderos. Pero de buenas intenciones está hecho el camino hacia la mediocridad. Resulta evidente que Redford está muy preocupado por este mundo que insiste en frases como "la ofensiva contra el terror" o "no voy a lanzarme a la Presidencia" o "vamos a imponer la democracia". Parece claro que quería hacer por la apatía política lo que hizo por el bloqueo emocional cuando filmó Gente como uno. Y que pensó que este no es tiempo para sutilezas artísticas: que no podemos seguir perdiendo, sin asombro, derechos por los que otros dieron la vida. Y sin embargo, no, esta vez no fue. Acá no hubo personajes sólidos ni hubo ideas contundentes ni hubo secuencias para la memoria. Habría sido mejor una marcha de protesta.