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Libros infantiles presentan a Frida Kahlo y al Che como nuevos superhéroes

Una colección de libros infantiles presenta a Frida Kahlo, al Che Guevara y a Julio Cortázar, entre otros, como los nuevos superhéroes del cómic. Detrás hay una crítica a los estereotipos de la industria.

22 de julio de 2017

El 3 de marzo de 1816, sobre un caballo y con 200 mujeres indígenas a su mando, Juana Azurduy derrotó a las tropas españolas en Bolivia. No tenía más que garrotes para enfrentar al Ejército Real, pero con eso liberó a su esposo, el general Manuel Ascencio Padilla, quien entonces llevaba dos años cautivo.

Por su coraje la nombraron teniente coronel, le entregaron el sable correspondiente y así se convirtió en la primera mujer con un rango militar. No necesitó tacones ni un labial perfecto y por eso ahora, junto a otras valientes como Frida Kahlo y la cantante Violeta Parra, es una de las antiprincesas de la colección de libros infantiles de la editorial argentina Chirimbote.

Con un formato interactivo, la escritora Nadia Fink y el ilustrador Pitu Saá buscan despojar de sus vestidos a las princesas de hoy: “Queremos mostrar que hay múltiples posibilidades de ser mujer y esto desafía la belleza física tradicional”, le dice Fink a SEMANA. En este sentido, las nuevas heroínas tienen permiso de ir tras el deseo, pueden ser felices sin matrimonio y no necesitan modelar un cuerpo de revista para llamar la atención.

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Todo comenzó en abril de 2015 y hoy las antiprincesas son una realidad en 16 países. En Colombia, La Fogata Editorial reedita y distribuye estos contenidos y así llegaron hasta la Parada Juvenil de la Lectura en Medellín, celebrada el pasado 15 de julio. Sobre su participación en la jornada de 16 horas continuas, Adriana Cooper, jefe de prensa de Eventos del Libro, entiende que “la lectura es un medio poderoso para cambiar estereotipos porque ofrece viajes a otros escenarios, lejos de los que imagina Disney”. Y resalta que ellas, con su bandera latina, les dan un giro a los roles que las mujeres –queriendo o no– están acostumbradas a asumir.

Ahora la historia le reclama a la bella haberse enamorado de una bestia que la secuestra y la maltrata; también cuestiona que la Sirenita renuncie a su propia identidad por un hombre y critica las zapatillas de cristal de Cenicienta. Y en sintonía con esta pugna de género, surgen campañas como “Las princesas también se tiran pedos” y colecciones infantiles como Érase dos veces, de Belén Gaudes y Pablo Macías, que reescriben los cuentos clásicos para las lectoras del siglo XXI.

Fink agrega que en estos relatos de antaño las mujeres rivalizan entre ellas y son las malas del cuento: basta mirar a las hermanastras de la Cenicienta y a las villanas –Úrsula, Lady Tremaine y la Reina Grimhilde– para comprobarlo. Así pues, sostiene que tales representaciones no son más que una falsedad y que las antiprincesas –como Gilda, la compositora argentina de cumbia– luchan desde lo colectivo para alzar sus voces y demostrar que las mujeres también hacen parte del show.

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Que existan nuevos modelos de heroínas significa que hay más lugar para aceptar la diversidad y que en los juegos infantiles la niña no siempre juega a ‘la cocinita’. Catalina Ruiz-Navarro, del grupo feminista Estereotipas, coincide con esto y recuerda que en su infancia jugar a los Thundercats no siempre era divertido: “No había suficientes personajes femeninos. Los pocos que existían eran de la chica y su única función era ser romántica”. Al respecto, agrega que las personas tienen matices y que la verdadera lucha debe ser por combatir “la idea binaria de lo que es bueno y es malo”.

En esta dinámica, la colección de Chirimbote incluyó también a los antihéroes: hombres sin capa ni espada que se niegan a despertar a su doncella con un beso. No son salvadores, ni quieren serlo, y su verdadera arma son los ideales. En esta colección caben, entonces, el Che Guevara, con sus aires revolucionarios, Eduardo Galeano, con pluma crítica, y Julio Cortázar, con su surrealismo.

Revivir el legado del Che y recordar a Violeta Parra levantan sospechas sobre si este trabajo se escribe con la mano izquierda. Sobre esto, Fink alega que la elección de los personajes tiene que ver con el objetivo de recuperar historias silenciadas, y trae a colación un verso de Silvina Garré y Juan Carlos Baglietto: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, concluye.

El mundo está lleno de sucesos silenciados y muchos de ellos encuentran en los formatos gráficos una forma de renacer. Sirve como ejemplo el caso de Persépolis, una novela gráfica que cuenta la vida de la iraní Marjane Satrapi en medio de un régimen fundamentalista islámico: el éxito fue tal que en 2007 llegó a la pantalla grande y recibió un galardón en Cannes. Así también, la japonesa Chie Inudoh creó a la primera faraona en versión manga y presentó a Hatshepsut como la gran líder de la dinastía XVIII, que logró un reinado de paz en la tierra de los dioses.

A los creadores de las antiprincesas y los antihéroes no les gusta decir que sus libros son de cómic; más bien, prefieren llamarle a este formato “de a saltitos” porque esa es la forma como los niños adquieren el conocimiento hoy con los dispositivos electrónicos. El diseño, bajo esta premisa, incluye un animalito preguntón que emula al niño curioso y otros recursos didácticos que van desde recuadros hasta juegos.

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Al fin y al cabo son cuentos infantiles, pero tratan los temas ‘de grandes’ con naturalidad: no hay morbo ni pecado detrás de afirmaciones como “para Frida el amor se reflejaba en hombres y en mujeres” y “tuvieron otros amores, aun estando juntos”, que aparecen en la historia de la artista mexicana, la primera de la colección antiprincesas.

“No hay que subestimar a los lectores”, dice Janeth Chaparro, coordinadora del Centro de Documentación de Fundalectura. Desde su perspectiva, la literatura infantil se ha refinado en los últimos años, gracias a autores que entienden a su público y construyen para ellos imágenes simbólicas que trascienden el mero texto. Explica también que el éxito de estas propuestas tiene que ver con la verosimilitud de las historias y con los recursos narrativos que se usan para tal fin. 

Y la idea es hablarles a los más pequeños porque “necesitamos consolidar nuevas generaciones, con nuevas prácticas de relación y nuevos imaginarios que trasciendan a la práctica”, dice Sebastián Quiroga, de La Fogata Editorial. Porque, como dice uno de estos libros, para jugar hay que ensuciarse.