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¿LLEGO LA HORA?

Tras múltiples intentos para establecerse en corriente de la cultura popular, el rock colombiano pretende, una vez más, consolidarse. Hay más discos que nunca.

8 de noviembre de 1993

EL ROCK, DUEÑO DE LA más grande audiencia jamás ganada por música alguna, empezó a llegar a Colombia a finales de los 50, gracias, en parte, al respaldo de Carlos Pinzón. Desde entonces, ha ejercido una notoria influencia en núcleos de la juventud urbana. Sin embargo, nunca ha podido establecerse firmemente dentro de la corriente principal de la cultura popular, a diferencia de lo ocurrido en otros países latinoamericanos como Argentina, Brasil y México. Podría decirse que se trata de un género marginal. Pero ha sobrevivido.
Los intentos de animar una corriente de algo que pudiera llamarse "rock colombiano " o "nacional " no son nuevos. Incluso se han vivido momentos de esplendor, desde la formación de bandas ya casi míticas como los Speakers y los Flippers, a mediados de los años 60, y la realización de legendarios festivales como el de Ancón, en 1971, hasta la integración de conjuntos memorables como La Planta, de donde surgieron músicos que hoy son estrellas mundiales. Es el caso del bajista Chucho Merchán.
También por entonces surgieron otras agrupaciones como Génesis, La Banda Nueva y Malanga, que protagonizaron lo que muchos consideran fue la epoca dorada del rock colombiano. Después hubo, salvo contadas excepciones, un gran bache que terminó en los años 80 con una renovada generación de músicos que emergió principalmente en Bogotá y Medellín. Sobre los escenarios se vieron y escucharon a Compañía Ilimitada, Distrito Especial, Pasaporte y Kraken, bandas de variadas tendencias; otras de sonido más crudo y mensajes más elaborados, como Hora Local, y otras más, absolutamente radicales como La Pestilencia, cuyo álbum independiente titulado "La muerte... un compromiso de todos", fue catalogado por algunos como el más importante disco rock colombiano de la década.
El inusitado boom tuvo su punto culminante en el llamado Concierto de Conciertos de 1988, en el estadio El Campín. No obstante, a partir de ese momento todo parece haber ido en picada. "De 80 mil personas que fueron a esa presentación, bajarmos a 10 mil en el último Concierto de Conciertos en El Salitre", dice Camilo "Pyyo" Jaramillo, cantante de Compañía Ilimitada. Y, en efecto, el rock nacional, como movimiento, ha desnudado sus problemas. Primero: baja demanda de discos, un larga duración exitoso vende cuatro mil copias. Segundo: poca inversión por parte de las casas disqueras, 10 millones de pesos le entregan a una banda promedio para grabar, prensar y promocionar un disco; deben venderse más de dos mil copias para recuperar la inversión. Tercero: escaso apoyo de los empresarios de conciertos -mientras a un español como Alejandro Sanz pueden pagarle 30 mil dólares, a una banda nacional le dan 300 mil pesos y le impiden emplear los mejores elementos técnicos de luces y sonido. Cuarto: desatención de las emisoras, hasta hace muy poco no se ponían con frecuencia las canciones de los conjuntos nacionales. En fin, todo un círculo vicioso.
¿Por qué tanto lío? Según Eduardo Arias, un estudioso de la materia,"es un problema cultural. El movimiento no ha sido continuo. En Argentina, por ejemplo, Charly García lanzó su primer trabajo en 1972; pero sólo en 1985 la CBS le firmó un contrato. En cambio, aquí ha habido muchas pausas. Además, en Colombia no, existe una masa crítica que soporte el mercado. No estamos acostumbrados a comprar discos, como en Argentina o España, donde un grupo malo vende 30.000 copias".
Un grupo de estas bandas colombianas se queja de algunas emisoras. Todo indica, dicen, que los poderosos diskjockeys de la radio comercial, tantas veces cuestionados por su falta de preparación y criterios, acusados por las audiencias y la más seria crítica del rock de vender un sonido falso, esclavo de la revista Bilboard, impiden a veces que grandes sectores de la audiencia aprecien lo mejor del rock mundial y parecen utilizar a las bandas locales para ganar sus guerras de competencia, vetando a los conjuntos que están sonando en la estación contraria.
En cuanto al circuito que debería mantener el contacto entre la audiencia y sus artistas, son muy pocos los locales que arriesgan la presentación de una banda nacional en buenas condiciones. Jaramillo, quien además de músico es propietario de un bar en la Zona Rosa de Bogotá, dice que "los grupos, por desgracia, son una distracción para los clientes, más no una atracción. La gente no los escucha en serio".
Pero la esperanza no se pierde. De aquí al final del año la ilusión de un rock colombiano crece de nuevo. Jaramillo dice que "nunca como ahora ha habido tantos discos de bandas locales en el mercado. En las próximas semanas habrá en los almacenes trabajos de Aterciopelados, Ekhymosis, Kronos, Compañía Ilimitada, Doble UC, Estados Alterados, Perseo, Polygamia, Marcelo Cezán y Tulio Zuluaga, a los que se sumarán los publicados por algunas emisoras ".
Y eso que los anteriores no son los únicos conjuntos. Como ejemplos están 1.280 Almas, Raza Gángster o La Derecha, que proponen conceptos también novedosos que llaman la atención. Tanto que La Derecha constituye casi un hito, porque en un país donde se ha mirado de soslayo al rock, mereció una beca nacional de cinco millones de pesos para la realización de un proyecto de creación, otorgada por Colcultura. Es otra muestra de que el movimiento, por más que ha sufrido mucho, tiene grandes posibilidades de que le suene la flauta.