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Lo mejor de nosotros

Otra afortunada revisión de la cotidianidad que soportaron las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. ***

Ricardo Silva Romero
25 de septiembre de 2005

Título original: Musíme si pomáhat.
Año de producción: 2000.


Dirección: Jan Hrebejk.
Actores: Anna Sisková, Boleslav Polívka, Csongor Kassai, Jaroslav Dusek, Jiri Pecha.

Ha llegado a Colombia, a muy pocos teatros del país, unos cinco años después de haber sido celebrada en los cines de todo el mundo. Pero es mejor que la presenten tarde a que nunca la estrenen, claro, pues se trata de una notable comedia checa que consigue probarnos que el verdadero enemigo en una guerra es la guerra misma, que la invasión nazi no fue aquella invasión extraterrestre que nos han vendido ciertos libros de historia (esa crónica de terror en la que una sociedad inocente, desprevenida, íntegra, fue acorralada por un ejército de monstruos venidos de la nada) sino una prueba innegable de que siempre hemos vividos gobernados por el miedo. Lo mejor de nosotros nunca deja de reírse de las mezquindades humanas. Y sin embargo, gracias a una banda sonora que resalta sin opacar y a una serie de absorbentes secuencias filmadas en cámara lenta (sería mejor decir, creo, que vemos menos imágenes por segundo), se las arregla para no banalizar los horrores que narra, para celebrar la humanidad que nos queda y para recordarnos que la risa es el primer síntoma de una tragedia inminente.

A estas alturas, 60 años después de los hechos que creemos saber de memoria, el cine sobre el holocausto se ha convertido en todo un género cinematográfico. Obras tan importantes como La lista de Schindler, El pianista y La decisión de Sofía (tres triunfos artísticos en una lista que comprende más de 200 producciones) se han encargado de no dejarnos olvidar nuestra tendencia al exterminio. ¿Qué puede tener Lo mejor de lo nuestro que no tenga alguno de los relatos citados? ¿Qué le aporta a ese género que parece agotado? ¿Qué debe movernos a nosotros, que no tenemos la culpa de nada, a ver otra más de esas cadenas de desgracias? Una mirada que hace énfasis en el absurdo. Unas actuaciones impecables. Una trama ingeniosa, precisa, que llega a dejarnos sin aire a punta de angustiosas escenas de suspenso: la claustrofóbica odisea de unos esposos sin hijos, los checoslovacos Josef Cízek y Marie Cizková, que fingen estar de parte de los nazis (fingen, por ejemplo, que están de acuerdo con las tonterías que comete el colaborador Horst Prohaska) mientras esconden a un amigo judío en la alacena de su pequeño apartamento.

No tiene un comienzo muy claro. Se demora más de la cuenta en concentrarnos en la aventura que nos quiere narrar. Y al final se pierde en alegorías que hacen evidente una moraleja que entendemos desde el principio. Pero sus imágenes descarnadas, sus giros inesperados y sus personajes en el límite, que recobran la compasión en medio del espanto, nos obligan a involucrarnos en el drama: al final, cuando los protagonistas se enfrenten con sus propias miserias y se vean forzados a tomar las decisiones más importantes de sus vidas, les daremos sentidos consejos desde la oscuridad del auditorio.