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El matrimonio de Cal (Steve Carell) y Emily (Julianne Moore) ha entrado en un callejón sin salida.

CINE

Loco y estúpido amor

Una comedia romántica aceptable, de domingo, que se ve salvada justo a tiempo por un par de escenas memorables.

Ricardo Silva Romero
27 de agosto de 2011

Título original: Crazy, Stupid, Love
Año de estreno: 2011
Género: Comedia
Dirección: Glenn Ficarra y John Requa
Guion: Dan Fogelman
Actores: Steve Carell, Ryan Gosling, Julianne Moore, Emma Stone, Analeigh Tipton, Jonah Bobo, Marisa Tomei, Kevin Bacon.

Es un género dentro del género: la "comedia romántica coral", tipo Realmente amor (2003) o Simplemente no te quiere (2009), que se ha puesto de moda en los diez últimos años. Suele darnos varios ejemplos, quiero decir: suele contarnos una serie de pequeñas fábulas aleccionadoras para demostrarnos una vez más que tarde o temprano cada quien encuentra a la persona de su vida: que cada cual da con su alma gemela. Corre el riesgo de forzar las cosas para probar la teoría. Corre el riesgo de que unos relatos sean menos interesantes que los otros. En el peor de los casos, no obstante, será un buen plan para el domingo por la tarde. Qué es lo que pasa con la entretenida Loco y estúpido amor: quizás no haya afán de conocerla, quizás dé lo mismo si uno la ve algún día que la estén dando en televisión, pero es una "comedia romántica coral" que no hará sentir mal a nadie.

Loco y estúpido amor cuenta al mismo tiempo tres comedias románticas. Primera: la de dos esposos al borde de los cincuenta, Cal y Emily, que llegan al callejón sin salida de una relación que comenzó en los últimos años de colegio. Segunda: la de dos jóvenes más allá de los veinte, el mujeriego Jacob y la despierta Hannah, que en teoría poco tienen que ver el uno con la otra. Y tercera: la de dos adolescentes perdidos dentro de sí mismos, el inteligente Robbie y su niñera, Jessica, que podrían convencer a cualquiera de que si el amor se acaba es solo porque no es amor. Los tres relatos, como suele suceder en el subgénero, están mucho más relacionados de lo que uno cree en un principio. Los tres fuerzan las cosas a más no poder Dios mío: ese final para probar la teoría que sabemos. Y el primero es, sin duda alguna, más interesante que los otros.

Pero la película no le hace mal a nadie: tiene algo de superación personal de domingo, de hecho, que no sobra. A sus brillantes actores no se les han entregado personajes para encarnar, sino esbozos para interpretar (solo el estupendo Ryan Gosling intenta caracterizar a ese hombre que se ha ido volviendo insensible con el paso de las mujeres), pero llevan adentro, todos, el misterioso carisma que salva del desastre a ciertas comedias románticas: si el espectador se encoge de hombros ante los caprichos de la trama de Loco y estúpido amor, si en un momento dado se entrega a esa cadena de situaciones que hemos visto hasta el cansancio en tantos largometrajes, es porque ver a Steve Carell, Julianne Moore, Emma Stone, Marisa Tomei y Kevin Bacon siempre resulta fascinante. Y porque dos escenas ingeniosas sacan a la película del aburrimiento.

Una: el momento aparatoso e incómodo, de comedia muda, en el que todas las historias se unen de golpe. Y dos: la cita romántica de aquella noche, de antología, en la que la pelirroja Hannah consigue convertir al caricaturesco Jacob en una persona tan frágil como todas.