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Los asesinos en serie fascinan a la audiencia

El éxito de la serie ‘Mindhunter’ vuelve a poner sobre el tapete la pregunta de por qué fascinan tanto las historias sobre asesinos en serie.

2 de diciembre de 2017

Cada descripción es perturbadora. Una dice, por ejemplo, que en la granja de Ed Gein la policía encontró, en medio de olores fétidos y un cúmulo de moscas, el cadáver de una mujer colgada boca abajo de unas poleas, sin cabeza y desnudo. Su cuerpo estaba abierto en canal, como una res. Pero nada podría compararse con las imágenes del interior de la casa: todas las cosas allí estaban forradas con piel humana, los ceniceros, las sillas, la mesa, los cubiertos y hasta había un cinturón armado con pezones. Varios cráneos limpios (algunos adecuados para tomar sopa) acompañaban la inusual decoración. El único lugar intacto, normal, era la habitación de su madre. Corría el 16 de noviembre de 1957.

La Policía atrapó a Gein, el Carnicero de Plainfield, Estados Unidos, y lo acusó de dos muertes, una de ellas, la de la mujer destripada. El asesino alegó que solo profanaba tumbas de mujeres y que así armó su macabro hogar. La Justicia lo declaró enfermo mental, y vivió hasta el 26 de julio de 1984 cuando murió de cáncer en un hospital psiquiátrico. Varios análisis revelaron que amó a su madre, pero que esta lo golpeaba habitualmente. Y por esta razón le desconcertaba el poder que podía tener una mujer sobre un hombre, tanto que quiso ser como una de ellas y usó también la piel de las muertas para hacerse vestidos.

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Su historia conmocionó a Estados Unidos. La noticia llegó a oídos del escritor Robert Bloch, quien en 1959 publicó el libro Psicosis, basado en los trastornos del asesino, que inspiraría la película de Alfred Hitchcock del mismo título. La historia de Ed Gein inspiró otros libros, canciones, videojuegos y películas (documentales y argumentales), entre ellas las legendarias La masacre de Texas, de 1974, en la que el malo se forra la cara con una máscara de piel humana, y El silencio de los inocentes, de 1991, en la que un asesino serial y transexual desolla mujeres fofas para confeccionarse un traje.

Tal vez la ficción sobre los asesinos en serie podría tener un antes y un después con el caso Gein: demostró que estas temáticas, además de seducir a escritores y realizadores, interesan al público y a la crítica. Bien sea por los rasgos del asesino, de los detectives y sus pesquisas o de los perfiladores, aquellos que a partir de una evidencia arman el carácter de un posible culpable.

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Uno de los más recientes títulos de este subgénero es Mindhunter, producción de Netflix dirigida por David Fincher, el mismo de Seven (1995) y Zodiac (2007), dos historias sobre sociópatas. El realizador estadounidense sitúa su historia en la década del setenta, cuando empezó a aplicarse la psicología en la investigación criminal.

El crítico del diario The New York Times, James Poniewozik, sostiene en unas de sus columnas recientes que la televisión ahora está obsesionada con los asesinos en serie: Dexter, Hannibal, The Following, The Fall y True Detective, en las que la figura del genio criminal y el exceso de sangre se volvió la receta más sencilla. “Pero ‘Mindhunter’ –dice él– está más interesada en el proceso de meterse en los cerebros que en desangrarlos”.

El escritor bogotano Miguel Mendoza también buscó ir tras el origen del mal, al por qué y no al cómo, en su libro Asesinos en serie: perfiles de la mente criminal, en el que trata de explicar las razones que los motivan, incluso a los de ficción. Y sostiene que estos últimos se convirtieron en personajes que, a pesar de su crueldad, aparecen en el cine, la televisión y la literatura como poderosos y presumiblemente superiores en muchos sentidos. A veces se trata de antihéroes con cierta aura de encanto (como Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes). “Los asesinos reales si acaso son carismáticos en la superficie –explica Mendoza- porque sencillamente no sienten nada y, por lo tanto, no pueden ser tan interesantes como los presenta la fantasía”.

Desde el punto de vista científico, el analista criminal Jorge Jiménez Serrano los define como aquellos que matan tres o más víctimas, de forma sucesiva y con periodos de “enfriamiento” entre ellas. Y Carlos Eduardo Valdés, director del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia, dice: “La conducta del asesino en serie es producto de la sociedad, de las relaciones familiares, de un ambiente hostil en el que crecen. La conducta de matar es una respuesta a situaciones de contexto social y no tienen absolutamente nada que ver con la genética”.

Pero no solo los malos cautivan en la ficción. De la serie True Detective –cuyo subtítulo dice “El hombre es el animal más cruel”– brotó uno de los personajes más fascinantes que ha dado la televisión: Rust Cohle (Matthew McConaughey), un detective nihilista que con su compañero, Martin Hart (Woody Harrelson), deben atrapar a un asesino ritual en el estado de Luisiana. El investigador, cínico, sarcástico y autodestructivo, tras cada capítulo se convertía en tendencia en las redes sociales y merecía artículos por sus reflexiones y por frases como “basta con mirar a los ojos de un hombre. Allí están todas las respuestas”.

La segunda temporada de este programa, ya sin él, fracasó. Mendoza cree que, efectivamente, en los últimos años el perfilador (el caza asesinos) tiene ahora el atractivo del villano y lo describe como el personaje capaz de descifrar la complejidad de la maldad humana, el acertijo de los oscuros laberintos del hombre.

Sin embargo, las historias de asesinos seriales están muy lejos de generar unanimidad y causan rechazo en muchas personas. Una de ellas es Alicia Platas, autora de la página detectivesdelibro.blogspot.com, que reúne la información más completa sobre literatura policiaca, negra, thrillers y todo aquello que se le parezca.

“Me resultan horribles –dice ella– todas aquellas novelas que dan voz a los psicópatas, principalmente porque no me las creo, porque no me interesa el pensamiento enfermizo. Las de Franck Thilliez me resultan especialmente repulsivas, aunque tiene una legión de admiradores. Creo que solo salvaría de la quema a Thomas Harris y a su doctor Lecter”.

En los últimos años resurgió la novela policiaca y negra, especialmente en Europa, donde se destacan los escandinavos Henning Mankell, Jo Nesbo, Arnaldur Indridason y Stieg Larsson. Casi todos crearon un gran detective que muchas veces rastrea a un asesino serial. Detrás hay una crítica a una sociedad que hacia fuera se ve perfecta, pero que interiormente no lo es tanto.

“Yo creo que hoy la gente está fascinada con la maldad, justo como lo estaba cuando se publicó por primera vez ‘Drácula’”, le dice a SEMANA el escritor escocés Philip Kerr, autor de la novela Una investigación filosófica. Y ayuda, según él, que el lector tiene una fascinación sin riesgos: las atrocidades le pasaron a otro, y eso siempre será un gran alivio.