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Nafea Faa Ipoipo? (1892) de Paul Gauguin, comprado en 2015.

ARTE

Los diez cuadros más caros

Esta semana se vendió un Picasso por 179 millones de dólares pero, aunque lo parezca, está lejos de ser el cuadro más caro de la historia.

16 de mayo de 2015

Desde algunos días atrás se había anticipado que el lunes 11 de mayo Las mujeres de Alger (1955) de Picasso se convertiría en el cuadro más caro que se haya vendido en una subasta. Christie’s –una de las dos casas más importantes del mundo– había determinado que la puja por la pintura cubista empezaría en 140 millones de dólares. Con cuatro coleccionistas interesados, la cifra creció rápidamente. De 500.000 en 500.000 Las mujeres de Alger terminó vendiéndose por 179 millones de dólares, incluido el 12 % de comisión de Christie’s. Lo más increíble no es que un pedazo de lienzo pintado –pues literalmente eso es un cuadro– hubiera costado casi 180 millones de dólares, sino que no es ni remotamente el más caro de la historia.

En una transacción privada a comienzos de este año, el ¿Nafea Faa Ipoipo? (1892) de Gauguin se vendió por 300 millones de dólares. El nombre del comprador no ha sido revelado pero se especula que es la familia real de Qatar, que en 2011 había batido el récord al comprar Los jugadores de cartas (1895) de Cézanne por 250 millones de dólares. Esta compra también se realizó en privado y desde entonces el cuadro no ha sido visto en público. Si bien estas cifras exorbitantes no son la regla sino la excepción, desde hace décadas este mercado está inmerso en una burbuja a la que solo puede acceder el 0,1 % de la población.

El precio de un cuadro no está necesariamente determinado por su calidad; hay varios factores que entran en juego: artistas como Picasso, Van Gogh, Monet, Renoir, Rembrandt y Da Vinci, entre otros, se han convertido en marcas de lujo capaces de agregarle varios ceros al precio de una obra. La masacre de los inocentes (1611-1612) –una verdadera obra maestra– permaneció durante años sin pena ni gloria en las bodegas de la casa de subastas Sotheby´s, hasta que un reconocido experto demostró que era de Rubens, uno de los grandes del Barroco. Solo entonces se convirtió en el plato fuerte de una subasta de esta casa en Londres y en 2001 se vendió por 76,2 millones de dólares. A la importancia del nombre del artista se le suma el año de su creación –ya que sirve para medir la madurez del pintor–, si es único o hace parte de una serie y el especial afecto que el creador haya tenido por su obra. Por eso Las mujeres de Alger costó 179 millones de dólares y en la misma subasta Retrato de Dora Maar (1939) se vendió por 67,4.

Otro factor importante es la proveniencia. En 2007, David Rockefeller vendió Centro blanco (1950), de Mark Rothko, por 72,8 millones de dólares. Su familia lo había comprado décadas antes por menos de 10.000 dólares.

Los precios del mercado del arte subieron drásticamente a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa cuando los millonarios japoneses se sumaron a la puja. En 1990, Ryoei Saito compró Retrato del doctor Paul Gachet (1890), de Van Gogh, por 82,5 millones de dólares y dos días después pagó 78,1 por Bal du moulin de la Galette (1876), de Renoir. Y es que cuando varios adinerados compiten por un cuadro el número de ceros que se suman a la cifra parece no tener límite. Desde hace unos años los magnates asiáticos y los del Medio Oriente se han unido al mercado y están alterando los precios. Aunque Estados Unidos sigue siendo el país que más dinero mueve, los chinos han más que triplicado su participación y los billonarios árabes han demostrado estar dispuestos a pagar precios nunca antes vistos.

En el buen momento del mercado del arte –ya recuperado de la crisis que bajó los precios en 2009– joyas como Hombre señalando (1947), del italiano Alberto Giacometti, y Las mujeres de Alger volvieron a salir a la venta. Este cuadro había sido subastado por última vez en 1997. En aquel entonces el precio mínimo se fijó en 12 millones de dólares y se vendió por 31,9. Y el lunes pasado –también en la subasta de Christie’s–, la escultura de Giacometti se vendió por 142,4 millones, con lo que se convirtió en la pieza de bronce más cara de la historia. En 2010, Giacometti había entrado al exclusivo club de los más valiosos cuando la multimillonaria Lily Safra pagó 103,4 millones de dólares por Hombre caminando I (1961).

Hasta el momento, los diez cuadros más costosos de la historia son artistas modernos y contemporáneos (ver recuadro); y pensar que a finales del siglo XIX y comienzos del XX el arte de los impresionistas era rechazado por la mayoría de las galerías pues no encajaba en el canon de belleza de la época. Uno de los motivos principales de este fenómeno del mercado es que buena parte de los cuadros clásicos, renacentistas y medievales cuelgan en museos alrededor del mundo. Pero si alguna joya artística de Da Vinci, de Rembrandt o de Vermeer llegara a subastarse, sin duda se vendería como pan caliente.

Decía el filósofo alemán Immanuel Kant –cuya teoría estética es considerada una de las más importantes– que ante una obra maestra el espectador debe sentir un placer desinteresado y gozar con esta no por su utilidad –pues carece de ella– sino por su belleza. Pero en manos de los millonarios del mundo los cuadros de Picasso, de Cézanne, de Braque y de Pollock se convierten en objetos de lujo y solo en un segundo plano son obras de arte. Steve Wynn –uno de los hombres más ricos de Las Vegas y un gran coleccionista de Picasso– inauguró un restaurante dedicado al artista español en uno de sus lujosos hoteles. Los platos, al igual que el tapete y el papel de colgadura, están adornados con motivos que se asemejan a las obras del malagueño, y en las paredes cuelgan varios de sus cuadros. En este escenario los Picassos son la máxima marca de lujo del mundo del arte y por eso encajan perfecto en el hotel Bellagio.

Los especialistas de Sotheby’s y de Christie’s no saben cuánto tiempo durará esta burbuja. Lo que sí tienen claro es que mientras los precios del mercado se mantengan así de altos faltan muchas sorpresas por venir.