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Theo Faron (Clive Owen) trata de sobrevivir al apocalíptico Londres de 2027

cine

Los niños del hombre

Pocas veces se ven, en el cine de estos días, secuencias de acción tan bien dirigidas como las de esta película sobre el futuro.

Ricardo Silva Romero
20 de enero de 2007

TÍtulo original: Children of Men.

Año de estreno: 2006.

Dirección: Alfonso Cuarón.

Actores: Clive Owen, Julianne Moore, Michael Caine, Chiwetel Ejiofore, Claire-Hope Ashitey, Pam Ferris, Danny Huston, Peter Mullan.

No es la desconcertante visión del futuro lo que convierte a Los niños del hombre en un gran espectáculo. Los relatos de ciencia ficción que imaginan el Apocalipsis, desde Fahrenheit 451 hasta Sentencia previa, desde Un mundo feliz hasta Blade Runner, no nos advierten de los terribles años que vendrán, no, sino que nos ponen al día en los horrores del presente, y Los niños del hombre nos hace caer en la cuenta de que no estamos lejos de quedarnos sin misterios, sin ánimos de querernos, sin la opción de tener hijos; pero son sus increíbles secuencias de acción, esa cámara al hombro que se mancha de sangre, lo que la hacen memorable. La estupenda actuación del melancólico Clive Owen impide que el relato caiga en esa ridiculez que bordea toda alegoría futurista. La aparición de Julianne Moore nos deja inquietos hasta el final. Y la banda sonora, tan incómoda, no nos deja olvidar que estamos ante el fin de la humanidad. Pero lo que se nos queda en la cabeza, lo que sobrevive la curiosa anécdota de la película, son esas escenas que no paran, esas persecuciones que nos dejan sin aire, y que prueban una vez más que el mexicano Alfonso Cuarón, autor de Grandes esperanzas, Y tu mamá también y Harry Potter y el prisionero de Azkabán, es un director de primera.

En 2027, en una Inglaterra que ha girado, definitivamente, a la derecha, en un mundo en el que además todas las mujeres se han vuelto estériles, un tal Theo Faron se tropieza con una revolución que está a punto de suceder por cuenta del insólito descubrimiento de una joven embarazada. Faron es un hombre agotado. Trata de soportar, como tantos, ese planeta que se deja caer como un edificio abandonado. Recuerda la rutina que tuvo alguna vez, la familia que perdió, pero hace lo que puede para vivir día por día. Pasa los días burlándose de los discursos pacifistas, venidos de los sobrevalorados años 60, de su amigo hippie Jasper Palmer. Que le toque a él, precisamente al hastiado Faron, que nada tiene de héroe, proteger al único bebé que ha nacido en la Tierra en los últimos 20 años, es toda una ironía.

Y esa misión es, más que todo, un viaje tenso, asfixiante, que Cuarón, con la cámara del brillante director de fotografía Emmanuel Lubezki, su colaborador de siempre, ha sabido filmar como un valiente cronista de guerra perdido en el lugar de los hechos. No piensen más de la cuenta en el cuadro que pinta del futuro: las alegorías baratas vienen y van. Dejen pasar por alto ciertos personajes (los rebeldes energúmenos, por ejemplo) que no convencen del todo. Pero no se pierdan esa Inglaterra en ruinas que, aunque sucede dentro de unas décadas, parece sacada de la Segunda Guerra Mundial, y no se pierdan la sensación de estar ahí, en ese presente horrendo, en medio de los disparos, porque es una buena manera de recordar que en verdad es ahí en donde estamos.